Fue visto en Les Champ Elysee, por Ocean Dr., hasta en el mismo barrio porteño de Balvanera y que el puente de Los Enamorados lleva ese nombre por ser ahí donde fue visto por primera vez.
La mañana amaneció con lluvia y eso es buen augurio, me levante tome un baño y me hice un café con leche, los chicos no se habían despertado y cuando lo hicieron me saludaron por mi cumpleaños. El día parecía ser uno más, ir a Buenos Aires para hacer unos trámites y volver a mi trabajo en el sur de la ciudad, donde seguramente recibiré las muestras de cariño que uno va sembrando durante el año, en este trabajo que es mi pasión. Mas a la tarde me visitara la familia y brindaremos.
Sin embargo me había despertado recordando aquel hermoso pasacalles que una vez vi en Miami hace ya diez años atrás, y que cuando lo conté todos se reían de mí, pero yo sabía muy bien que eso no fue un sueño y que un deslumbrante pasacalles, lleno de colores y de vida, con un poder hipnótico que era imposible dejar de admirarlo se había presentado ante nuestras atónitas miradas.
Había pasado mucho tiempo y lo fui olvidando y nunca más pensé en ello. Ese pasacalle tan importante para mí, para nosotros. Claro, esa bandera de dos mástiles no era visto por cualquiera, podía solo ser visto de a dos, y a dos personas especiales, a dos personas que se unen en un solo amor.
Y acá estoy sola y no tanto, con mucho miedo a equivocarme, ya que el volvió con el mismo amor que aquella primera vez, con la misma mirada y con la misma ganas de no parar de conversar.
Y que el este cerca nuevamente con ese mismo amor que fue necesario para que hoy esten estos dos hijos maravillosos que tenemos, hoy en mi cumpleaños me hizo recordar inevitablemente aquel mágico pasacalles, tan sublime como nuestro afecto y que solo se presenta a los amores sinceros y auténticos.
En ese preciso instante tocan el timbre, me asomo por la ventana y ahí está el parado tras las rejas, todo mojado con una sonrisa tan grande que brilla y contagia. Me mira y al decirme Feliz Cumpleaños me señala con el dedo hacia el cielo y ahí estaba! Igual de imponente, nuestro pasacalles, aquel que creíamos perdido. Un suspiro sonó al unisonó y se convirtió en himno, aquel himno de Neruda que solo escuchan los enamorados al encontrarse. El pasacalles decía: “Feliz Cumpleaños mi AMOR!”