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ANIMALANDIA (EL RSTAURADOR DE PAISAJES parte 1)

Limbo se despertó sintiendo la necesidad de tener un amigo, uno de verdad, de esos que respetan tus silencios, que te saben escuchar, que cuando tienes un mal día lo entienden e intentan que ése mal día se maquille con sonrisas y con muestras de aprecio hasta transformarlo en un día equilibrado. Limbo no era su nombre, le llamaban así porque al tener problemas de audición se distraía mucho, aunque eso no le privaba tener buena memoria. De estatura media y rostro muy expresivo, todo él poseedor de una marcada y agradable personalidad que a nadie pasaba desapercibida.

Los amigos no se compran, pensaba Limbo no puedes ir a una tienda y decir: póngame un amigo, lo quiero lo antes posible ¿tienen en existencia? ¿Me puede mostrar alguno?
Mientras desayunaba delante de la ventana que daba al gran jardín de la casa mojando galletas en chocolate caliente con la mano izquierda, con la derecha pasaba las páginas de un diario atrasado (si, es verdad, leer un diario atrasado es como comer pan duro, pero ¿quién no ha comido pan tostado acompañado de mantequilla y mermelada de lo que sea?) un pequeño anuncio llamó poderosamente su atención. De repente ya sabía donde poder conseguir un amigo. Se apresuró en terminar su desayuno, después recogió toda la mesa, acabó de arreglarse y pronto estaba sobre su 4x4 (=16) aventurándose por una carretera llena de suaves curvas. Al rato y siguiendo una destartalada y torcida señal de tráfico cogió un pequeño desvío nacido de la parte derecha de la carretera secundaria. Las curvas empezaron a ser más pronunciadas, el asfalto, que antes cubría y cuarteaba la carretera, ahora brillaba por su ausencia. Las ruedas del potente coche dejaban su dibujada huella sobre el camino a la vez que levantaban tras de si una gran nube de polvo anaranjado.
Por fin Limbo dio con el cartel que le anunciaba su llegada al recinto, emocionado aparcó el vehículo, de un salto bajó del 4x4 dispuesto a conseguir un amigo, no uno cualquiera y para un rato, no, uno para toda la vida. Cruzó la vieja verja de la entrada, a su izquierda encontró un pequeño habitáculo del que huía la pintura blanca por momentos, entró. Supuso sin equivocarse que aquél pequeño espacio era el que utilizaban como despacho. Un hombre algo mayor estaba trasteando fichas de grueso papel en un fichero antiguo de color verde, levantó la vista y le dijo mirándole por encima de sus gafas: tome asiento por favor enseguida estoy por usted; tenía el cabello blanco, media melena sin peinar, y lucía también un bigote a juego. Una bata blanca desabrochada y no muy pulida cubría su ropa de calle. Le dio la sensación de ser un buen hombre. Poco después dejó el fichero a un lado y miró a Limbo fijo a los ojos.
-Mi nombre es Arturo-dijo a modo de presentación el hombre de la bata blanca mientras se levantaba a duras penas de su incómoda silla de madera para estrecharle la mano-¿En que puedo ayudarle?
-Soy algo duro de oído, tenga paciencia conmigo por favor.-Informó Limbo a su interlocutor con su agradable voz y un volumen normal cosa que hizo sentirse raro a Arturo cuando alzó la voz para decirle:-Mi nombre es Arturo ¿En qué puedo ayudarle?
-Me gustaría adoptar un amigo.-Le respondió Limbo. Su cara denotaba tanta alegría, era su fiel reflejo (de haber tenido mi enciclopedia una fotografía para describir la alegría, no me hubiese extrañado ver la cara de Limbo en éste preciso momento)-no uno para un corto periodo de tiempo-continuó diciendo Limbo- uno para toda la vida.-A Arturo Limbo le causó muy buena impresión.
-¿Y dígame señor…-Preguntó el hombre de la bata blanca dejando la pregunta abierta colgada en el aire-viene con alguna idea determinada?
-Me puede llamar Limbo, aunque entenderá que no es mi verdadero nombre. No, no traigo nada en mente. Supongo que lo normal es dar una vuelta por el recinto y ver si alguno de ellos llama mi atención.
-Entiendo. Le he de informar no obstante que lo que puede llegar a ver le puede resultar desagradable, no todo el mundo entiende la necesidad y la tristeza que invade a muchos de los seres que habitan el recinto.-
-Lo entiendo y me hago cargo.
-De acuerdo señor Limbo, si es tan amable de seguirme.- A Arturo le resultaba un tanto incómodo levantar el tono de su voz al hablar mientras Limbo le contestaba en un tono normal, pero así estaban las cosas. Se levantó de nuevo de la incómoda silla con ayuda de un bonito bastón de madera labrada y salió de la reducida estancia seguido por Limbo.-La alegría del buscador de un amigo pronto se transformó en tristeza al comprobar la cantidad de ojos tristes que cruzaban sus miradas con la suya. Los había de todos los tamaños colores y razas, aunque los que más abundaban eran los cruzados, los de raza indeterminada. Limbo no podía albergar tanta tristeza en su interior, por lo que pronto cambió de pensamiento intentando ser positivo: -Y dígame señor Arturo ¿Qué cantidad cobran por amigo?-Preguntó mientras metía una de sus manos en el bolsillo de su pantalón buscando un fajo de billetes para cerciorarse de que estaban donde los había metido al salir de casa.
-Ha de saber que todos están vacunados y llevan su chip correspondiente, aun así la cantidad varía según si es de raza o callejero. Entenderá que cobremos más por los de raza.
-Entiendo.-Informó Limbo.-Y ¿Cuáles tiene más difícil abandonar el recinto?
-Indudablemente los más caros. Normalmente las personas que quieren comprar uno lo prefieren de raza, entonces acuden a las tiendas, raramente se toman la molestia de venir hasta aquí. Los que acuden a visitarnos lo hacen con la intención de conseguir uno lo más económico posible.
-Entonces y sin dudarlo vayamos a ver a los que menos posibilidad tienen de abandonar el centro.-A Arturo le cambió la cara al oír las últimas palabras pronunciadas por Limbo; aunque el trabajo era muy pesado Arturo estaba allí porque le gustaban mucho los animales, y sólo de pensar que uno de los que tenían menos posibilidades de abandonar el centro lo más probable era que lo adoptasen, le hacia sentirse feliz.
Al poco de andar estaban ante una cincuentena de perros que los miraban con pena mezclada con gratitud. Limbo no sabía a cual mirar intentando descubrir un chispazo especial en alguno de ellos, pero eran tantos.
-¿Quiere que le ayude a hacer su elección?-.Preguntó Arturo con buena intención.-Si es así podemos ir eliminando a los que no…
-De acuerdo.-Contestó Limbo sin dejarle terminar la frase.-Se le encogía un poco el corazón a cada uno que decidía que no. Al cabo de una media hora aún diez candidatos tenían esperanza de encontrar un hogar antes de que terminase el día.
Media hora después sólo cuatro pares de ojos le miraban esperando ser el elegido.
-¿Puede decirme el precio de cada uno de ellos? Quizás eso me ayude a tomar una decisión.
-El perdiguero negro de pelo rizado sale por unos 200.-Le informó Arturo mirando el listado de precios.-El Labrel persa blanco también sale por lo mismo. El perro Faraón color canela cuesta 250 y el Bullterrier blanco 150. Limbo dejó de mirar por un momento a los animales para contar el dinero del que disponía, su mente estaba contemplando la posibilidad de adquirir dos perros. Al levantar la mirada de los billetes se cercioró que todos y cada uno de los animales le miraban muy atentos, parecían entender a la perfección lo importante del momento.
-¿Hay algún descuento si me llevo dos?
-Lo siento amigo, sólo le puedo hacer algo de descuento si se queda tres- Le contestó Arturo-¿Cuál de ellos puedo devolver a su jaula?-Esa pregunta hizo que Limbo se diera perfecta cuenta de lo que suponía su nueva decisión.
-¿Cuánto me costarían tres?-Preguntó esperando tener bastante dinero para poderlos adquirir.
-Depende de que tres.-Le contestó Arturo.-
-Sólo tengo 600.
-Creo que voy a hacer una excepción con usted, me ha caído bien. Mire. Estoy dispuesto a darle los cuatro por ese dinero si me asegura que los tratará bien y que tiene espacio suficiente y recursos para ello.
-¿De verdad?-Se alegró Limbo.-No me gustaría causarle problemas por ello.
-Usted tranquilo, no lo haría si no pudiese hacerlo. Ya me las apañaré con mi superior, vayamos al despacho a hacer los trámites de adopción. Lo del papeleo me saca de quicio, pero entiendo que es necesario.-iba diciendo Arturo mientras llevaba las correas de los cuatro perros afortunados que más contentos que unas pascuas andaban alrededor de los dos hombres.
-Pedro prepara a estos cuatro amigos mientras arreglo lo del papeleo, han encontrado un hogar.
-¿Los cuatro?-Preguntó sorprendido y muy contento uno de los ayudantes del centro: “Animalandia”
-Si, si, los cuatro.-Contestó contento Arturo.
Casi sin darse cuenta Limbo circulaba de vuelta a su casa rodeado de amigos de cuatro patas pensando: ¿Se compran los amigos?
Uno de ellos le contestó con un leve ladrido, pero Limbo no lo oyó.

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¿y Walas? ¿Oyó que los cuatro perros le tarareaban el FELIZ CUMPLEAÑOS?
17-04-2010

Texto agregado el 18-04-2010, y leído por 279 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-04-2010 Me encanta esa reflexión que haces sobre la amistad y me fascina la forma tan inteligente como la plasmas. ¡Eso estuvo genial! Me encantan, sobre manera, la imagen” era como la de haber tenido en la enciclopedia una fotografía para describir la alegría.” ¡Hermosa de toda hermosura! En cuanto a la historia creo que en la frase “de raza indeterminada” se recoge el corolario del significado de esta historia. Esa frase es de pedigrí, ya que un amigo verdadero no necesita un certificado de cuna para ser amado. Placer leerte y ¡qué lindo que le hayas hecho honor a alguien especial como Walas! Un abrazo a ambos. Sofiama
23-04-2010 bellisimo,te sigo vi que hay un nuevo capitulo...****** shosha
20-04-2010 Un bello relato, pleno de sensibilidad y ternura para con el mejor amigo del hombre.Mis********* almalen2005
19-04-2010 Jjejeje, que tierno , me gusto mucho. Las actitudes de humanos y perros son bien descritas con tanto gozo quizas al escribirlas que trasmite los tonos, los ladridos, los gestos…espero que Walas no tenga un poco de Limbo y sí haya escuchado su Felíz cumpleaños. Muy buen cuento. eufemia
18-04-2010 Jajaja... sí que lo oí, gracias que no tengo el mismo problema que Limbo. No sabes cuan identificado me he sentido con el relato, puesto que mi perrita Jara fue adoptada de un centro como el que describes, y además era de las de difícil adopción por su pasado de malos tratos. LLevo alguna cicatriz conmigo pero ha merecido la pena. Espero, deseo, que sea uno de esos cuentos que acaben más o menos bien. Esos amigos lo merecen. ¡Te seguimos con máximo interés! ***** walas
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