Heme aquí… Una vez más… Nadie se da cuenta de mi segunda venida… Suelo ser brillante, lleno de poemas y parábolas… Miro los cielo, allí esta mi viejo, seguro que nos mira a todos por igual, mientras el vulgo mira lo que yo miro, ovejas, simplemente ovejas, esperando su pastor, su luz, su hermano… Total, todos somos iguales, somos la imagen del creador, de mi padre… El tiempo no existe para uno como yo, que viene cuando lo llaman, los espíritus de amor… La gente sale a las calles… Me miran a los ojos y piensan, dudan en preguntar, si he regresado por ellos o por mi padre… A lo lejos observo al maligno. Me mira dudoso. Parece preguntarse si soy el que esperan los demás. Le miro a los ojos y lo atravieso, fulminante, porque, tras de ellos, sólo hay sombras… He hablado y todos han escuchado, pero no soy yo a quien escuchan, es a mi corazón, el hogar de mi padre. He caminado, con la sombra del temor tras mi espalda, y todas las ovejas me siguen, pensando en cielo tan estrecho e infantil… He llegado al milagro, a levantar muertos, locos, heridos, y más… Sin embargo, todos dudan de mi segunda llegada. He buscado un lugar donde descansar pero tan solo he encontrado más dudas y temores, la sombra, el maligno morando dentro de cada una de las ovejas, esperando salir en forma de dolor, de herida… Ya llega el momento más importante. He besado los labios del maligno. Este se ha iluminado y ha huido. Los hombres y mujeres tienen la libertad en sus almas… Todos se abrazan y buscan besar mis labio y los de todos los demás. Les miro y le digo que no es necesario. Se han molestado. El mal brota tras de ellos y han cogido piedras y cuchillos. Han cortado mis carnes. Me han reventado el corazón. Estoy agonizando, una vez más… Ellos no saben qué hacer con su libertad. Es una carga muy dura… Tengo que irme. Me voy, pero, volveré, como siempre… Pues, una que otra luz ilumina a mis pobres hermanos…