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Persecución

Pregunté a los filósofos qué es el ser
Y los filósofos respondieron con evasivas.
Pregunté a los padres de la Iglesia
Y los padres respondieron de igual manera
Pero con un rictus de amargura en la boca.
Después hablando con un hombre
Buscado vivo o muerto por la policía
Me dijo Soy
Somos la posibilidad del porvenir

Victor Valera Mora



El carro hace piruetas entretejiendo la ciudad. Responde a la intención de mis manos sobre el volante. Corre rápido y sigiloso entre calles oscuras que muy pocos conocen. La patrulla nos sigue, completando la urdimbre. Estoy limpio, no hay nada que pueda delatarme. Ya me deshice de las identificaciones. No hay papeles, armas ni materiales que corran el peligro de perderse si me atrapan.

Recorro los callejones con la pericia que dan los años, y en mi mente se dibuja el mapa nunca impreso de esta ciudad. La veo como un tablero de pequeños laberintos entrecruzados, amasijo de arterias y venas que conforman cada barrio, uno junto al otro, con pasadizos secretos y conexiones que los hace un todo inseparable. La conozco, eso es una ventaja. Pero hay poca gasolina. Pronto tendré que desviarme y ubicar un punto desde el cual pueda recorrer la ciudad a pie, en busca de algún escondite seguro. No es fácil, las patrullas me persiguen insistentemente, no me dejan espacio para el escape.

De pronto se apaga el motor. Abro la compuerta y corro escaleras abajo, hacia una de las quebradas que conforman el acueducto sobre el que se ha construido este enjambre de casas. Oigo las patrullas frenar con fuerza tras de mí, y los gritos de oficiales que mantienen la persecución a pie. Un disparo tras otro, gritos de alto y el murmullo del agua que amenaza con cerrarme el camino unos pasos más adelante.

El arma dispara otra vez. El proyectil choca contra mi espalda, me empuja y desata un ardor incómodo sobre mi piel. Entonces puedo ver la salida. Corro sin importar lo que haya sucedido y, sin pensarlo, cruzo el límite marcado por el brillo de su luz. Atrás quedaron mis perseguidores, aferrados al cuerpo que yace tendido sobre el asfalto, vacío. Pueden quedárselo, no les servirá de nada. Ya nunca podrán alcanzarme.

Texto agregado el 02-05-2010, y leído por 215 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
05-04-2012 Sí, como dijo antes alguien: "Siempre es la misma salida". ¿Quién no ha escrito sobre escapar? y...¿quién no escapa de algo cuando escribe?, cuando crea mundo y submundos con el digitar de sus diez dedos. Saludos (si se suprime el segundo párrafo el cuento, pequeñísimo, aún funciona) cvargas
09-09-2010 No se termina el tiempo hasta morir. Sólo si se para el motor, si el correr de la vida lo trunca un disparo, se puede encontrar la luz, la salida. Una prosa limpia, un contar que nos lleva al final y nos hace pensar. Noguera
05-09-2010 ..siempre es la misma salida. Esta bueno. Abrazo. Libermostro
27-05-2010 está muy bueno... me agité de tanto huir... "corre, corre, corre!!!" así estaba leyendolo 5* abita
17-05-2010 ...la vida es eterna, pero no hay que arriezgarse.5* idmacastro
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