Se estaba yendo ya el escritor, cuando el tabernero lo llamó:
“Espera, los sentimientos son reales y los personajes los inventaste” “¿Por qué una princesa?”
El escritor se dio vuelta, retrocedió y pidió otra cerveza. “Porque ella es blanca y rubia y ruborosa, sus ojos brillan en su sonrisa mágica y es esperanza de futuro” “Algún día será reina de un mundo de alegría”
“¿Y por qué un caballero noble?” siguió preguntando el cantinero. “Porque ella nunca vio en él un príncipe” “Desde el primer momento lo vio caballero y noble pero nunca pensó entrarlo a su palacio”
“Luego la viste mujer en una isla, dueña de ella”
“Es que ella es mujer además de princesa, luchadora solitaria, que podría estar llena de dolores y derrama alegría, simple y payasa. Admirarla es tan fácil como amar su sonrisa”
“¿Y por qué flor?, insistió el tabernero, mientras llenaba el vaso.
“Por su color, por su perfume, porque es hermosa, porque mirarla te llena de placer”, dijo el escritor como ensoñado.
“Y roja, ¿por qué?”
“Porque despierta deseo y pasión”
“¿Y por qué jardinero?, siguió, preguntón.
“Para mirarla, para estar cerca, para aspirar su perfume, para ver el brillo del rocío sobre sus pétalos, para cuidarla y amarla aún cuando algún día esté marchitando…” contestó el escritor.
“¿Y sirena?”
“Porque puedes mirarla, disfrutar su belleza, y aún abrazarla o besarla, pero jamás poseerla”
“¿Y pescador?
“Porque los pescadores sueñan solos en su barca mundos de placer y ensueño…porque cada vez que recogen la red esperan encontrar la perla o la joya que les permita llegar al tesoro escondido… porque siempre esperan y siempre tienen fe” dijo el escritor soñador.
“Ella se convirtió en un tesoro escondido, una vez”, recordó el tabernero.
“Nadie sabe que ella es mi tesoro escondido” replicó el escritor
“Recuerdo”dijo el tabernero, ya sentado en la mesa del escritor, “que una vez escribiste sobre Humberto, un anciano enamorado de una enfermera” “Ella nunca lo amó, y creo que nunca creyó en el amor del anciano” “Pero él murió soñando su sonrisa, enamorado” “¿Fuiste tú?”
“No…ese seré yo” se levantó el escritor