Las brillosas baldosas y el penetrante olor, que golpea el olfato un puñetazo entre cloro, amoniaco y desodorante ambiental, aceleran su corazón, debe apurar el paso, Veracia
su madre, esta siendo intervenida quirúrgicamente, un tumor cerebral la aqueja desde
hace muchos años y este nuevo doctor, llegado no recuerda de donde, ha dado una posibilidad a que sobreviva, mejorando considerablemente sus expectativas de vida.

Lo esperan sus parientes y amigos cercanos, que detienen el ascensor, Aurelio a sus
ochenta y seis años, visita a su madre aunque sus piernas no respondan del todo el
la frecuenta sereno y animado, sabe que su madre es fuerte, lo concibió a los diez y
seis años en tiempos muy distintos al de hoy.

La anciana mujer, sobrepasaba los cien años de edad, sus nietos sabían que las posi
bilidades, de resistir esta delicada operación, eran muy escasas, mas Aurelio los escuchaba
hablar… “ el doctor nos dijo que su cuerpo ya esta gastado, son muchos años, inclusive
los archivos fueron quemados, ya que solo los mantienen por un periodo de cien años,
tuvieron que crear un nuevo historial medico”.

Todos expectantes, Aurelio afirma entre sus manos muy férreamente, un gastado rosario
reza en silencio, sin importarle la presencia de sus parientes, de pronto las puertas se
abren, es el médico que se dirige hacia ellos en la sala de espera, todos ahí con rostros
de circunstancia, esperan la fatal noticia excepto uno Aurelio.

El doctor se dirigió a la multitud, intuyo que eran todos parientes, entre estos busco a
Aurelio, quien conocido por este, ya que también era su medico, bajo la mascarilla en
ese instante Aurelio se levanta y pide a uno de sus parientes le regulen el audífono quiere
escuchar claramente lo que va a hablar el medico.
- “don Aurelio, su madre esta bien, ahora debe descansar ud. también haga igual”
Aurelio con una devoción absoluta toma las manos del doctor y las besa como gesto de
agradecimiento todos ahí en silencio, los mas jóvenes habían hecho algunos preparativos
con respecto a los supuestos funerales de la tatarabuela , estaban perplejos y no podían
creer lo creíble.

Al día siguiente Veracia esta sentada en compañía de sus amigas octogenarias también
vecinos de toda una vida, alentándola a volver a sus quehaceres y vida normal, una venda
cubre su cabeza y espera a su hijo Aurelio, quien en ese preciso instante aparece con unas
flores su rostro lleno de felicidad al verla mirándole, solo se abrazan la energía que se sien
te en la habitación es poderosa, hay tanto amor ahí, que el mundo por ellos pareciera girar.
Este momento es observado por el doctor, mira esta imagen en su mente una y otra vez es
que ve a su propio padre de setenta y siete años, con todas las atenciones que el puede ofrecerle, no le recuerda y se consume lentamente en el ocaso de su vida, Veracia le confirma que la vejez no tiene porque ser tan solitaria, dependiente y miserable porque
la actitud frente a la vida misma es distinta en esta mujer, que abraza a su hijo y lo hará
por un largo tiempo mas, para el asombro de todos…hijos, sobrinos, nietos, bisnietos,
tataranietos y amigos.

"dedico estas lineas a Malaya con cariño y amistad...

no al maltrato a los ancianos en todas sus formas gracias por tu tiempo..."