Comenzaron las clases, adiós a las vacaciones. El calor era demasiado y ya entraba la profesora al salón con una agradable sonrisa, ésta nos miraba con ojos brillantes, llenos de alegría.
Nos confezó que era su primera vez trabajando y que quería un buen comportamiento de nuestra parte. La directora se nos presentó con un buen humor, el cual se notaba bastante, había entrado a presentar a los chicos nuevos y entre éstos se encontraba Willson Frutituti. Éste chico me llamaba la atención, no solo por su nombre, tambien por su actitud. Willson era un sujeto bromista, carismático y alegre; yo, a diferencia era callado, tímido y serio. Los días comenzaron a volar, las semanas no tardaron en convertirse en meses, ya era agosto y Willson era un chico que siempre sonreía, nose si era admiración o envidia lo que yo sentía pero estaba seguro de que aquel chico quería algo mío. Willson Frutituti comenzó a sentarse en mi banco, lo que muchas veces me molestaba porque prefería estar solo, este sujeto insistía mucho en ser mi amigo, tanto que algunas veces quería darle mi mano, demostrando una nueva amistad.
Llegó octubre, Willson y yo nos hicimos exelentes amigos, él siempre contaba nuevas anécdotas, era el primero en lograr que yo estalle a carcajadas, muchas veces me acompañaba, era el mejor para mí. Llegó enero, yo no podía esperar la llegada de marzo, quería volver a verlo, a mi amigo, a mi hermano.
Llegaron las clases, yo con el mejor promedio del año anterior, veo a todos mis compañeros menos a Willson, ya estaba yo muy deprimido, él se mudó a los Estados Unidos, junto con su familia. Pasaron tres años y aún lo recuerdo, ese Willson Frutituti me enseñó que los amigos van y vienen como el viento, lo que es deprimente y lamentable.