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El batallón se había instalado en la trinchera apenas traspasaron la frontera. En una rápida recorrida se apropiaron de todo lo olvidado por el enemigo.
La lluvia insistía en limar las frágiles paredes de barro, el agua cobriza teñía el suelo mojado. Los piojos y las sanguijuelas se encargaban de hacer lo que no podían las balas. Era la locura o la muerte y a veces las dos.
Tío Henri cuenta que la lucha era tan encarnizada que en algunas noches las balas trazadoras le permitían leer las cartas de su esposa y su pequeña hija.
Fue el primero en verla y por eso la tomó como propia. Sobre una pared en el sector donde dormían, emergía una pequeña flor amarilla.
Con el pasar de los días comenzó a hablarle. Primero para que crezca y luego tan sólo para que lo escuche. Sus compañeros no tardaron en tildarlo de loco. Esto poco le importó, si hasta le había puesto un casco a su planta para que no sufra el frió. Todas las noches la acariciaba y le contaba un cuento o le tarareaba una canción.
Una mañana, un general herido apareció con un jeep robado al enemigo. Después de curarse las quemaduras, el coronel le cedió el mando del batallón.
El frio les congelaba las lágrimas. De a poco se fueron acostumbrando a las nuevas exigencias. Ya no se les permitía hablar por radio ni escribir a las familias. El resto continuó más o menos cómo antes.
Después de una semana, mientras tío Henri hacía guardia fuera de la fosa, escuchó una explosión donde dormían sus compañeros. A los pocos segundos oyó como chocaba con un árbol el jeep tras patinar en la nieve.
Caminó hacia el vehículo. Allí estaba inconsciente el general, que sostenía en su mano derecha el detonador del explosivo. Henri arrojó un fósforo encendido dentro del tanque de nafta y corrió hacia la trinchera donde estaban todos los soldados muertos. Recogió su planta y silbando comenzó a caminar.
Le llevó un año llegar a su casa y ésta es la historia que repite cada vez que preguntan por esa flor amarilla que decora su jardín.

Texto agregado el 23-06-2004, y leído por 906 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
09-11-2009 Un tema bélico creado de manera muy original, realmente me gustó, saludos. barracuda
14-05-2006 me ha enganchado hasta el final, y me alegro ke tio Henri cuide en su jardin de esa flor amarilla. saludos brancaneves
10-05-2006 Buena evocación ,además el mejor soldado es el que se marcha a su casa .***** logarritmo
13-04-2006 Es un buen texto. Pulidita ligera, y será mejor. Como dice Gaviota: Promete. OrlandoTeran
26-10-2005 Leí tu cuento, León, y en principio lo encontré bello, te haré algunos comentarios cuando tenga unos minutos más, también te leeré otros trabajos. Ahora me voy corriendo y te dejo un abrazo. Gracias por visitarme. anaprado
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