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Inicio / Cuenteros Locales / yuukoichihara / \"Las espinas de la rosa-Mano izquierda, mano derecha-\". Capitulo 1

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“Las espinas de la rosa”
-Mano izquierda, mano derecha-
I

-La chica del abrigo esta inerte sin decir ni una palabra. No puedo tratar de definir que fue lo que paso por su cabeza al verme ahí agitada y decirle que sabía que estaría ahí. Pude ver que levemente se sonrojo.
-Necesitaba verte.
-Yo también quería verte-respondió.
Guardamos silencio y solo nos miramos por un buen rato.
-Se supone que estarías en tu cita con Judith, ¿Qué fue lo que paso?
No respondí a la pregunta porque sabia que serian necesarias muchas explicaciones para tratar de decir lo que había pasado y no quería mirar al pasado para que este no me abofeteara o escupiera en la cara. Así que me dirigí a ella y la abrace, mis manos rodearon su cuello sujetándolo como si no me quisiera separar de ella. Los estremecimientos en mi cuerpo se hacían mas frecuentes haciendo que mi circulación se hiciera cada vez más rápida, la fragancia de su cabello y la que de ella emanaba parecían tener ciertas feromonas que me atraían. Ella no me había sujetado hasta que después de un tiempo mi piel logro sentir como posaba sus manos sobre mi cintura. No sabia si podía ser un sueño y si lo era, era uno de los que no quería despertar.
-¿Qué tienes? ¿Qué es lo que tienes que me hace estar pensando en ti todo el tiempo? ¿Por qué me gustas tanto? Estas tan cerca pero tan lejos de mi Natalia, eso me desespera. No te había dicho que cuando te vi irte con ella una cólera me invadió y me quede ahí sola, y vine a decirte que no me voy a dar por vencida contigo, no lo hare y no me importa pasar por encima de Judith si eso hace que estés conmigo. Nunca sentí esto por nadie más. Cuando estas cerca de mi haces que me entren ataques de ansiedad cuando me ignoras o desvías la mirada a alguien que no sea yo.
-Es extraño-respondí-tu haces lo mismo conmigo, pero cuando estoy cerca de ti haces que me confunda. Se que no debo decirlo porque puede cambiar la expectativa la visión que tienes de mi, pero creo que también lo siento cuando estoy cerca de Judith. Pero cuando estoy así abrazad con cualquiera de las dos siento que ya no lo estoy y quisiera quedarme así con esa persona, pero también se que no puedo estar con las dos al mismo tiempo.asi que ahora yo soy la que te pide tiempo para saber que es lo que necesito y que es lo que quiero y saber que es lo que deseas de mi.
-Lo único que ahora deseo de ti, es que estés así conmigo un rato más.
Las palabras parecían mariposas que rebotaban en mis oídos y no parecían tener complejo alguno. Ella me dio la cara, sus labios parecían estar llamándome y todo indicaba que los míos estaban llamándola a que sentía cierto palpitar en ellos que solo ceso cuando se posaron en los de Mónica.
Ella se rio un poco y con su mano despejó mi frente de mi cabello.
-Me tengo que ir, solo vine a decirte eso. Ojala podamos platicar luego, la verdad me encantaría-dijo al momento en que nos despegamos.
Mis manos acomodaron el vestido y pase el cabello despejado detrás de mi oreja asintiendo con la cabeza y sonriéndole nuevamente. Ella paso a mi lado y nuestras manos se rozaron mientras caminábamos en direcciones contrarias.
-Adiós Natalia, que descanses.
-Tu también Mónica.
Partió bajando las escaleras. Su cabello negro se movía de un lado para otro hasta que cambio de lado para descender al siguiente nivel. Yo por mi parte subí al cuarto piso y camine por el corredor. Toque la puerta y esta se abrió lentamente. Lei me recibió con una cara seria que se volvió sonrisa cuando me vio. Me hizo pasar deprisa la habitación.
-¡Mónica estuvo aquí! hace unos momentos.
-Si, la vi bajando las escaleras. También me la encontré esta mañana cuando Judith me espero abajo. La verdad creí que iba a morir ya que estaba junto a Irais.
-¡Espera!, ¿dices que ella estaba con Irais? Y ¿Qué hacia Irais aquí?, se supone que ella no esta en los dormitorios- Lei guardo silencio un rato y después vio mi cara y supuso lo mismo que yo había supuesto en la mañana-¿crees que algo haya pasado entre ellas?
-Tuve la oportunidad de preguntárselo, de hecho lo hice pero me detuve antes de que ella me respondiera, y en si no me debiera de importar….
-Pero te importa, no lo puedes negar si no, no te pondrías seria y después enojada y ahora lo que quieres es darle el beneficio de la duda ¿cierto?, es muy sabio de tu parte hacer eso ya que tu no tienes nada que ver con ella, pero el hecho de que ella hubiera estado aquí me hace pensar que algo volvió a pasar entre ustedes.
-¡Vaya que eres sutil!-respondí sarcásticamente ya que Lei parecía saber mas de lo que decía que ya de por si era demasiado.
-No soy sutil, solo se que Vanesa e Ivonne son muy comunicativas cuando una sabe tocar ciertos temas.
Sabia perfectamente que tanto Vanesa como Ivonne solo conocían la versión de que yo y Mónica nos encontramos en el invernadero por lo cual Lei no podía saber nada por parte de Ivonne, pero aun quedaba Vanesa; aunque descarte esto ya que Mónica tampoco andaría contando nada que fuese perjudicial para ella, además esa comunicación y la cualidad de saber tocar ciertos temas de Lei era lo que ella quería hacer conmigo ahora.
Por alguna extraña razón me sentía forzada a decírselo, platicarle lo que paso entre Mónica y yo ese jueves, además de la platica con Judith durante la cita y lo que paso hacia una media hora antes otra vez con Mónica ya que no quería que Lei volviera a estar de ese carácter que tenia la noche anterior. Después de platicarle y pedirle que prometiera no decírselo a las demás solo una pregunta salió de sus labios que había estado mordiendo continuamente mientras hablaba y ella escuchaba atenta sentada en su cama.
-¿Qué vas a hacer? No puedes estar con las dos aunque ellas te hayan dicho que esta bien, digo, no es moral y muy ético que digamos.
-¡Lo se!, ¡lo se! ¡Me lo dijo también Ivonne!, pero la verdad estoy confundida. Lo que pasa es que cuando esto cerca de cualquier otra persona mi cuerpo esta tranquilo, mi corazón late normalmente y mi respiración es fluida, pero cuando estoy cerca de alguna de las dos mi cuerpo empieza a tambalear, mi corazón late con fuerza y mi respiración se hace agitada.
-¡Es que niña, es muy obvio, estas enamorada! Lastimablemente estas enamorada de dos personas. Quisiera decirte que esta bien que sientas eso, pero creo que no es normal. Por lo menos debes de estar mas enamorada de una de las dos, una por la cual tu cuerpo se estremezca mas, una por la cual tu corazón lata a mas no poder y sientas que sale de tu cuerpo y una por la cual tu respiración se hace mas pesada hasta asfixiarte por estar ante ella.
Moví la cabeza en señal de negación. Lei suspiro y solo sonrió.
-Ivonne tiene razón-dijo levantándose y moviendo sus hombros- tú eres la única que podrá saberlo a la larga pero para entenderlo debes de sufrir un poco.
-No te entiendo, ¿a que te refieres con “sufrir un poco”?.
-Es un secreto, lo sabrás cuando estés lista para admitir lo que eres y que es lo que quieres, por lo mientras solo debes saber que tus deseos, lo que quieres y lo que anhelas esta tomando forma. Voy a la biblioteca, vuelvo en un rato-dijo al encaminarse a la puerta.
Trate de acompañarla pero ella me pidió que no lo hiciera, que me quedara ahí, que no tardaría. Algo en sus palabras sonaba raro era como una sequedad en ellas que volvían a mezclarse con un sentimiento de nostalgia, aunque no podía estar segura de que lo fuera.
Lei tardo algo de tiempo en volver, sin embargo lo hizo con las manos vacías para haber ido a la biblioteca, no hice comentarios al respecto ya que sabia que estaba actuando raro otra vez aunque ella trataba de disfrazarlo muy bien.
Vanesa bajo después para acompañarnos y dirigirnos a la cafetería donde nos encontramos con las demás chicas. Todas sabina de la cita que había tenido con Judith y trataba de evitar el tema ya que cada vez que una de estas me hacia una pregunta o un comentario, veía la cara de Lei contristarse un poco. Después de terminar de cenar salimos de ahí aunque Vanesa y Lei se quedaron detrás de nosotras platicando. Estaba en la habitación sola leyendo el libro de poemas que me gustaba el libro que la madre de Brenda había escrito, aun me parecía increíble que esa pelirroja tuviera en su casa a una escritora como madre. Mis ojos se movían de izquierda a derecha leyendo los versos del poema y sentía que cada palabra de la oración era lo que podía sentir en esos momentos.
“Puedo esperar a que me ames para no regresar al pasado
queriendo llorar al no verte a mi lado si saber que me hieres
marchitando la flor cuyas espinas me han cortado
poniendo tanta miel a la verdad y andando muerta luego de resucitar.”
El sueño me gano recostada en la cama y la luz de la lámpara se atenuaba al parecer a medida que estaba en silencio para que mis parpados se cerraran. Lei no llego tarde a dormir esa noche a la habitación.
Ella salió muy de mañana como suele hacerlo para correr y volvió hasta después del desayuno bañada en sudor. Pasó al baño sin decirme palabra alguna y estuvo en la regadera por largo rato. Preguntarle si estaba enojada era muy tonto ya que era evidente pero jamás la había visto de esa manera.
Salió después con esa cualidad que tenia de estar envuelta en su toalla vistiéndose en la habitación como si nada.
Parecíamos dos extrañas sin nada que decir, solo yo sentada en mi escritorio dándole la espalda hasta que ella terminara de vestirse excusándome mientras un libro en mi escritorio estaba abierto de par en par.
-¿Qué lees?-pregunto de repente.
-Acerca de la tarea de historia, no la he terminado-dije sin volverme.
-Perdóname.
Seguía sin voltear pero esto me había hecho sorprenderme demasiado. “Perdóname” esa palabra podía significar muchas cosas pero no sabia de que debía de perdonarla. Me volví a ella, estaba de pie sujetando la toalla en sus manos y vestida de sus jeans deslavados, su blusa azul y sus tenis con el cabello aun algo húmedo y despeinado. Me levante y camine hacia ella. Tome la toalla de sus manos y le seque las puntas de su cabello mojado el cual ya había soltado algunas gotas de agua sobre la blusa en el área de los hombros.
-¿De que tendría que perdonarte?, tu no me has hecho nada Lei-dije al pasar la toalla sobre su cabeza.
-De todo. De mi seriedad de que tú estés en esto enredada y en lugar de que yo te apoye como tu amiga lo único que hago es darte la espalda. Se que debes ser feliz y no debes amargarte tu vida pero por alguna razón me siento incomoda con esto, es extraño, no creo que lo comprendas. Tal vez estoy sobre exagerando las cosas, por eso te pido perdón.
Le quite la toalla de la cabeza y la mire. Su cabello negro cubría sus ojos, así que los desplace hacia los lados.
-Lei…… yo no podría estar enojada contigo. Tu eres un amor conmigo y te agradezco que seas mi amiga-la abrace pegándola hacia mi. Y dejando que su cabello rozara mi piel.
Sus manos rodearon mi cintura y un tímido gracias se escucho salir de aquella chica. Solo pude sonreírle y volverla a abrazar.
La tarde la pase con ella caminando por la escuela; el viento era fresco y las hojas encantadas por el otoño caían pasando entre nosotras, algunas nos golpeaban la cara y otras caían posándose en nuestros hombros. Recostadas en un árbol miramos el seco paisaje de hojas color pardo y las nubes transitando por el cielo quitadas de la pena. En nuestro camino atravesamos en invernadero al cual ingresamos a regar las macetas y plantas de su interior para después llegar a el kiosco que en su haber tenia frente a el a la capilla, cerrada, inerte como la había visto desde un inicio.
Los recuerdos de las palabras del vigilante. Si esa construcción pudiera hablarme me podría contar lo que Mónica pensaba en esos momentos cuando ella quiso suicidarse. Preguntarle a Lei algo que ella ni podía tener idea me parecía absurdo adema de que no debía estar metiéndome en algo que ni siquiera Mónica me había contado y lo cual pensé era lo mejor. Aunque debo admitir que la curiosidad de entrar era grande sin embargo sentía que si me dirigía a ella y la abría la nostalgia de ese lugar se apoderaría de mí como una posesión de sentimientos encontrados, eso era lo que me lo prohibía. Pasamos junto a estas dos construcciones mientras procuraba mirar el kiosco a detalle como tratando de recordar todo, cada suceso y cada segundo que habían tenido lugar ahí.
Después de vagar un poco regresamos a los dormitorios donde Lei se adelanto a subir mientras yo me dirigía al teléfono ubicado debajo de las escaleras. Tomando el aparato, coloque la bocina en mi oído y el sonido de la tecla marcada se escuchaba. Mis dedos apachurraban lentamente procurando no cometer ningún error al hacerlo cuando recordaba el número.
La espera de algunos segundos como era normal se presenció mientras estaba en silencio para que el ruido de la persona que sujetaba el teléfono del otro lado de la línea contestara. La voz varonil de aquella persona me sonaba tan absorta pero me alegraba escucharla después de casi dos meses fuera de casa y con solo una llamada a mi hogar.

Texto agregado el 04-04-2010, y leído por 98 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-04-2010 Bien, se lee con soltura, hay fluidez...No es mi tema, pero hay que reconocer que el relato está muy bien trabajado, seguiremos. churruka
 
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