Unos días antes de la navidad, el viejo cura retirado que vivía en el barrio, fue como todos los días a la panadería a comprar el pan recién salido de los hornos, porque así le gustaba.
Mientras esperaba, vio a Toñito, el niño travieso de la colonia que también esperaba por lo mismo y para matar el tiempo decidió platicar con el niño.
-Dime Toñito, ¿sabes qué se celebra en navidad?
-¡Ah, pues que viene el viejo barbón panzón!
-¿Cuál viejo panzón?
-¡Pues Santa Clos!
-¿Sabes quién nació hace 2010 años?
-¡Ah, cómo será usted, como usted es viejo sí sabe!
-¿Sabes quién fue Jesús?
-¡Claro, fue el que hizo el mundo!
Al borde del llanto, el cura, siguió:
-¿Sabes quienes fueron los Apóstoles?
-¡Fueron la pandilla de Jesús!
-¿Y Judas Iscariote, sabes quién fue?
-¡Claro, fue el que fundó la iglesia, fue el primer Papa!
-Entonces, ¿Pedro quién fue?
-¡Ah, pues es el que traicionó a Jesús!
Entre sollozos, el viejo cura continuó:
¿Cuando te mueras, Toñito, vas a ir al cielo o al infierno?
¡No voy a ir a ningún lado, porque no existe ni el cielo ni el infierno!
Casi convulsionando por el llanto, el viejo cura, que aún albergaba alguna esperanza de redimir al niño, preguntó:
¿Entonces cuando mueras adónde vas a ir?
¡Al hoyo, me dice mi abuelita cuando me porto mal!
Viendo una pequeña luz de redención, el cura preguntó:
¿Y los Reyes Magos, sabes cómo se llaman?
¡Claro, son Gastar, Malhechor y Basaltar!, y corrigiendo entre carcajadas, el niñó dijo: ¡No es cierto, se llaman Melchor, Gaspar y Baltazar, pero tampoco existen, porque los Reyes son los papás que nos traen juguetes si nos portamos bien; pero también eso es mentira porque yo siempre me porto mal y de todas maneras me traen los juguetes.
Por último, el cura, inmerso en su propio apocalipsis, débilmente hizo la última pregunta:
¿Ya hiciste tu primera Comunión?
¡Claro, y también la Confirmación!, ¿Ya no se acuerda que usted fue a mi fiesta?
El viejo cura, hecho un mar de lágrimas se fué, sin pan.