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Inicio / Cuenteros Locales / mariosegoy / Un día más para doler

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La noche ha pasado por completo en efímero frenesí. Las luces y sombras de la velada serán recordadas mañana como una pesadilla confusa y un poco atemorizante que querrá ser olvidada con presteza, así como querrá ser olvidado el dolor y la desesperación.

Luces, siluetas, pasos, banquetas, puertas abiertas invitando a una aventura de alcohol y demás. Las horas parecen pasar muy lentamente y el lastimero recuerdo de una voz le empuja a extasiarse. Recuerda mucho aún; no quiere recordar nada ni volver a tocar el suelo con los pies. La realidad es lo último que quiere y necesita si ya no la tiene. La realidad es una mierda sin el aliento y el empuje de quien le alimenta el alma y le recuerda que el día es un inicio nuevo de lo tanto que tiene por delante, con motivos nuevos, con ideas fuertes y con razones pendientes. La realidad es lo último que quiere, está muy vacía, está cuadrada y tenebrosa y llena de demonios que no creó y que le atacan cada vez que los recuerdos le llenan las horas.

No quiere estar sólo, pero no soporta la compañia de nadie que no seás vos.

La noche se sigue llenando de basura y emoción; cada puerta penetrada es un paso perdido que no recordará luego, pero que quedará como un sueño que la mente bloquea por ser demasiado para soportar. Tragos, cigarros, gente, ruidos y sonidos, música y torturas auditivas, uno a uno son elementos de una noche que nunca debió haber pasado y que no quiere tener que repetir.

A cada trago, a cada paso se siente peor al darse cuenta de que,no encuentra el valos para hacer lo que realmente quiere y desea con desesperación. Sabe a la perfección que ya no quiere nada más, ni un reemplazo, ni más gente, ni música, ruidos, tragos, cigarros. Ha sido suficiente por hoy. Es hora de enfilarse paso tras paso, dificultosamente hacia la salida que le lleva a la salida. Las sombras se duplicaron y así mismo parece haber pasado con el camino que sabe que recorrió. Las banquetas son confusas y las puertas parecen derretirse. Los ruidos han empezado a callar y las estrellas parecen menos en el cielo; un cielo que parece haberse acercado demasiado y le marea. Al detenerse en la esquina parece no ser él. No se siente como siempre. Las sensaciones han cambiado demasiado en su cuerpo. Siente unos brazos pesados y etéreos, piernas inquietas por ratos y adormecidas a la vez; le provoca correr y quedarse en el suelo, golpear el suelo y alcanzar el cielo negro sin secarse las lágrimas.

Hace una pausa en el camino y se sienta en la jardinera de la esquina. Enciende un cigarro más y deja que el humo se moje en una lágrima nueva. Escalofríos recorren su piel al ritmo de los recuerdos de momentos juntos intercalados con los de esa noche. El corazón deja de latir tan rápido y el cielo parece alejarse a su distancia acostumbrada al mismo tiempo que su tono varía y las estrellas cambian de día. Cansancio; esa es nueva... entre todas las sensaciones de la noche, el cansancio físico hace su debut sin lograr acallar los demonios.

Una llave se baña en el sudor de su mano mientras el ritmo en su interior vuelve a crecer.

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El calor de la habitación es insoportable. Tirado en la cama en ropa interior, las ventanas abiertas y el calor es insoportable.

La cabeza da vueltas y la garganta castiga con su resequedad. La espalda es un nudo entero al igual que la mente y el corazón. No, el estómago no, el estómago es un mar inestable que juega al huracán.

Una maraña de recuerdos se atraviesa frente a sus ojos mientras se pregunta cómo habrá guardado el carro. Se levanta con esfuerzo y se dirige a la ventana para corroborar que realmtente el vehículo está allí; más tarde verá que esté intacto.

Siente extraño el rostro y el espejo le cuenta que es por las lágrimas secas en sus mejillas. Al ver sus ojos recuerda, en un destello, haberlos visto en el espejo retrovisor al momento de cerrar la puerta y arrancar. Entre las vueltas de su huracán estomacal, recuerda las esquinas de la calle sin reconocer el destino, el viento entrando por la ventanilla tratando de callar sus pensamientos y el sonido de un motor que ruge en un trío completado por su dolor y su desesperación.

Se volvió a tirar en la cama y puso su mirada en una llave que pensó que sería su arma suicida. Aún no logra entender por qué nunca salen las cosas como quiere. Si tan sólo tuviera el valor de usar un arma de verdad y ponerse un fin decente; o llegar a esa orilla y pintarle vetas poéticas a una caída sin final.

Tratará de dormir. Tratará de ignorar lo que siente y lo que desea para ver si vale la pena cumplir con los requisitos de la vida y con lo que el mundo espera de él. Seguirá adelante un día más, unas horas más; uno por uno los minutos, ignorando la desesperación del encierro en su cuerpo y los golpes de sus pensamientos queriendo estallarle la cabeza. Tratará de olvidarte una vez más, de encerrarte en la botella que se terminó y tirarte con tus recuerdos lo más lejos posible, aún a sabiendas de que al caer al suelo se romperá y te dejará salir, que en poco tiempo le encontrarás de nuevo y le llevarás a vivir otra noche intensa y nauseabunda, a buscar el lado letal de la vida y empujar la baranda del precipicio.

Un día más, luego será otro y otro y otro, hasta que llege el verdadero y nos dejemos de ensayos.

Texto agregado el 15-04-2010, y leído por 134 visitantes. (0 votos)


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