Ponerse a mirar fotos de la primaria es sinónimo de que uno esta viejo. Por eso la otra noche en casa de Andrés, durante la sobremesa, su vieja, nos trajo una caja de zapatos donde prolijamente guarda las fotos.
Las ultimas, las que están mas arriba en la caja suelen ser las del baile de egresados o las de la entrega de diplomas en el colegio. En estas fotos por lo general abundan sacos, corbatas y vestidos. La frutilla del postre sin ningún lugar a dudas es la notable ida a la peluquería de las madres, que se hace mas notable a medida que va pasando mas el tiempo. También los vestidos, sobre todo los estampados. Vestimenta y peinado, con el devenir de los años suele confirmar que cuanto mas “actual” o “a la moda” sea con el tiempo se vuelve más y más desopilante.
En la pila, a medida que uno va bajando se va encontrando imagenes de la adolescencia, donde algunos pegaron el estirón mas tarde que otros. El estirón es notable, he visto deformidades increíbles, Esteban en una foto tenia los brazos tan largos que parecía que podría atarse los cordones sin agacharse.
Las madres guardan todas las fotos, pero tienen predilección por aquellas que a uno le da vergüenza cada vez que las ve. La vieja de Andrés tiene una donde se lo ve en una ida a la playa jugando en la arena cuando se podría decir que “ya era lo bastante pelotudo como para estar haciendo eso”.
Pero las que uno prefiere, o por ahí, las que yo prefiero son las que te va a sacar el fotógrafo a la escuela. Esas nos permiten ir viendo el paso del tiempo y a la vez saber cuando se saco la foto, que división era, los que llegaban a nuestras vidas, los que se iban. En las fotos se notaban las amistades, los rencores, los defectos y las virtudes. Los alcahuetes, los plagas, los vagos, los revoltosos, los prolijitos. Las dos colitas y las trenzas en las nenas, los flequillos a lo “Balá”.
Uno termina diciendo mira fulanito, mira sultanito, mira tal que flaco, mira tal que gordo. Y siempre sucede que aparece uno que cuesta acordarse como se llamaba y ni siquiera nuestros padres sabían quien era. Ahora bien que uno no se acuerde vaya y pase, pero que nuestros padres no se acuerden es casi sinónimo de que el pibe no existió, rara vez no saben de quien es hijo, o nieto, o sobrino. Habitualmente, y sobre todo en los pueblos, nuestros mayores son capaces de saber ocupación, estado civil y hasta grupo sanguíneo de los padres de nuestros compañeros y amigos.
Por eso en la foto de primer grado la mamá de Andrés siempre señala a un morochito que esta sentado en una punta con cara de plaga y pregunta ¿Quién era este nene que nunca me acuerdo? Nosotros respondemos al unísono Carballito.
“Carballito” como lo llamábamos nosotros fue solamente compañero en primer grado, después se fue a otra escuela, después a otra ciudad y luego le perdimos el rastro.
Ante la respuesta, tan segura por parte nuestra, la mamá lo mira a Andrés y como cada vez que nos ponemos a hablar del tema le pregunta ¿Y de que Carballo será hijo?