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Ah, me! a wretched suffering woman I!
O would that I could die!
Medea by Euripedes
Cuando Horacio la dejo, Graciela cayó en una profunda depresión. Recuerdo muy bien cómo se lo anunció a todo el mundo: como si no le doliera, como si no fuera lo más espantoso que hubiera podido pasarle en toda la vida, como si fuera algo trivial.
-Horacio y yo nos separamos –les dijo Graciela a sus clientes, colegas y amigos, con una sonrisa, como si fuera broma. Los rostros alrededor no mostraron ni dientes ni risas; sólo una expresión idiota de completa sorpresa.
-¿Por qué? –alguien se atrevió a preguntar. Después de todo Graciela y Horacio eran la pareja perfecta. Ella era la inteligente y él el creativo. Los dos eran la mancuerna perfecta en esta compañía de posicionamiento empresarial. Habían empezado juntos con un proyecto pionero en el país; consiguieron algunos clientes y uno de ellos les abrió las puertas a más proyectos; construyeron prestigio y capital, hasta lograr establecer su propia compañía. Sus clientes, amigos y colaboradores los admiraban por ello: los dos eran talentosos y muy inteligentes. La pareja perfecta.
-Ya me cambiaron por un modelito mas reciente –dijo con tono retador, pero en son de burla.
Efectivamente, Horacio había conocido a una mujer más joven, quizá más bonita que Graciela, no lo sé. Yo nunca conocí a su amante, lo que sí supe es que debían de tener ya algún tiempo juntos. El tiempo suficiente como para hacer un bebé y verlo nacer. Eso me sorprendió mucho de Horacio; habría que admirarle la maestría del engaño, la naturalidad histriónica de actuación dramática, la traición. A mí me tenía de lo más convencida con su papel de esposo fiel, de persona y colega confiable, del compromiso y del amor hacia Graciela; supongo que a todos en la oficina.
-Se van a España juntos –anunció Graciela otro día en una fiesta que dio en su casa. Y con bombo y platino decidió que todos brindáramos por ellos, por su felicidad y su nueva vida en España. Bueno, francamente, a mi eso me pareció de lo más… ¿cuál será la palabra: cinismo, locura, delirio, despecho? No sé.
Graciela empezó a cancelar citas con clientes, primero, después llamó a colegas disculpándose por no requerir mas de sus servicios, pronto terminó por recortar personal en la oficina; a mí fue a la última en despedir.
Rápidamente conseguí empleo en Puebla, sin embargo, me intranquilizaba mucho la situación de Graciela. Aparte de haber trabajado con ella, la admiraba y la consideraba mi amiga. Un lunes mi nueva jefa me comentó que si conocía a alguien que tuviera conexión con cierta compañía en la ciudad de México, y llame a Graciela para ver si quería colaborar. Más bien quería saber cómo estaba. Una Graciela ebria contestó el teléfono a las diez:
-No me había percatado de lo delicioso que puede ser el vino chileno por la mañana –dijo con tranquilidad y en broma sabiendo que incluso por teléfono su estado era bastante notorio.
Ese mismo fin de semana al salir de la oficina tome el primer autobús a la ciudad de México. Pero ya no la alcance. Sólo alcance el penetrante olor del amoníaco, de los orines de tres gatos pardos que maullaban y chillaban sin cesar en una sala llena de platos con restos de comida y con copas de vino rebosantes de locura. Sólo alcance a una muñeca de trapo con los ojos desorbitados, con la lengua de fuera y el estómago inflado como un globo doloroso. Alcancé el tufo de la muerte y el horror de dos pares de ojos infantiles perdidos, que no veían nada o quién sabe que veían o qué habían visto; en trance, y que cuando no me vieron, me dieron ganas de morir ahí mismo.
No supe cómo entré a su casa, ni cómo hice para hablar con la portera.
-¡Vaya! Hasta que llega un familiar a buscarla. Tiene días que no sale de su casa, y tampoco he visto a los niños. Déjeme y le abro. ¿Usted es la hermana, verdad? – me preguntó abriendo la puerta, pero antes de que pudiera contestarle nos llegó como latigazo el penetrante olor a descompuesto.
Tampoco supe cómo hice para ir al banco, transferir parte de mis ahorros de muchos años de trabajo para sepultar a una hermana recién adquirida. Después de entregar la casa que Graciela rentaba, regresé a Puebla con Alberto y Ana, sus dos hijos, quienes aún conservaban la mirada del horror fijada en el vacío.

Texto agregado el 28-04-2010, y leído por 141 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-07-2010 Buena narración, perfecta trama y muy bien escrita. Mis: 5 Catman
02-05-2010 Es un escrito intenso. Dices que has sido publicada.Quisiera leer más de lo tuyo. Estás en el internet? Mas no conozco tu nombre. za-lac-fay33
28-04-2010 Muy interesante... Luz eres Mexicana? leda66
 
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