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Inicio / Cuenteros Locales / emeneses / El mejor día de Antonio.

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Existen variedad de familias, así como hay variedad de colores, las hay grandes, pequillas, liberales, conservadoras, disfuncionales ó ideales.

Antonio fue hijo único de una joven y próspera pareja: Su padre fue un exitoso contador y su madre una respetada bibliotecaria; criaron a Antonio de una manera conservadora, le inculcaron el silencio como virtud, los estudios siempre antes que la diversión, pero sí, con un poco de tolerancia para con los demás.
Fue por eso que Antonio pasó toda su primaria cargando miles de libros y su secundaria metido en bibliotecas y tomando cursos técnicos. Y todo este sacrificio valdría la pena cuando fuera un profesional –por lo menos eso era lo que decía su padre- entonces sí, él podría divertirse, ir a fiestas, salir con chicas y todo lo que su joven mente le permitía imaginar.

Y así pasaron largos años, de prolongados meses con interminables días…

Cuando Antonio entró a la universidad era un joven de 17 años y físicamente tenía buen aspecto –la clase de aspecto que da la buena vida- sin embargo las personas lo percibían apático, callado y muchas veces distraído, lo que no sabían era que en el fondo Antonio anhelaba una forma de vida diferente a la burbuja de cristal en la que vivía: Disfrutaba de todas aquellas situaciones jocosas y extrañas que se salían de la rutina mecánica de sus días , por supuesto, estas situaciones eran sumamente escasas en su vida diaria.

Amaneció un día en que todo era diferente, salió de su cuarto y se dirigió a la cocina a desayunar como lo hacía todos los días, pero el ambiente de la casa, era raro, era como estar en un sueño, talvez la luz iluminaba en otro tono o el aire que respiraba era extraño; esta sensación lo acompañó todo el desayuno, pero desapareció poco a poco mientras hacía sus labores diarias.
Ese día tenía que elaborar un trabajo de su clase de historia, así que decidió ir a la biblioteca del estado – la cual se encontraba en el extremo sur de la ciudad- así que se vistió y esperó a que su madre estuviera lista para llevarlo en su auto; que sorpresa la de Antonio, el auto estaba descompuesto y su padre no estaba, y por eso tendría que irse solo en un taxi, sólo.

Mientras Antonio caminaba hacia la carretera para tomar el taxi se le ocurrió una estupenda idea: ¿Por qué gastar tanto dinero en un carro? Si bien podía tomar el transporte público y tener la oportunidad de viajar junto a un montón de desconocidos, ¡eso sí sería diferente!
Después de esperar un buen rato apareció el autobús, a Antonio le sorprendió el grado de deterioro en que se encontraba la máquina y de cómo el conductor trataba a los pasajeros; dentro del bus todas las personas eran diferentes entre sí y sin embrago parecían fundirse en un “collage” de cuerpos, sorprendentemente a nadie parecía importarle el mal servicio ya que nadie reclamaba nada, esto era completamente opuesto a los viajes en el auto de su padre o de su madre.

Disimuladamente sentado en el fondo del bus, del lado de la ventana, Antonio observaba todo lo que pasaba durante el viaje: Quién se subía, quién se bajaba, lo irónico de una joven vestida de elegante traje sentada al lado de otra con muy escasa ropa y más escaso gusto en los colores, pero, lo que más le llamó la atención fue algo que vio mientras el autobús paró en in semáforo: Frente a él, en la acera estaba una anciana; bastante alta, blanca y de una larga cabellera grisácea, llevaba puesto una especie de camisón de dormir bastante corto y de color negro la mujer estaba bastante arrugada – a Antonio le recordó un programa de momias que había visto en la televisión- pero lo que atrapó su atención no fue ni su palidez, ni sus arrugas sino el tamaño del machete que sujetaba con su mano derecha, el cual blandía de un lado a otro mientras discutía con un chico a su lado – eso sí que no se miraba todos los días- entonces la luz cambió a verde y el bus se alejó rápidamente.

Antonio estaba tan interesado en la escena que no se dio cuenta en que momento se sentó junto a él una linda joven de cabello negro, le llamó mucho la atención lo bonita que era; en ese momento subió un vendedor de tarjetas decorativas, uno de tantos que subían durante el día, mostraba su mercancía con ambas manos y recitaba de memoria el discurso de ventas que seguramente había dicho igual miles de veces, de repente, el bus frenó en un cruce y todos los pasajeros fueron empujados hacia delante t el vendedor salió disparado al suelo. La escena en sí era una vergüenza, pero sin quererlo a Antonio le dieron ganas de reír, pero gracias a su educación logró, no solo contenerse sino disimularlo, le asombró que la joven a su lado también se esforzaba por borrar una pequeña sonrisa de sus labios. El resto del viaje siguió normal y al vendedor de tarjetas le compraron más personas de lo esperado.
Un rato después, Antonio bajó del bus junto a tres personas más – entre ellas la chica de cabello negro- le llamó la atención que seguían el mismo rumbo; la verdad era que se dirigían a la misma biblioteca, ella se dio cuenta de esto y con un poco de timidez le habló: Primeramente ele preguntó la hora y cuando llegaron a la entrada ya hablaban entra ellos como si se conocieran de años atrás; era la primera vez que ella iba a esa biblioteca y no conocía donde quedaba la recepción, ni los ficheros, etc. Así que Antonio se ofreció a ayudarla con eso, sacaron los libros paras sus respectivas tareas, se sentaron juntos y hablaron y rieron durante horas, cuando ella terminó su tarea –mucho antes que Antonio- se levantó y se despidió, no sin antes dejarle su número telefónico.

Antonio se sentía eufórico, no solo por haber conocido a tan linda chica, sino por la manera en que él se había comportado: No se había puesto nervioso, había sido divertido e inteligente durante toda la plática, y, pensando un poco todo el día había sido así; una cosa interesante tras otra, por un momento pensó que todo: La vieja, el vendedor, el viaje, la chica eran parte de un sueño y que de un momento a otro despertaría en su cuarto, así que cerró lo ojos por un momento, al abrirlos aun estaba en la biblioteca, con varios libros al lado y a punto de terminar su larga investigación.
Veinte minutos mas tarde, Antonio salía de la biblioteca con su cédula de identidad en la mano, miró la foto, pensó como ese chico se había divertido pasando las mejores doce horas de su vida. Unos metros mas allá se encontraba un hombre vestido de traje que vociferaba cosas sobre el Apocalipsis a un público invisible, luego les explicaba el poder de los demonios que vivían en su casa y de cómo estos le habían robado el televisor y los calcetines.

Para Antonio esto era cerrar el día con broche de oro, comenzaba a oscurecer y las luces de los postes empezaban a iluminar la carretera, en ese momento una lluvia torrencial comenzó a caer de la nada, Antonio corrió hacia la carretera para tomar un taxi, cuando alzó la mano para llamar uno, una ráfaga de viento le arrebató la cédula de los dedos, tirándola en medio del pavimento, Antonio corrió hacia ella y se agachó para recogerla, fue por eso que no logró ver a tiempo al auto que no logró frenar impactándolo tan fuerte que Antonio voló varios metros, muriendo instantáneamente.

Lo último que pensó Antonio al ver acercarse un par de luces segadoras fue que después de todo, era un buen día para morir.

Texto agregado el 04-05-2010, y leído por 83 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-05-2010 yo pondria esa sonata sólo al final del relato. podria haber sido un sueño.... me gustó elbulon
04-05-2010 (Le puse acento a índicado por error xD) Ronroneoz
04-05-2010 Muy lindo, y casualmente lo leí escuchando sonata claro de luna, lo cual le dio el sabor índicado. Creo que mis únicas observaciones serían el evitar repetir algunas palabritas por ahí, pero fuera de eso me agradó. ;) Ronroneoz
 
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