Ella está sola acostada sobre la banca del parque mirando hacia el cielo abierto. A su lado, una estatua de la Virgen iluminada por una precaria luz blanca pero que alcanza para presentar majestuosamente su infinita bondad.

Está oscura la noche así que solo puedo ver la silueta de la chica, y eso basta para comprender por lo menos un poco su tristeza.

Cruza los brazos y cada tanto los lleva hasta su cara, deslizándolos después suavemente por su cabello y los lleva de nuevo a su posición original reposando sobre su ombligo.

Me gusta el misterio de tal imagen. Me intriga el hecho de saber cuántas miles de cosas pueden estar yendo de su cabeza a su corazón en tan solo segundos… Que posibles razones pudieron llevarla hasta ese lugar y ese momento que, según mi manera de ver las cosas, es tan sagrado. El indefectible encuentro con uno mismo.
Me inquieta su tristeza, su angustia o dolor, quizás.

Ausente y distante, desde mi ventana, comparto su soledad.

Me place ver a las personas solas; celebro el hecho de que se permitan la oportunidad de estar con ellos mismos, de sentir su propia presencia en su totalidad. De navegar sin rumbo por ese universo infinito que lleva cada uno dentro de sí. De conocerse.
Y ella lo está haciendo ahora. Desde la lejanía la acompaño y la elogio.

Lentamente se sienta y observa detenidamente a la pequeña virgencita frente a ella. Durante un rato permanece casi tan quieta como su estatua al frente iluminando el pequeño espacio, bañándolo de luz blanca.

Puedo ver que está hablando con ella. No es necesario que mueva los labios, por su actitud y su postura se que lo está haciendo. Y me alegro por ella al permitirse entregar todo lo que le preocupa y lo que la hace feliz, en manos de alguien que sabe que lo valora con inconmensurable amor.

Siento desde mi ventana, en silencio y con el alma abierta, el amor que ella siente ahora por el ser que está representado en esa figurita frente a sus ojos.

Percibo la tranquilidad que ella siente al conversar tan cercana y amorosamente con quien tanto le ama.

Pienso en acercarme a ella pero prefiero no perturbar su mundo, su momento en el que navega ferozmente hacia su ser, hacia lo que ella realmente vez.

Sonriendo y en silencio aplaudo su momento, su encuentro.