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Hace dos meses, Doña Gertrudis llevaba consigo un gran dilema. Deseaba pertenecer a un club social, pero no sabía cual le convenía más, si el club cívico Damas de Guaynabo o el club Amigas de la cultura.
Este deseo surgió a raíz de haberse pegado en la loto. Y comenzó a roer su mente la idea de darse importancia, de que la vieran con amigas de la alta sociedad.
“Quien se codea entre ellas aunque sea el perfume se le pega”, pensaba doña Gertrudis.
Decidió conocer que labor desempeñaban estas mujeres en estos clubes. Y por qué todo el mundo las ve con diferentes ojos.
Al día siguiente, salió a visitar el club Amigas de la cultura. Se preparó mentalmente para saber como presentarse, pero al preguntar quién estaba a cargo del club, con solo mirarla valió para que le dijeran que tenía que hacer una cita con la directora porque en esos momentos estaba de vacaciones.
No muy contenta, de allí se fue al club cívico Damas de Guaynabo. La señora que salió a recibirla llevaba puesto un enorme sombrero y un elegante vestido. Doña Gertrudis no pudo ni abrir la boca, y decidió retirarse sintiéndose más infeliz que un cobrador de empresa que vende a crédito.
A partir de ese momento, doña Gertrudis se propuso ser alguien en la vida, no la mofa de la alta sociedad.
Al día siguiente llamó a Consuelo, su mejor amiga, y le contó su sueño frustrado, a lo que la amiga contestó:
–¿Ya descubriste cuál es tu lugar en la sociedad? Eso te sucede por orgullosa.
–No es eso Consuelo, es que yo quería conocer ese mundo.
–¡ Ay Gertrudis por favor, no seas ilusa! Si al nacer te bañaron con oro, perteneces a esa sociedad, pero si sólo utilizaron agua bendita, aprende a sacrificarte y a valorar lo poco que tienes. Para pertenecer a esa gente necesitas tener mucho dinero, sólo para satisfacer deseos.
–Sí… yo sé, pero lo que tú no sabes es que yo me pegué en la loto.
–¡De veras!, que calladito te lo tenías. ¿Y con cuánto te pegaste?
–Con veinte mil dólares –respondió doña Gertrudis.
–¡Pero mujer, tú no sabes que ese dinerito se te acaba ya mismo! Con dos o tres arreglos que le hagas a la casa tendrás que volver a jugar para terminarla. No te das cuenta lo cara que está la vida. Ahora mismo, en luz y agua se te va la mitad, por lo caro que está el combustible.
–Consuelo, creo que tienes mucha razón –dijo doña Gertrudis.
–Así es, amiga, este mundo está poblado de gente que tienen dinero para botar y de los que tenemos que excavar profundo para encontrarlo. Pienso que cada uno debe alumbrarse con la estrella que trajo al nacer. No te metas en esos líos, que sólo lograrán robarte el sueño. Es mejor comer bien y dormir tranquila que tener que ahorrar para comprarte el vestido que te exijan esas damas cívicas de Guaynabo.


Texto agregado el 15-04-2010, y leído por 336 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-04-2010 ya me considero un admirador tuyo!!!!!....salu2.. xxludoxx
16-04-2010 excelente prosa!!!!!!...hermoso....salu2.... xxludoxx
 
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