Durante largos años, la hermosa niña estuvo esperando inquietamente una carta de su madre. Se había alejado de ella por uno de los más horribles conflictos que hubieron sucedido en el pueblo y que en medio de las entrañas de augurio de sus habitantes se fueron diluyendo de a pocos, desvaneciendo en el suelo, los quejidos y los espejos de rojo que bañaban fríamente los caminos.

La niña creció sola en la melancólica casa de una tía parca y estrábica que cuando no hacía caso de sus mandatos, la encerraba en un cuartucho de dos por dos que existía debajo del piso de las maderas de la casa, expuesta mortalmente a los mordiscos de ratas y pericotes que seguramente nunca habían comido un pedazo de queso. La niña quedaba en una abundante inmundicia, limitada a un minúsculo agujero que filtraba débilmente rayos de luz. Se acurrucaba en uno de los rinconcitos, recogiendo su faldita, entrecruzando sus bracitos y agachando la cabeza donde caían sus dos trencitas de princesa olvidada........ Continues…