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El envejecido sentaba en un banco de un parque, cada tanto, cuando calculaba que el pan disminuía en el suelo, regaba un poco más y las palomas volvían al picoteo.

A veces, muy frecuente, suele poner migas a ambos lados de su asiento, es hay donde podía contemplar con más detenimiento, a veces con mirada perdida, a las grises palomas.

El transito en el parque era fluido, familias, grupos de amigos, gente variada, A veces algún cantante o pintor de poca fama levantaba algún teatrito para ganarse el pan cotidiano. Aunque de esa gente, muy pocas descansaban en los bancos.

Cierta vez, el día avanzado se ocultaba, y una pareja se sentó en el banco, el viejo que era su aposento diario esos bancos, adoraba la soledad, y no supo como racionar ante tal sorpresa, los jóvenes su amor através de besos y susurros.

Ese tipo de presencias, hacia resaltar mas su soledad, lo hace pensar en una realidad que el ignora. No hay nadie en el mundo que precise de él, su ayuda es innecesaria para los demás, nadie depende de él, y cualquier acto de felicidad grupal, lo llena de nostalgia y de malos sentimientos, y el recuerdo de una niña, que una vez fue su hija, reviene en golpe fulgente a su memoria.

Pronto, los dos jóvenes, advertidos por la noche, salen corriendo en un jugueteo infantil, el cielo esta azul oscuro, y la luna se hace notar esférica y gigante.

Una joven escolar coge el banco repentinamente, revoloteando algo en su mochila, sus cabellos rubios hermosos, cara angelical, caen por su frente, después de una exhaustiva búsqueda, reposa su mochila en sus piernas, con aire resignado y gesto agotado.

La chica observa al viejo, rodeado aun de algunas palomas, ve sus pintas y conjetura que es un vagabundo, vuelve a revolotear la mochila, y esta vez extrae un sánduche de jamón envuelvo en su bolsita trasparente, se lo extiende- ¿quieres?

El viejo mira y de un golpe contempla la belleza.- gracias, pero no.

-ah, bueno- dice la joven revertiendo su comida a la mochila- no tienes hambre, entiendo.

-yo tengo mis migas de pan, me han de llenar todo el día.

La joven da un soplo de sorpresa- ¿te alimentas de puro pan? Waoooo

-no es el mejor alimento, pero llena el estomago.

La muchacha ríe.

-bueno, me voy, es tarde. Cuídese hombre, y trata de balancear un poco la comida- se subió la mochila al hombro y se desapareció.

-Adiós

Al viejo La agrado esa charla, y como es de esperar, divago en esos últimos cinco minutos, de que formas podía ver contestado mejor, se imaginaba a la joven riendo de sus chistes, hablando con el a su lado, y cuando se levanto de su asiento, tubo unos aires de buenos sentares, un poco mas rejuvenecido, camino hacia su vivienda, llego a la diminuta pieza, un colchón sin sabana era lo único, obviamente, sin cama tampoco, se recostó, puso la bolsita de migas a su lado, metió los pies en la frazada, el cuarto a oscuras. Su mente nuevamente volvió a divagar en aquellos rejuvenecedores minutos ante la dama. Mientras la oscuridad lo cubría todo, los ruidos no se hicieron esperar, y mientras las frazadas se agitaban con dureza y en el centro. La voz del viejo en imitaciones superfluas y poco creíbles. Se perdía la noche. Hasta quedar totalmente dormido.

Texto agregado el 08-06-2010, y leído por 117 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-06-2010 Unas cuantas palabras, un simple gesto de bondad, de amistad hacen revivir a cualquiera, buena historia, me gustó mucho******** JAGOMEZ
 
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