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Amanecer en una mañana fría y oscura no es fácil, para mi es un desafío de todos los días y para otros es la odisea de cualquier estudiante perezoso. ¡Eso es porque no he de hablar de la infeliz de mi hermana! Ya tenía yo tantas dificultades para que ella saltase violentamente de su cama, con la intención de levantarme a los gritos, acompañados de insultos y agresiones violentas… para que yo viese la hora y pregunte-¿Porqué tan temprano me has de levantar?-Y ella responda- Por el bien de mis llegadas puntuales- la verdad…para mí era un milagro llegar temprano pero para ella era una costumbre, dos personas tan diferentes y tan similares a la vez, que nadie lo podía creer. Ni siquiera nuestra madre, quien se despertaba media hora después y daba cinco mil vueltas diferentes para vestirse, maquillarse e incluso peinarse. Salir de la casa por la mañana era como salir a la noche, las estrellas aún se observaban y solo se veían piruetas de personas amontonadas, bebiendo su maldito alcohol y causando problemas a las personas decentes que pasaban por ese mismo lugar tratando de ir a su local. Llegar a la parada sin escuchar quejas de esa mujer, cuya forma de hablar era muy inaceptable para alguien como yo, era casi lo mismo que sacar un nueve en una evaluación dada por la más “mala” de las profesoras.
Llegar al colegio… ¡válgame Dios! que desperdicio, escuchar el aturdidor griterío de mis compañeros y oír hablar a medio salón, mientras la profesora no llegaba temprano, para mi era lo mismo que escuchar a los perros de la calle en ladridos fuertes y agudos.
Este día la profesora por primera vez llegaba temprano, los chicos la mirábamos asombrados, algo sucedió y nosotros lo sabíamos perfectamente, ella estaba con cara deprimida pero como cualquier joven respetuoso nos quedamos en silencio y no nos atrevimos a preguntar que le sucedió, preferimos que ella nos contase aquel momento, supuestamente duro y angustioso. La profesora se paró y exclamó -¡Demasiado silencio, que hermoso momento!- Nosotros miramos apenas con la cabeza arriba hacia el pizarrón, en el cual se encontraba ella escribiendo y explicando a su vez.
Sonó el timbre del recreo, yo último… como en lo habitual, era obvio pensar eso, mis compañeros se amontonaban de manera violenta y salvaje hacia la puerta de la salida, mientras se escuchaban quejas e incluso insultos entre ellos. Yo me volteaba y los observaba, estos no eran más que unos monos de circo, siempre haciendo escándalo y generando mala fama en el colegio ¿Cuándo aprenderán estos animales a comportarse?
De repente comencé a escuchar el famoso “zumbido” en mi oído, apenas dejé de escucharlo sentí que ya no era el de siempre, las personas a mi alrededor se oían de una manera más que diferente, ya no era lo mismo, su forma de hablar era otra, de pronto dejé de entenderlos, me confundí y de tantos nervios perdí las fuerzas para mantenerme en pie, mi vista comenzó a oscurecerse… Sentí un golpe en mi cabeza y no supe más nada.
De pronto me despierto, nervioso y asustado… cuando los miro, estos me hablan y con tanta confusión les grito-¡No los entiendo!- Pero ellos tampoco me entendían, nuestra comunicación era otra, nadie comprendía esta sorprendente situación, de pronto un miedo me rodeó y sus expresiones en sus caras me atormentó ¿Cómo es posible? Ellos escribían y yo los entendía pero a la hora de charlar no reaccionábamos, no nos comunicábamos.
De pronto llegó un señor, sostenía una tarjeta de identificación en su camisa, se trataba del doctor Salvador Mirarle, el psicólogo del colegio. Este se me acercó y habló, pero yo seguía sin entender… Luego yo hablé pero el tampoco me entendió, no había caso, tuvimos que recurrir a la escritura para entendernos, pues era de esperarse, era el único medio para comunicarnos ya que señas no se podían utilizar, pues yo era un ser ignorante y solo tenía nulos conocimientos de eso. Ese sujeto nunca me cayó bien pero eso, también es cuestión de conocer, hablamos un buen rato, bueno… No creo que hablar sea la expresión adecuada ya que solo nos manejábamos con la escritura. Aprovechando esto de la comunicación le pregunté cuanto tiempo había estado dormido, el doctor me respondió serenamente- 2 días mi buen amigo…- ¿Amigo? ¿Qué fué eso? Apenas teníamos dos horas conociéndonos y el ya me trataba de esa forma. Su apariencia era intrigante, era alto, de ojos y cabello oscuro pero su piel era color blanca fina, su barba corta y prolija, era graciosa, al menos a mi me hacía reír. Así pasamos dos horas más, cuando estaba por hablar sobre mi familia recordé que yo era el más destacado por mi prudencia, razón por la cual no respondí sus preguntas con muchos detalles y creo que Salvador ya lo había notado pues no dejaba de preguntar sobre mi vida. A pesar de no entender a nadie con la charla, los entendía con la escritura, mi familia me observaba día y noche… ya no me trataban con violencia y me acariciaban con amabilidad y ternura, aunque mi sonrisa era forzada. Por las noches no dejaba de pensar en aquellos agradables momentos que compartía con mi familia, antes de ese maldito zumbido, el cual cambió mi vida. Lloré amargamente gran parte de la noche helada, quería hablar como ellos, pero no podía, había tanto por cambiar y tan poco tiempo para actuar...

Texto agregado el 08-06-2010, y leído por 118 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-10-2010 el buen escritor es sincero en sus escritos. Saludos djoz
09-08-2010 Magnífico, un cuento con todo el suspenso y la tensión que invade de a poco. Gran trabajo. 5* Catman
08-06-2010 El letargo y la metamorfosis en un protagonista que penetra en otras realidades. Me gustó la estructura. Saludos. Kodiak
 
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