No lo notan, incluso, estoy casi seguro que nos ven como los seres mas normales de su universo, de su propio universo, son unas bestias mansas bajo el embrujo del amor y, te lo juro, caen rendida solo con pequeñas palabras que demuestren lo que sentimos (pero que en realidad no sentimos o lo sentimos pero somos mas de no decirlo tanto).
Esos somos, para ellas, seres perfectos, Ángeles, príncipes azules en alados unicornios. Eso hasta que ven nuestra verdadera apariencia, hasta que ven o que realmente somos: seres ordinarios sin ningún poder especial, sin ninguna belleza (ni exterior ni interior) y nos convertimos en ratas de cloacas.
El hechizo se acaba con los años o antes con la rutina o incluso cuando ellas mismas se quitan la venda y óiganme todos de lo que les hablo es del amor.