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Soy un recluso condenado a cadena perpetua por un doble homicidio agravado que nunca cometí, cumplo la condena en el penal de máxima seguridad de las Flores.
Intento portarme bien pero van varias veces que me han descubierto haciendo tonterías y me han encerrado en la celda de castigo.
Cuando por la noche duermo me refugio en los sueños, es adonde encuentro mayor sentido de la libertad, donde en verdad gozo aunque lo que sueñe sea una verdadera porquería.
Cada mañana soy el último en despertar, inclusive tienen que golear los barrotes con la cachiporra.
Me han apodado El Dormilón, me sugieren que mejor intente imaginar estando despierto y que escriba canciones.
Ahora estoy presenciando una pelea entre reclusos con facas de metal por cada bando. Y es cuando uno de ellos cae herido de muerte, e intento auxiliarlo. Está gravemente herido en el abdomen, agoniza. Pero antes de partir me avisa que estaba haciendo un túnel en su propia celda individual, casi listo como para escapar, que está justo detrás de un afiche de Marylín Monroe, que después de verlo morir solicite un traslado y lo compruebe con mis propios ojos.
Fue así que inventé un argumento donde no puedo dormir pues del techo se desprende revoque que me irrita la garganta, exhibiendo sin pausa un catarro tremendo.
Entonces un guardia amigo dio aviso a las autoridades y ordenaron que me pasen a la celda del recién fallecido.
Tengo que darle gracias a Dios de que no hayan tocado nada, pues yo les sugerí que dejen todo como está.
Y efectivamente todo resultó verídico y a la semana siguiente logré escapar sin inconvenientes; luego de atravesar el túnel que conecta con el lugar donde está la cámara que permiten la entrada de oxigeno por medio de un estractor de aire, saliendo hacia un patio donde hay un alambrado que corté con una tenaza, y luego otro quienes una vez agujerados me permitieron la exitosa huida.
Después en la página principal de los periódicos publicaron con ironía la noticia de que El Dormilón logró escapar en la noche.
No me queda otra posibilidad que cambiar de identidad, tengo pensado teñir mis cabellos y de ser posible transformar mi rostro, quizá aplicando una cirugía plástica, además de adelgazar unos cuantos kilos.
La primer persona que fui a visitar es una antigua novia, Sofía Alderete, quien me recibió con los brazos abiertos, de paso pude hacer el amor que hace tanto tiempo que no lo hago.
Y desde luego comenzar a marchar con un nuevo nombre y apellido: Enrique Burgos, que por un contacto que tuve en el penal pude alzarme de un documento falso, pero documento al fin, y de los nuevos éstos que vienen con una cédula aparte.
Como primer tarea Sofía me encomendó llevar su auto a verificar, a lo que no puede negarme pues de alguna manera debo pagar los favores, en un lugar que visto de afuera parece un vulgar desarmadero pero que según aseguran está apto para cumplir con dicha revisación.
Siento que tengo una papa caliente en el trasero puesto que aun debería permanecer escondido y no mostrarme en lugares donde puede haber policías, pero en fin, ella asegura que estoy irreconocible por lo tanto que no demore mi inserción social.
Resulta que dentro del gigante galpón donde hay gran cantidad de autos, en un descuido me robaron el portafolio con la documentación del mismo más algo de dinero, y cuando fui a reclamar pues sin los papeles no puedo concretar el trámite, al volver veo que me falta el capot.
Pero previo intentar salir del lugar otros autos me encierran como si estuvieran jugando con mi integridad física y moral.
Entonces me bajo y me pongo a perseguir al empleado con el que conversé el problema anteriormente, pero éste se camufló detrás de otro que no se como hicieron para cambiarse de lugares.
Y al regresar al coche me desayuno con que ahora le faltan las ruedas.
Todo este encarajinamiento terminó cuando un zorro verde de trásito me alertó que el vehículo es robado, mientras le quita la tapa de cilindros, que por ello lo han de desmantelar.
Yo asustado salí corriendo sin detenerme hasta llegar a los pocos metros de lo de Sofía. Y no va que en dicho camino de regreso me viene un malestar tremendo de tipo nervioso, de seguro por lo que acabo de sufrir hace unos instantes, cayendo desmayado todo transpirado pegando la nuca contra el cordón de la vereda, más enseguida unos transeúntes me llevan al hospital donde me detectan, aparte de liendres y piojos, la presión muy alta, teniendo una embolia cerebral que me deja medio cuerpo paralizado, para lo cual tuvieron que raparme los cabellos como para realizar los estudios de electro encefalograma, más llegado el caso perforar el cráneo para quitar el coagulo, siendo que mis pelos están teñidos a propósito sirviéndome de camuflaje.
Así es que me miro al espejo aterrorizado encontrando un parecido bárbaro con mi autentica identidad, más al no tener los documentos encima decido escapar cuanto antes.
A nadie le aconsejaría y menos aun recomendar, imaginar la decrepitud a la que me veo expuesto, así en pijama todo raído, teniendo que usar las paredes de bastón, tremendamente confundido a nivel que no distingo un elefante de una regadera, ni el norte del sur, ni el este del oeste, y cuando quiero pronunciar palabra mi voz sale peor que gangosa. Ni que hablar cuando intento cruzar la calle que debo arrodillarme y con uno solo de los brazo apoyar la mano sobre el asfalto, ayudado con el mentón del otro lado más la pobre pata rezagada del resto del cuerpo que apenas si hace fuerza, haciéndome acordar al dibujo animados de Mickey el ratón; donde los vehículos hacen sonar la bocina como solicitando que por favor alguien me socorra.

Por fortuna o por desgracia me levantó de ahí tirado un amigo de la infancia que no dudó en darme acilo en su propia casa.
Previo consultarme si mejor no debo volver a internarme, a lo que me niego, pues si así lo hiciera pronto me habrán de identificar.
Esta persona, a quien hace veinti tantos años que no veo, sabe de mi historia pasada y también dice conocer que soy inocente, con lo cual acordamos en que ahora me llamo de otra manera, no teniendo inconvenientes en adaptarse a lo nuevo. Entonces nos pusimos en contacto con Sofía quien no dudó en agregarse al grupo.
Mi amigo llamado Marcos, de apellido Cernada, de treinta y cuatro Abriles igual que yo, tiene un negocio de juguetes, una juguetería, en el barrio del Once en Capital Federal, ciudad autónoma de Buenos Aires, él piensa que si permanezco allí todo el día será complicado localizarme, inclusive el local tiene un apartado donde poder alojar mi persona, o lo que quede de ella, más como se aproximan las fiestas de navidad se le ocurrió la idea de disfrazarme primero de papa Noel, y después de rey mago, con lo cual habrá corrido una buena porción de tiempo, que permitirá que me recupere para luego decidir lo que hacer con mi futuro.
Marcos no tardó en acostumbrarse a llamarme Quique, pero en cambio le cuesta recordar el nuevo apellido, para lo cual siempre antes de contestar pregunta como para no meter la pata.
Pero la cuestión más importante es que gracias a él vivo rodeado: de muñecas, autos de plástico, revólveres idénticos a los de en serio, armamento de última generación, patinetas con sus ruedas que sueltan luces, arcos y flechas del futuro, pelotas de todo tipo, adornos que brillan cual purpurina y que invitan a emocionarse (cosas que cuando niño no pude disfrutar lo suficiente debido a que mis padres nunca invirtieron en mí) y no como ahora entre barrotes rodeado de fieras peligrosas al borde de la muerte.

Mi conciencia permanentemente me solicita explicaciones de aquel pasado criminal en el cual caí preso como en un laberinto de injusticias, donde supuestamente asesiné a mis padres queridos que tanto amé, pues la historia de mi destino atesora dicha ignominia como afrenta del diablo colocándome en su red, arrastrándome dentro de un envoltorio que es éste traje de papa Noel que llevo puesto como una piel a toda hora, día y noche, más todos los sinsabores que también acarreo en el lomo cual fardos del oprobio ¡que tanto pesan! que ahora ya estoy semi-paralizado, pero por fortuna con algo de perspectiva, ilusión que me permite seguir arrastrando éste maldito carruaje de espinas.
Aunque ahora una la luz divina ilumina mi esperanza toda desparramando sus rayos dándome vida, que a su vez otorga nueva alegría a mi corazón como para seguir en la lucha con la misma astucia e instinto de conservación, en contra de lo que opinen la ley confundida que aun así de engañada debe continuar impartiendo justicia a nosotros los corderos de nuestro Señor.

Mi amigazo Marcos Cernada nos invitó a cenar a Sofía y a mí para festejar que nos volvimos a arreglar, es decir nos pusimos de novios igual que antes, solo que en esta oportunidad yo con otro nombre bajo circunstancias adversas por demás; pero que claro con el cambio de identidad social se disimula bastantes a nivel que planeamos mudarnos a otro país a expensas de tener que ser unos indocumentados; que como a cada palmo lo compruebo es una situación muy humillante.
Estamos ciertamente contentos pues voy mejorando de salud y aparte el negocio está floreciente en cuanto que la clientela invierte mucho dinero en regalos. Así aunque yo parezca un fantasma disfrazado de Dios, con su boca torcida donde le cuesta pronunciar la oh que explaya su típica carcajada, risa que siempre dedica a los niños en cada suspiro; y al que le han puesto la bolsa de los regalos rellena de papel basura sobre el lado paralizado como para disimular; no obstante me siento optimista, bastante inmerso en esta nueva aventura que me depara la vida.
Viene un hombre vestido de traje a la juguetería, que primero me mira a mí de arriba abajo mientras reparto volantes de propaganda a los transeúntes, y después muy decidido dirige su atención hacia nuestro amigo Marcos.
Por lo que puedo observar desde aquí afuera veo que saca del bolsillo interior del saco una credencial, mientras escucho que dice ser un detective.
Desde luego que me pego un susto inquietante, que de hecho pone en duda mi permanencia, ya que estoy por decidir salir disparado tomando el primer colectivo que pase.
Pero recorro el camino aun tibio por donde pasara este sujeto, tan resuelto, divisando a la otra esquina un auto que tiene la pinta de ser de la policía, con otros tres fortachones de anteojos negros esperando como perros una orden de atacar.
Y entonces intrigado vuelvo la mirada hacia el interior del local, topándome con la escena que discuten de manera muy acalorada, cual si el funcionario estuviera a punto de colocarle las típicas esposas del detenido a mi propio compañero.
Entonces yo con mi mente por demás intrigada, con la corazonada de que algo tremendo sucede, lentamente me aproximé al patrullero e increpé a los policías de civil solicitando una explicación del por qué a mi patrón lo pretenden arrestar.
Para lo cual me encontré con la respuesta fulminante que desentraña una verdad no menos explosiva, de que está sospechado de ser un asesino serial, un criminal que habría matado como a veinte personas, con la peculiar característica de estar todas ellas emparentadas, con la virtud de ser parejas unidas por un vínculo afectivo de unidad.
Lo primero que pensé a ciencia cierta es que es el verdugo de mis padres, que estoy frente a la fiera aborrecible que destruyó nuestra gran leyenda; con lo cual podría resolver mi destino descarriado, y éstos pronósticos de mi historia particular que son infinitos anhelos de libertad, recobrando así la inocencia usurpada, el tan ansiado destino que jamás se apartó del bien como el primer valor consumado.
Sucedió que mientras me estaban informando cayó por sorpresa el propio detective en cuestión, algo enfadado, diciendo que el testigo no desea colaborar, que han de tener que conseguir una orden de arresto. E inmediatamente se marcharon a toda prisa.
Entonces no dudé un segundo en regresar lo más rápido que puedo a retomar la posición adonde estaba, tratando de disimular el acto de infidencia, o quizá de infidelidad hacia quien tanto colabora aun a mantener el estado de libertad que sostengo con delgados alfileres.
Más que nunca quiero aceptar la invitación para estar en su casa, haber si consigo alguna prueba de su culpabilidad en lo referente al crimen de mis progenitores.

Con Sofía, quien aun ignora los propósitos que persigo, quedamos en encontrarnos a dos cuadras de la juguetería en una calle cortada, despoblada, donde nunca hay nadie, y si bien he bajado unos cuantos kilos, más con esta peluca rubia estoy irreconocible, prefiero continuar cuidando que nadie me ubique, que no vaya a ocurrir otra gran casualidad encontrándome con algún conocido justo ahora que estoy por desentrañar una verdad reveladora.
Marcos nos espera con un asado criollo y según nos comentara alquiló una película de aventuras para después del postre.
Cuando se descuide tengo pensado revisar la habitación para ver si encuentro evidencias de su culpabilidad; ay cuanta ansiedad tengo de que llegue dicho momento; yo por las dudas voy a pedirle a Sofía que lo mantenga entretenido hablándole del futuro, que es algo a lo que siempre se aferra, mientras tanto reviso sus papeles e inclusive hasta el ropero.
Cuando dieron las veinte horas en el reloj de la catedral hizo sonar la campana, la calle está en penumbras pues hay luces que no encienden, el callejón mugriento produce miedo, al costado de unos tachos de basura azules hay un indigente revolviendo bolsas que supo apartar con cuidado, por mi parte permanezco en la entrada justo en la boca del callejón taconeando un montón de nervios.
Pero veo venir a Sofía y ello me produce un alivio momentáneo.
No bien hicimos contacto pasé mi brazo por entre el suyo y aparte besé su mejilla, sonriendo satisfecho de verla.
Abordamos un taxi, marchando muy juntos como soldaditos al combate; solo que ella aun ignora que la guerra será interminable.
Al llegar, lo primero que vemos es a Marcos esperando en la entrada con aires de impaciencia, con Sofía nos miramos con intriga, pues no esperábamos tanta dedicación, pero cuando nos vio descender del automóvil, salió disparado en dirección de la esquina, como disimulando el propósito de su evidente ansiedad.

Ya estando dentro de la casa, en plena reunión, Sofía, como obedeciendo al in consiente, sacó el tema del negocio del armamento, pero desde el punto de vista de los juguetes, en cuanto a que sería éticamente un negocio funesto, un fraude a la moral de los ciudadanos, que inclusive la propia constitución prohíbe andar armado, más por el contrario se nos incita al bien, que como mínimo significa no agredir al tenemos al lado. Que por cierto que existen ejércitos pero que hay que desalentar las guerras.
Para lo cual, Marcos muy entretenido, aviva la conversación con opiniones lascivas, hirientes ante ésta postura Chovinista.
Como bebimos demasiada cerveza, en una de las levantadas para hacer mis necesidades me metí de lleno dentro de la pieza y fui directamente a revisar el placar, más precisamente palpando todo el frente del ropero, hacia el fondo, con ambas manos, sin que nada se salga del lugar.
Estoy casi seguro que toco una caja rectangular, pero prefiero regresar lo más rápido posible, para que nadie sospeche de nada, además de estar disimulando la cantidad de sentimientos encontrados que tengo hacia mi enemigo; donde ya casi puedo asegurar que sea el verdadero asesino.
Es muy fácil acusar sin pruebas, pero el testimonio de los policías fue muy concluyente con relación a que pueda ser quien mato a mis padres.
Sofía enseguida se levantó y también se retiro al toilette.
Así fue que Marcos se ofreció a comprar un kilo de helados. Por mi parte, con premura, aproveché la oportunidad para confesarle a Sofía la verdad de lo que está pasando, más cuando finalicé mi relato ella me alentó para continuar revisando el cofre.
Y efectivamente pudimos encontrar la prueba en la caja de cartón de zapatos donde hay veintiún objetos de variados contenido, todos ellos con los nombres grabados de distintas parejas de enamorados, entre ella la de mis padres, Elizabet y Marcelo, en una pulsera de mujer.
Pero de golpe entró Marcos apuntando con un revolver con silenciador, obligándome a que ate a Sofía con una soga, luego me hiso marchar hacia la piscina, donde intentó golpearme con la culata del arma, rozando mi frente con un golpe que no me hace daño.
Entonces pude darle una patada en los testículos que lo dejo doblado por algunos minutos, donde pude encerrarlo en la cocina con llave, hasta que di parte a la policía. Quienes no tardaron casi nada en venir y arrestar al criminal.
Marcos al ser llevado al patrullero a los empujones intento escapar y fue cuando lo hirieron de bala en el hombro, pero luego en ambulancia fue atendido, marchando a cumplir su condena definitiva.
A la semana siguiente nos casamos con Sofía por civil, más ahora que es la noche de ese mismo día estamos en el altar frente al cura que me pregunta si la quiero tomar por esposa.
Pero cuando le digo que si, siento que estoy despertando acostado en un cajón de muertos.

Resultó ser que estando preso me hube dormido tan profundamente que me han dado por muerto. Habiendo despertado justo en el entierro cual si hubiera resucitado.
A los lados del cajón, en el salón de una funeraria para gente de bajos recursos, están Sofía y algunos pocos amigos que me quedan del pasado, ya finalizando el velatorio a punto de trasladarme al cementerio para ser enterrado bajo tierra. Quienes se quedaron estupefactos al verme despertar como de un sueño.
Ellos aseguran que es un milagro pues estaba absolutamente muerto.
Pero con prisa trazamos un plan para que no tenga que regresar a la cárcel a terminar de cumplir la condena.
Pero en ese preciso momento llegó un funcionario del gobierno acompañado de un par de policías. Pues al sospechar que algún recluso pudo haberme envenenado pretenden hacerme una autopsia, entonces tengo que disimular volviendo a acostarme en la anterior posición, tratando de respirar lo menos posible.
Acompañado de la flatulencia de un camarada, argumentaron que mejor será cerrar la tapa porque despido un olor nauseabundo.
Al ver con estupor que quedaré adentro atrapado, con peligro de ser sepultado bajo tierra, instantaneamente Sofía, muy compungida, solicita un permiso especial como para ser alojado en la bóveda de su familia, solicitud que por fortuna se aprobó de palabra; con la sola condición de que en su momento se permita hacer dicho estudio forense sin poner trabas.
Entonces fue que me trasladaron a otro cementerio teniendo chances de escapar sin problema.

Aun llevo el recuerdo del sueño que tuve cuando permanecí en estado de catalepsia, al que considero una auténtica visión de la mente, más no una pesadilla cualquiera, cosa que no puedo callar produciendo una catarsis que permitió que salga todo afuera a modo de una confesión, así es que tranquilo le conté a Sofía todo lo concerniente al crimen de mis padres en manos de Marcos Cernada; quien fuera un compañero de la juventud del que estoy segurísimo que al momento de robar sus joyas los asesinó a sangre fría tan solo por comodidad, finalmente quitando sus alianzas de casamiento.
Cuestión de la que luego me culparon a mí, queriendo ir de inmediato a su domicilio a revisar su casa en busca de una posible evidencia.
Pero pasó que cuando fueron para recolectar mis vísceras descubrieron la verdad, más de nuevo me están buscando, para lo cual apelo a la propia visión premonitoria de la que tanto hago mención, escogiendo de nuevo el nombre de Enrique Burgos, con el mismo peinado y antiguo look, yendo directamente a enfrentar al verdugo.
Siendo que revisando su ropero no va que descubro el cofre adonde éste cretino guarda las joyas, en el que están allí los anillos de oro de recién casados de mis padres.
A todo lo sucedido hay que sumar que acabo de enterarme que ya me consideran un mesías; que pronto han de fundar una religión paralela a la católica, judía, musulmana, porque yo no quiero que dejen a adorar a los anteriores profetas. Además de por fin saberse que soy inocente, puesto que a esta altura también se conoce que en efecto Marcos fue el maldito homicida.

Pero de pronto escucho unas voces lejanas que me increpan e inclusive unos fuertes golpes en los talones, planta de los pies, de unos guardias sumamente sorprendidos, aunque familiarizados con la situación, por el lugar donde estoy durmiendo, que es el carro de la lavandería, más precisamente en el canasto donde llevamos los uniformes a limpiar.
O sea que siempre estuve durmiendo soñando que sueño que encuentro la libertad.
Aunque nunca me he ido de las Flores igual una vez más estoy aquí.
Estos sueños que tuve fueron tan vívidos que los percibo hasta en las entrañas, pero sigo siendo el penado catorce.
Durante varios días me quedé pensando en los protagonistas que actuaron y si por algún motivo de aquí saliera los iría a visitar con mucho gusto. Sofía y Marcos, que en realidad son gente que estimo, pero que en estos sueños no reflejaron la verdad de cómo son las cosas, de lo que ellos representan para mí.
Por otra parte Marcos jamás pudo haber sido el asesino, es un muchacho buenísimo incapaz de hacerle daño a nadie, que encima nunca conoció a mis padres puesto que enseguida de hacernos amigos nosotros nos mudamos a otro lugar lejano; precisamente fue el motivo principal por el que estoy aquí en el penal de las Flores; acá envían a los presos peligrosos provenientes del noreste de la provincia de la Pampa, que es donde nos mudamos con mis viejos.
Siempre fui un mantenido que no pudo valerse por sus propios medios. Los motivos que me distanciaban de mis padres rondaban en rededor del dinero a préstamo que ellos me tenían que dar.
Pero en realidad ese día funesto todo fue producto de un grave error, un accidente donde cayeron al río ahogándose dentro del auto, solamente que a ambos les faltó cartílago de la orejas siendo el detonante para que se sospechara de un crimen premeditado; y como no encontraron a nadie peor, me agarraron de carne de cañón como para hacerse los que la tienen re-clara, todo resuelto bajo control, y así poder seguir gobernando, dominando al pueblo.
Como me gustaría volver a ver a aquellos grandes amigos, reencontrarme, cuantas cosa lindas tengo para decirles.
Con la bandeja del desayuno vino un formulario para todos aquellos que deseen rebajar su condena sometiéndose a pruebas de laboratorio en pos de una vacuna contra el cáncer. Y desde luego que voy a aceptar aunque me salgan gusanos en el culo.
Que decir que apenas con las dos primeras vacunas ya me salieron unas manchas rojas en todo el cuerpo, como si me hubiera quemado en el infierno, ahora si que parezco un monstruo asesino, esos típicos resentidos que exhiben en las películas de terror.
Más el resto de los voluntarios, los que también padecieron de las horrendas erupciones, directamente murieron de la forma más sufriente que se puedan imaginar.
Soy considerado un verdadero sobreviviente de aquel experimento fracasado entonces me han de rebajar la condena al doble de lo establecido, con lo cual en algunos pocos meses habré de estar nuevamente libre.

Mi nombre es Luis Hacha, apodado El Dormilón, si Dios quiere y la virgen lo permite mañana saldré de la cárcel para nunca más volver.
La primera acción será comprar unos guantes para disimular las yagas de las manos, unos anteojos negros bien grandotes haciendo lo propio con las que llevo en el rostro, más una camisa de manga larga para tapar la de los brazos.
Siento una timidez importante que me impide andar con soltura, pero algo resignado tengo muchas esperanzas de iniciar una vida tranquila, aunque tenga que desempeñarme como estibador.
El segundo objetivo sigue siendo apersonarme en lo de Sofía Alderete, estuve pensando que tal vez le pueda simpatizar verme, pero antes le voy a dejar una carta por debajo de la puerta pues temo asustarla, como para que vaya preparándose para recibirme estando de esta manera.
Ella siempre fue una incondicional mía, nunca recibí tanto calor afectivo de una persona querida, perfectamente se que en el fondo estaba enamorada de mí, pero que por idiota no supe tomar las riendas, en esas épocas pasadas ingenuamente pensaba que existían muchas posibilidades de enamorarse, pero veo ahora que hay que saber atesorar lo poco o mucho que se tiene.
Hasta pensé inclusive en crear una agencia matrimonial, un lugar donde la gente sola pueda encontrar una solución para semejante problema. Aunque pienso que si no puedo resolver mis cosas menos podré encontrar la dicha para los demás. Como sea estoy libre, más con éste estado de cosas como para pedir limosnas.
Ya poco importa si he sido culpable hasta inclusive dejaré de bregar por mi inocencia, con la cruz que llevo calculo que quedó saldada la cuenta.
Cuando uno suele mentir demasiado luego no sabe adonde empieza la realidad ni donde termina.
No obstante debo seguir adelante, como primera opción o proyecto de máxima entiendo que tengo deseos de buscar trabajo en un parque de diversiones específico, colaborando con el mantenimiento de la estructura, o en un zoológico alimentando animales, también quizá en una playa de estacionamiento del mismo lugar.
Por ello lo primero que voy hacer es ir a hacia el gran Buenos Aires donde existe un complejo que alberga todas estas opciones interesantes, pero además un espléndido casino donde poder buscar fichas olvidadas en el piso.
Cuando arribé al parque compré un globo de colores, unas cuantas palomitas de maíz, y bien decidido recorrí las instalaciones en el rol de turista visitante.
Aun no me decido a encarar con propiedad a los señores encargados de contratar personal pues temo ser rechazado y sufrir una onda decepción.
Estoy feliz pero igual escondo mi cabeza debajo de una gorra con visera, mis ojos detrás de los vidrios oscuros, y el mentón junto con la boca dentro del cuello de una polera piqué de lana tejida con maquina industrial.
Pero no todo es negativo pues llevo unos auriculares que desparraman en mis oídos música de Carlitos Gardel.
Estoy en la jaula de las víboras, que más que jaula es una gran pecera de vidrio que las contiene sobre un colchón de arena; pero por casualidad intento conversar con un empleado diciendo que busco trabajo de lo mismo que él, contestándome que todo es posible pero que tenga ojo cuando realice la prueba donde por nada del mundo debo demostrar tener miedo de los animales, para lo cual al instante ingenuamente sumergí la mano derecha dentro del receptáculo recibiendo una picadura de una cascabel venenosa. Entonces con tino me sugirió que acuda con urgencia a la clínica de primeros auxilios.
Le di la razón como a los loros pero continué mi paseo como si nada hubiera ocurrido en dirección del parque de diversiones hacia donde están los juegos de vértigo que son los que más deseo abordar, aunque debo admitir que siento algún malestar de tipo mareo amén de que supongo que si no me mataron en el experimento será que soy inmortal.
Muerto de las ganas saqué boleto para el juego del martillo, donde me hicieron dejar el globo con gas atado de la baranda.
Después en medio del vértigo sentí deseos de vomitar haciendo arcadas profundas, donde por fortuna o milagro no se me escapa aun ningún elemento asqueroso, solamente saliva espesa trasparente, son como jadeos de una vibrante agonía que recién empieza a manifestarse.
No obstante estoy feliz como nunca o igual que cuando en sueños acerté la lotería.
Terminado el juego, algo apesadumbrado por temor a la muerte, me dirijo a la montaña rusa.
Pero ocurre que recién nomás ha comenzado a rodar el carro de cinco filas de asientos, debiendo esperar unos minutos hasta que salga nuevamente.
Miro mi mano y advierto las dos picaduras con sus capas de sangre aun fresca, pero me importa un bledo sufrir en un día tan genial.
Cuando por fin subimos observo que tan solo somos cuatro las personas que ocupamos semejante carro, un matrimonio con su hijo, sentados delante de todo, y yo, como para no asustar al niño sentado al fondo del furgón.
A lo lejos escucho gritos de espanto que deben provenir del tren fantasma, pero éste está detenido.
Cuando de pronto al momento de partir, justo al momento en que estamos rodando por el riel a importante velocidad, un oso de gran porte se sube de improviso, ya siendo tarde como para escapar o intentar salvaguardarse.
En el momento que alcanzamos la primera cima, la más elevada, el animal tomó al niño del cuello de la campera arrancándolo de cuajo del asiento, a expensas de llevar el cinturón colocado.
Yo mientras tanto puse la mirada en la imagen de terror en sus caras, creyendo volver a ver a mis padres.
Pero por algún motivo, que nunca alcanzaré a entender, me abalancé sobre el gigante, tomándolo de los pelos, dando tirones con suma fuerza; y así con éxito hice que suelte a su presa, para enseguida caer juntos hacia al precipicio final.

Texto agregado el 21-04-2010, y leído por 168 visitantes. (1 voto)


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