Puedes apresar quimeras de golondrina al vuelo, mimarlas, besarlas, darle una palmadita en sus mellas y luego, nuevamente, dejarlas en libertad. Tomar los miedos más terribles y acurrucarlos a tu diestra, cobijarlos del frío y prender el farolito de tus risas para que no vean la oscuridad.

Puedes hacer que el dolor más grande de la historia se convierta en un susurro cada vez que acaricias la frente, besas la herida y regalas un “ya pasó”; convertir un hombre en niño y un niño en hombre en fracciones de segundo, incluso al mismo individuo con tus gestos, con tu voz, con tu mirada, con tu caminar.

Puedes lograr que la humanidad suba uno al hombro del otro hasta llegar a la luna y escribir en la superficie “tú y yo”, sólo por lograr de ti una sonrisa, aquella que será el punto de partida de la gloria total de tu querer; burlarte silenciosamente y asentir irónicamente de las veces que intentamos ser el hombre de la casa, elevando la voz, abanicando los brazos y dando ordenes; ya que sabes perfectamente quien lleva las riendas, la vida, el amor y la raíz, sabes perfectamente quien manda.

Puedes hacer que me levante temprano, vaya al oculista, al doctor y al cardiólogo, que comience los ejercicios y deje de fumar, que comience, esta mañana, a tomarme las pastillas que me recetaron, todo por intentar ser un poco mejor para ti; subirte a mis recuerdos, cabalgar con ellos por el prado de mis vellos, entrar al cubil oculto en tu corazón, fabricar con ellos suspiros, arrebujarlos en tu alma y regalármelos en celofán azul junto a un gorro de marinerito y una cajita de confetis.

Puedes hacer que camine a treinta centímetros del suelo y sobre las aguas, que convierta el agua en vino y que cure mis enfermedades, mis vértigos, mi ceguera y mis fracasos; que se calmen las aguas y los vientos de mi vida; no soy digno de que entres en mi alma, pero una palabra tuya bastará para el amar.

Así, y mucho más, es tu potestad; así es tu gran poder… Mujer