-¿Estas seguro de hacer lo correcto?- Me preguntó.

-La verdad, no-

Tenía la impresión de que esa era la única pregunta que me hacía desde que lo conocí. Lo vi a los ojos; Un poco pequeños, de color azul claro, bajo un par de cejas bastante pobladas. Muy parecidas a las mías.

-Me recuerdas a mi padre, ¿No te lo había dicho antes?- Le dije.

-¿En serio?, eso es bastante gracioso-

-¿Por qué es gracioso?-

-Mira allí viene ya-

Levantó su mano izquierda señalando a la mujer que se acercaba a la tumba al pie de un árbol, vestía de un luto estricto y llevaba un ramo de flores entre las manos y las apretaba contra el pecho. Es ella, no cabe la menor duda.
Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que vino, recuerdo que estaba acostado observando el cielo estrellado cuando la vi por primera vez subir la colina hacia la tumba.

Era Ana, sus pequeñas manos morenas apretaban el ramo de flores como alguien que se aferra a su última esperanza, la primera vez no la reconocí hasta que mire sus ojos, esos grandes ojos negros; Pero ella no me vio, ni me escuchó.
Eso me dolió mucho, era mi pareja desde hacía dos años y mi piedra de anclaje desde que murió mi papá y no nos hablábamos desde esa noche que chocamos en el auto.


Yo no creo en espíritus ni apariciones, pero ahora sentado aquí sobre la grama, viendo como se aleja de mi otra vez, me hace pensar que no sobrevivió el accidente y que lo que estoy viendo es su alma. No lo se, todo es muy confuso.

Se levanta la luna sobre el cielo de una nueva noche, estoy con él otra vez.

-¿Estas seguro de hacer lo correcto?- Me pregunta.

-Si, tal vez venga esta noche-

-Si, tal vez, hijo mío-