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Inicio / Cuenteros Locales / silversoncco / LA FELICIDAD Y LIBERTAD DE ABUNDIO

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Abundio, quedó maravillado cuando contempló la jaula del canario abierta y a él como esperándole. Saltaba de rama en rama y después de regalarle su última melodía, alzó vuelo. Del jardín de su casa, se dirigió a la cocina, todo lo veía diferente, el enorme reloj que adornaba la pared principal, detenido a las ocho, objetos que se habían perdido, ahora se exhibían a la vista. No dio importancia a estos hechos extraños porque se sentía feliz y libre a la vez, tal como el canario que permaneció encarcelado por años. La felicidad y libertad que experimentaba, nada tenía que ver con la pregonada por Aristóteles, platón y Kant, la que estaba viviendo era inexplicable. Buscó a su madre por toda la casa, no estaba allí, le pareció extraño porque casi nunca salía, pero sus pensamientos no fueron a más, puesto que cada objeto que miraba lo remontaba al pasado y lo volvía a vivir. En el comedor miró otro reloj parado a las ocho, pasó de él, se topó con la vitrina y sus ojos vieron un pequeño libro de misa, por segundos volvió a ser ese niño, que vestido de marinero y apretando con su pequeña manita la vela de primera comunión, se encaminaba a la iglesia a recibir la sagrada ostia. Encima de la vitrina descansaba llena de polvo la copa que ganó en el colegio jugando ajedrez. Sin quererlo, de pronto, brotaron lágrimas de sus ojos, y volvía a escuchar los aplausos de sus compañeros de aula cuando recibía el trofeo. Lo que le sucedía era algo inusual, que jamás había experimentado, ser feliz y libre a la vez, era imposible en este mundo en el cual se veían tantas cosas malas, porque desde el más humilde hasta el más poderoso, hacían daño a esta hermosa tierra que no era la culpable de la desgracia del uno por ser pobre y la crisis económica del otro por creerse dueño de la verdad respaldado con lo que le robo al pobre. Quiso escuchar el hermoso sonido del reloj de pie, toda una reliquia, y que adornaba la sala, pero tan igual que los otros también estaba detenido a las ocho. Dejó su casa y paseó por el barrio, no comprendía el sufrimiento de las personas que caminaban con las miradas perdidas, llenas de dolor. Niños pálidos que regresaban de sus colegios, tal vez con sólo una tasa de té en el estómago. Pensó en el Príncipe Siddharta cuando abandonó ese mundo de luces y sombras y por vez primera se encontró con la realidad y no podía creer lo que veía. Don Abundio, quería entregar parte de su felicidad y su libertad a esas personas que sufrían, pero sabía que era inadmisible.
De regreso a su casa, la vio llena de personas, dentro de su felicidad y libertad quiso entrometerse el miedo, no pudo… porque ellas formaban una coraza impenetrable. Observó a sus familiares y amigos charlando, pero nadie le saludaba, sólo escuchaba decir_ el pobre murió a las ocho_, lleno de curiosidad fue a la sala, y se encontró con un hermoso ataúd, miró su interior y quedó estupefacto al ver que el muerto era él.

Julio Santa Ana Eyzaguirre
Terrassa 17- 2010
España

Texto agregado el 11-04-2010, y leído por 136 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
22-04-2010 Ser feliz y libre al mismo tiempo, es muy dificil en esta tierra. Por eso el autor lo lleva al plano inmaterial. Felicitaciones. elcritico
13-04-2010 Hace pensar en la muerte y desde el punto de vista del autor, la muerte no sería tan mala. elpatriarca
 
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