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-Te voy a hacer llorar, Camila, ya verás. Cuando leas el cuento que te dedicaré, te vas a emocionar tanto que no te va a quedar más remedio que caer rendida a mis pies...

Alfredo hablaba en voz alta consigo mismo, mientras arrumaba la pila de hojas en blanco de su escritorio; tenia una pluma de tinta azul en la mano, para escribir como en los viejos tiempos. Le iba a dedicar un cuento a Camila, porque sabía que era sensible y que ésa era la única forma de llegar a ella.

Camila, sociable y socialista, preocupada por los demás, por el bien común. Siempre se compadecía del más necesitado, siempre dispuesta a tenderle la mano al que requería ayuda. Por eso se había enamorado de ella. Por eso necesitaba crear al personaje más patético que le fuera posible, para conmoverla, para tocar aquella tecla sensible, su talón de Aquiles. Sabía que unirse en su apostolado con los niños golpeados había sido un gran paso para conquistarla. Y cuando ella le dijo lo mucho que se sentía seducida por la literatura, supo que ese cuento sería su golpe de gracia.

-Te vas a llamar Imelda. Imelda Pereira. Vas a ser morena, un poco baja. Vas a vivir de allegada con tu hijo ilegítimo en la casa de tus padres abusivos. Vas a ser fornida y regordeta, y te van a faltar dos dientes de adelante...
-¿Regordeta? ¿Cómo regordeta?

Y ahí estaba. Siempre le sucedía lo mismo. Cada vez que Alfredo creaba un personaje, éste cobraba vida delante suyo. Lo podía ver, oír, y a veces casi sentía que lo podría tocar si estirase un poco la mano. Pero si no le gustaba, arrugaba la hoja de papel y la imagen se desvanecía en el acto.

-Regordeta, pasadita en kilos...
-O sea que aparte de madre soltera y pobre...¿gorda? Eso sí que no lo acepto. Hasta puedo aguantar lo de no tener dos dientes, válgame Dios, pero lo de gorda ¡eso si que no!
-No recuerdo haberte hecho tan rebelde y contestataria.
-Y yo no recuerdo haberte pedido ser gorda. Por ultimo, me hubieses hecho flaca y la hubiese pasado bien comiendo hasta llegar a este peso. Pero nacer así, gorda, a pito de nada....¿qué acaso no dicen que los autores deben querer a sus personajes? Pues a mi no me parece que me estés queriendo mucho, te voy a decir...
-Pero claro que te quiero.
-Entonces déjame bonita. Y de paso devuélveme esos dos dientes que me quitaste.
-Es para darte credibilidad. Una mujer de tu edad, con la vida que has tenido, no tiene para tratamientos dentales.
-¿Qué quieres decir con eso de “una mujer de tu edad”? ¿Qué cuantos años me has echado encima?
-42.
-¡¿42?! ¿Es acaso una mala broma?
-Me parece una bella edad.
-¡Pues te vas a la concha de tu madre! Yo no pienso nacer con 42 años. Quiero tener 25. Ah, y nada de madre soltera. Quiero vivir más mi vida y no me interesa tener hijos, así que me desapareces a la criatura, por favor.
-Pues el motivo de mi cuento es que seas madre soltera.
-Entonces al menos partamos desde el momento de la concepción. Yo no soy la virgen de Guadalupe, ni quiero andar concibiendo por obra del espíritu santo. ¿cómo me vas a negar la mejor parte de tener hijos?
-Eso no me sirve para mi cuento.
-Entonces eres un autor sin imaginación.
-¡Tu eres mi personaje y vas a hacer lo que yo te ordene!
-No. Me declaro en huelga.
-¿Cómo en huelga?
-Que no voy a hacer nada de eso que estas inventando. A ver si a ti te gustaría ser gordo, viejo, desdentado y con críos a cuesta, generados sin sexo, más encima.
-Puta que me saliste pesada, Imelda. Te vas a la cresta, también – y sin perder más tiempo, arrugó la hoja en sus manos y la tiró al basurero.

Alfredo se mantuvo pensativo un instante sobre las hojas en blanco, pensando en un nuevo personaje para conmover a Camila. Tendría que ser más parecida a ella, delicada. Así se sentiría identificada y llegaría más rápido a la zona G de sus emociones. Una gorda insensible como Imelda y su actuar matonesco le causaría poca gracia y muy poca sensibilidad a la hora de leer. Fue así como concibió a Clara.

Clara, dócil, frágil, delgada hasta los huesos. Blanca hasta la palidez y de cabellos largos y desaliñados. Alfredo la vio y la invitó a sentarse. Sentía como la inspiración le llegaba a chorros, mientras Clara acataba silenciosamente y se dejaba escribir.

-¡Esta huevona se va ahora mismo!

Era Imelda. No se había ido. Tomó a Clara entre sus manos y la zamarreo hasta convertirla en papel picado. Luego se sentó en el lugar en donde la otra estaba instalada y miró desafiantemente a Alfredo.

-¿Qué haces aquí? Tu deberías haberte ido ¿Y quien te dio el derecho a arruinar mi nueva inspiración?
-¿Qué no oíste lo que te dije antes? Que estoy en huelga. Eso significa que no hago caso de ninguna de tus reglas ridículas, ni las de creación, ni las de desaparición. Y como estoy en huelga, y por ende, molesta, puedo hacer lo que se me plazca, sea esto interrumpir tu porquería de cuento o destruir tu abominable personajecito. ¿De veras creíste que ibas a hacer llorar a Camila con esa insulsa de Clara? Sólo si pensabas hacerla llorar de la risa.
-Ahora me vas a decir que sabes escribir mejor que yo.
-No sé. Si me hubieses hecho escritora en vez de una obesa miserable, tal vez te podría haber ayudado. Porque tú te crees la gran cosa, pero en verdad no sabes operar si no es desde el cliché.
-¡No voy a aceptar críticas de un personaje!
-Bueno, anda. Escribe a Clara. Cuenta su realidad de mujer golpeada o sepa Dios qué otra imbecilidad tengas en mente. Vas a ver que Camila se va a matar de la risa, si es que no llega a ofenderse.
-¿Ofenderse?
-Tú no tienes idea de la sensibilidad femenina. No conoces a las mujeres en absoluto.
-Pues claro que las conozco, por algo soy escritor.
-Si así fuera, sabrías que ninguna mujer quiere ser gorda, por ejemplo.
-Ése es un problema tuyo.
-No. El problema es tuyo que no eres capaz de emocionar a una mujer sin humillar, degradar y violentar a otra.
-Pero si ni siquiera sabes como terminaba el cuento. Al final, te encontraba un marido decente que iba a criar a tu hijo.
-Claro. Y seguro que ese príncipe iba a ser a tu imagen y semejanza, para pasar el mensaje a Camila.
-Bueno, iba a ser apuesto, serio, bien educado...
-¿Y porque asumes que yo iba a caer rendida a sus pies? ¿Solo porque yo era pobre y fea y no tenia nada mejor a que aspirar?
-Perdón, pero el tipo era un gran partido.
-Si se parecía a ti, no me parece tan buen partido.
-Pero lo era. Era el mejor partido al que podía aspirar una mujer como tú ¿satisfecha? Él te iba a aceptar a pesar de todos tus defectos. Era el final feliz perfecto.
-¿Final feliz para quién? Por lo que entiendo, yo iba a seguir gorda, sin dientes y cuarentona. Es muy engreído de tu parte pensar que sólo por encontrar a un hombre, ya iba a tener mi vida resuelta.
-Ah. Así que además de feminista, amargada. ¿por qué mejor no te vas a la cresta y me dejas escribir?
-Pues yo aquí me quedo sentada. Y si traes a otra, la voy a moler a golpes igual que a la Clara ésa.

Alfredo la miró resignado. Si quería escribir, iba a tener que hacer concesiones.
-Si te adelgazo ¿me dejas en paz?
-También quiero mis dientes.
-Te cambio los delanteros por dos de atrás, que se notan menos. Y cuarentona te quedas.
-Si lo dejamos en 40 y no en 42...
-40, pero sigues siendo madre soltera.
-¿Puedes al menos recrear la noche de pasión en que fue concebido mi hijo?
-El padre era un camionero obeso, peludo y maloliente ¿te importa?
-No. Yo soy media puta, parece, así que me viene bien cualquiera.
-¿Y te vas a quedar callada?
-Milagros no puedo prometer, pero me voy a esforzar....

Alfredo tomó la pluma y se dispuso a escribir

-Ah , una ultima cosa...
-¿Y ahora que?...
-No me gusta el nombre Imelda...



Camila recibió dos días después un cuento de manos de Alfredo, dedicado a ella. Se dispuso a leerlo. Extrañada, se encontró con la historia de Malena Morganna, madre soltera, prostituta de profesión, que trabajaba en un club nocturno para pagarse una operación de dientes; rechazaba a todos los hombres que se le acercaban para proponerle matrimonio y sacarla de ese mundo. Era independiente, comía a destajo y representaba mucho menos de sus 40 años recién cumplidos. Era esbelta, eso sí.

Tiró el cuento a la basura y le solicito al coordinador de voluntarios del hogar de niños que por favor no la colocara más en el mismo turno que Alfredo Morales.





Texto agregado el 23-05-2010, y leído por 163 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
29-07-2010 Caramba, soy cuarentona, gorda y madre soltera. Supongo que el no ser pobre y tener todos mis dientes ha impedido que me tiren a la basura. colomba_blue
30-05-2010 Exacto, más original divertido no pudo ser, :)))!! arjona
23-05-2010 Genial. Me encantó leerlo. Gracias por unos minutos de sonrisas.***** susana-del-rosal
23-05-2010 No paro de reir. GRACIAS. Genial qué más puedo decir. NeweN
 
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