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Hoy sufro en silencio el dolor de él ante mi partida, pero mi afasia solo es escuchada por las pequeñas animas que intentan, en vano, apaciguar mi desconsuelo. El hoy para mi, será igual que el mañana; para el serán las tortuosas cadenas de impotencia, desvarío, tristeza y amargura que lo condenaran a vivir siempre en el ayer, en el recuerdo, en la sospecha, en la credulidad de mis hipócritas palabras. Mi voz se desgarra en un grito desesperado que pretende ser percibido. Pero solo logro que mi luz se opaque un poco mas sin ni siquiera alcanzarlo, abrazarlo, decirle que todavía estoy con el, prometerle mi amor eterno.
Por mucho tiempo fuimos dos por error, hasta que esa obscuridad sabia nos corrigió Esa noche maestra nos enseño que si habría que morir, ese día seria por amor. Ambos cumpliríamos esa promesa. Él, víctima en vida; yo, inanimada por el resto de la eternidad.
Confinada en mi angustia quise revertir los pasos de mi buscado azar para devolver su destino, pero su fatalidad ya estaba marcada el día que recibí la noticia. Seis meses, sentenciaron. Seis meses de agonía. Solamente me concedieron un permiso temporal para disfrutar lo que hasta ese momento, gozaba sin preocupación, mi vida. Sentada a su lado todavía repaso la confusión que aparejo esa estrategia del destino; un raro sabor agridulce que, paradójicamente, me brindo paz. Armonía que quería lograr con su libertad, soltar sus riendas, trazar su camino, evitar el sufrimiento y la impotencia. Él era lo único que me importaba en ese momento; él, que ahora estaba sentado a mi lado. Nuestros sueños de grandeza, de esperanzas, de pequeños hijos corriendo por casa, del futuro con arrugas y bastones, de alianzas incondicionales en el matrimonio ... no podría yo ya cumplirlas, no podría yo ya alcanzarlas, pero no quería arrastrarlo en mi decadencia , en mi ocaso, en mi crepúsculo. Fue por eso, que condenada con mi dolor lo castigue a él también. Mis últimos días ya habían llegado, y mis quimeras y utopías se disipaban en forma fulminante, repentina, gravísima.
Aquel día enjuagué mi llanto una vez mas y solapando mi tortura, en una manera casi calculadora y fría le dije que ya no lo amaba y, para que en su inconciencia me detestara, le selle que empezaba una nueva vida, y asi, sin mas fundamentos, lo deje ir. Sentí mis piernas quebrarse al pronunciar lo dicho y su mirada desesperada buscando algo que le confirmaba que estaba mintiendo, pero obviamente no lo encontró. Describir lo que sentí es inenarrable. El vacio se apodero de mi, las ganas de retenerlo y contarle todo pasaron por mi turbada cabeza, pero no podía permitir que él llorara mi ausencia aun cuando yo estuviera en vida, no podía concebir su vida lastimado ante mi perdida. Lo amaba demasiado y tenia que dejarlo ir, de la forma mas vil posible, mintiendo.
Meses mas tarde, con su incalculable desconsuelo, supo la verdad. Fue en el sepelio de un conocido, cuando tropezó con mi lapida por distracción. Fue ahí cuando sus conjeturas se hicieron sostenibles. Fue en ese momento en donde comprendió todo. Fue aquel día en que nuestra promesa se cumplió. Yo vagando en estas oscuras tinieblas, él errando equivocados caminos.

Texto agregado el 24-04-2003, y leído por 234 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
24-04-2003 Me ha encantado tu relato, me puse nostalgica y me llene de vacio, la mentira es cruel y mal sentimiento en cualquiera sea el momento, el verdadero amor todo lo entiende y cuando amamos no nos importa nada mas que estar hasta el ultimo momento al lado del ser amado. sigue deleitandonos con tus relatos, un besito. Aire
 
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