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EL ALGO QUE SIEMPRE BUSCO ADDOM…






AUTORA: ANA ARUB







…de la colección perdida de cuentos escritos a puño y letra,
por la vida…










EL ALGO QUE SIEMPRE BUSCÓ ADDOM…




En un lugar de la América, donde la vida transcurría a su ritmo normal, sobre una de sus altiplanicies, en la hacienda La Paz, estaba el rancho del hogar formado por una joven pareja, Antoni y Sophie que en los albores de su matrimonio, esperaban su primer hijo.
Llevaban el ritmo diario de la vida en el ir y venir sin ningún contratiempo, viendo siempre lo mismo, como una dulce vida en la que nada cambiaba, en fin tranquila y amable.
Esta alegre pareja después de los quehaceres diarios y ya en el refugio de su hogar entablaba largas conversaciones, cuyo tema principal era escoger el nombre de su esperado hijo. Antoni quería que llevara el nombre del abuelo, mas Sophie, deseaba colocarle el nombre del protagonista de un cuento que había leído y le llamaba la atención, mas no llegaron a un acuerdo. Un día Antoni y Sophie salieron a caminar por la hacienda, cuando pasaban sobre una planada a la orilla del río, se sentaron a descansar, miraban las aguas cristalinas y las espumas que flotaban empujadas por la corriente, reflejando a la vez como en un espejo, algunas nubes del cielo; de pronto Sophie dijo: ¿por fin nuestro hijo llevará el nombre del abuelo o del personaje de mi cuento? Antoni contesto: tal vez, ni el cuento, ni el abuelo; Sophie volteó hacia Antoni, y quedaron con la mirada fija el uno al otro. De pronto oyeron un ruido a lo lejos y creyeron ver la luz del rayo anunciando un fuerte aguacero, por un momento quedaron en silencio, la luz se fue acercando; pero no era un rayo sino un reflejo que inundó su visión, formando signos que ellos trataron de descifrar, mas no fue posible, solamente quedaron grabados en sus mentes; luego mirándose sin hablar, empezaron a recordar tales signos; haciendo un gran esfuerzo para aclarar en su mente lo visto, Antoni dijo: yo vi… como una …A y una D…Sophie dijo: yo vi, una… D… pero también vi una… O… y una M, luego se quedaron pensando en las letras vistas…A---D---D---O---M y abrazándose fuertemente exclamaron: ¡ADDOM, ADDOM! ¡Si, ADDOM! éste será el nombre de nuestro hijo! ADDOM… ADDOM, y después de este grato momento, se fueron felices para su casa, sin dejar de repetir: Addom… Addom… que lindo nombre.
Ya sabiendo que el nombre escogido para su hijo era Addom, empezaron a nombrarlo así, cuando hablaban de su próxima llegada.
Una tarde apacible, ya al oscurecer, en medio de la tranquilidad del lugar y de los ruidos nocturnos, es visitado el rancho… ¿quién es? se preguntan… es algo que en medio de la oscuridad deja entrever la figura de una cigüeña, que como cumpliendo con un compromiso adquirido, venía a entregar a Addom.
Ha llegado Addom al lugar que por suerte o por destino le correspondía, con la expectativa que todo Ser debe sentir al llegar a este mundo, ¿Qué pensará Addom?, ¿Qué sentirá? ¿Qué deseará? ¿Acá donde bien pudiera creerse que todo lo tiene? el tiempo lo dirá.
Haciendo Addom algunos movimientos, adquiriendo estas y aquellas habilidades, va a cumplir con esa tarea a la cual vinimos: manejar el mundo para sacarle el mejor provecho.
Addom mostraba la destreza y la gracia al avanzar en sus primeros pasos; mirando hacia lo lejos como queriendo conquistar la altura para buscar algo, pero nadie advertía que en su débil y pequeño cuerpecito dejaba entrever unas amplias alas, que lo llevarían a encontrar lo deseado.
Addom ya conocía el lugar donde vivía, su familia y las amistades que pasaban a diario por su lado. Él compartía en armonía la vida con aquellos que le mostraban su amor y lo iban encaminando como creían conveniente para hacer de él, el hombre ideal, el hombre que la sociedad pide, aunque éste niño como todos, al nacer traía consigo sus propios gustos e inquietudes, lo cual hubiera sido necesario admitir, para que fuera en busca de lo que deseaba, sin pretender marcarlo con esas señales con que se ha venido marcando a la humanidad para que siga el camino que se le traza, pero sus padres y abuelos también habían sido educados dentro de las mismas normas y esto seguía como herencia, listos a poner en orden a quien pretenda salirse del ritmo normal ya que es más difícil manejar a quien da sus propias ideas.
Cuando Addom ya hablaba el lenguaje que los seres humanos emplean para comunicarse, quiere ir más allá, desea aprender ese otro lenguaje que nadie habla, pero que se ve y se entiende, como quien oye la voz del desierto, los ruidos de la naturaleza, los signos del viento y las voces de los animales que nunca han hablado, por este motivo Addom se lanzaba a hacer cosas que según los adultos no están permitidas a un niño de su edad, como alejarse por varias horas al bosque, afrontando peligros que sin ser fatales podían ocasionarle algunas lesiones.
Un día salió Addom al bosque y en espera de no ser interrumpido por su familia, alcanzó a avanzar un largo trecho, se detenía a mirar algunos animales no comunes en su medio, a los cuales les dedicaba varias horas, observando sus formas y colores, también creía oír sus ruidos, como si fueran voces y hasta llegaba a pensar que lograba entenderlos. Muchas veces se quedaba observando el firmamento a través de las ramas de los tupidos árboles, por donde los rayos del sol penetraban con dificultad, para llegar a visitar aquellas criaturas que tanto le llamaban la atención. Otras veces se quedaba extasiado, con la mirada fija y pensando… con qué arte estos seres del bosque fabrican lo que nadie les ha enseñado; como la perfección con que un ave construye su nido, las arañas sus redes, las abejas su enjambre, y así sigue pensando… nadie les da comida y no mueren de hambre, no les dan abrigo y la naturaleza los cobija a todos, el sol les manda sus rayos que penetran por entre el ramaje llegando hasta sus cuevas para calentarlos. ¡Oh! que sabio universo y que bellas criaturas ¡cuánto nos enseñan!… pensaba.
Sin darse cuenta el tiempo había pasado y pronto fue sorprendido por los gritos de… ¡Addom, Addom! ¿Dónde estás? ¿Por qué haces esto? ¿De dónde sacas éstas ideas? Y fue así como llegaron a su lado para recriminarlo, sin que él entendiera el por qué de éstas frases que retumbaban en sus oídos como un reproche, pero debía aceptar y agachar la cabeza, pues no se sentía con derecho a hablar sobre lo que veía importante; sobre el algo que buscaba y creía encontrar en la paz del universo; mas guardaba silencio, quedando sin saber el motivo que tenían para privarlo de ésta libertad, limitándolo en su búsqueda, la cual le sería fácil si entendieran que el ser humano puede encontrar felicidad no solo con lo que le trazan, sino con lo que él mismo puede descubrir, ¡Ojalá me dejaran hablar! Pero los adultos se creen con derecho de decir lo que está bien y quién es bueno o no.
Addom obedecía, pues sus padres le explicaban que lo cuidaban porque le tenían un gran amor y por esto le indicaban lo que era correcto y lo que debía hacer, él pensaba en ese gran amor que sus padres le brindaban y se sentía feliz, pues así veía el mundo con amor, pero a veces pensaba que lo limitaban en su búsqueda, porque le interrumpían su tranquilidad haciéndole creer que obraba mal y decía: ¡Oh! si me dejaran disfrutar de ese olor a bosque, de ese placer que la naturaleza me da al mirar sus colores, sin limitarme, permitiéndome conocer también el amor del universo.
A Addom no le quedó otra alternativa que obedecer, sin pensar en volver al bosque y entrar en ese mundo que tanto le aportaba, donde podría aprender tal vez mucho de lo que buscaba, pero pensaba: mis padres prefieren verme sumiso pues así la vida era más fácil.
Iban pasando los días y Addom cumplía con sus quehaceres y tareas que bien sabía llevar, adquiriendo conocimientos y destrezas. Sentía que esta parte de la vida estaba bien, pero solo era una parte, le hacía falta esa otra parte que llena el sentir, como una fuerza que no deja decaer cuando algo falla.
Un día Addom quiso saber que había al otro lado de la montaña, pero más que la alta montaña vista en el verdecer de la lejanía, bajo el infinito azul a donde tal vez pudiera llegar, traspasando esta parte que ve, para entrar en el mundo que su visión busca, en la paz del firmamento, deseaba ver ese otro lado de lo conocido y sin esperar más, empieza su caminar, subiendo y subiendo mientras repetía: ¿Qué hay al otro lado? ¿Qué hay al otro lado? quizá sea muy fácil saberlo, quizá no; pero su impulso lo llevaba sin sentir cansancio. Así pronto estuvo en la cumbre respiró hondamente y sintió la libertad del viento, el frescor de la brisa y los rayos del sol que tocaban su cara, miró a lo lejos y en esa visión al infinito, quedó extasiado, en un contemplar profundo como si en un momento el mundo se le hubiera ido de sus manos para dejarlo en ese mas allá del que no sabía, pero que quería saber. Sumido en un gran sueño, sintió la necesidad de estirar los brazos para coger lo que creía sentir, pero esta sensación también se le escapaba de sus manos; luego una inmensa luz lo envolvió, transportándolo a lugares desconocidos, donde se veía totalmente solo, aunque siempre notaba el palpitar de su corazón haciéndolo sentir vivo, así pasaron varias horas, creyendo ver siluetas con luces, marcando figuras extrañas pero atractivas, movidas al ritmo de una música oída a lo lejos, con voces que sin entenderse bien, formaban un murmullo agradable. Sintió una paz profunda a la vez que le llegaban aromas de flores… de esas flores que en bosques, solitarias esparcen olor a dulces y a mieles de manjares, que encierran un agrado intenso, como si alguien cuidara un jardín de confites, en espera del que llegue a probar sus sabores y a participar en una fiesta preparada, para alguien que no ha llegado y tal vez nunca llegue. Pero todo esto no era más que producto de su imaginación.
Ya pronto empezó a despertar y en ese afán de no dejar escapar lo que a sus sentidos había llegado, sonrió y corrió como queriendo alcanzar algo, pero sin darse cuenta resbaló por sobre una piedra, cogiendo impulso para tropezar con otras y otras, parando luego en un lugar que por suerte lo detuvo, pero había perdido el conocimiento y así fue como más tarde lo encontraron.
Estaba volviendo en sí cuando empezó a oír reclamos que maltrataban más que los golpes recibidos contra las piedras. Ya consiente veía miradas de su familia, haciéndolo sentir como el hijo problema y sin embargo, Addom creía que tenía derecho a defender lo suyo, aunque el mundo no lo entendiera… ¡claro que él tampoco lo entendía! … así siguió sin pronunciar palabra, pero su mente se encontraba en ese mundo que acababa de dejar, pues tanto lo había disfrutado que le dio el valor para seguir soñando.
En el camino a casa, Addom sintió un gran dolor en el hombro izquierdo, ocasionado por los golpes recibidos, siendo necesaria su hospitalización, donde con el tratamiento adecuado fue mejorando. Unos días después volvió a casa bastante recuperado y con la advertencia de no hacer ejercicio por algún tiempo, pero el gusto por el deporte le quitaba la molestia… ¡la juventud todo lo puede! decía su madre al verlo correr y saltar.
Addom compartía parte de la vida con amigos en juegos y pasatiempos divertidos, riendo y sacándole a la vid la gracia de ser vida y poder vivirla. En el afán de buscar gustos y placeres encontraba los momentos y lugares apropiados para disfrutar esos ratos agradables.
También dedicaba buena parte de su tiempo a caminar entre la gente, deteniéndose a observar la forma de ser de las personas y aunque encontraba hombres alegres, con ánimo de vivir; también sentía tristeza al no encontrar en algunos seres, ni felicidad, ni armonía, ni paz; pero no podía descubrir las causas de su enfado y al querer entregarles un poco de su amor quedaba asombrado porque veía en ellos respuestas y expresiones negativas con miradas opuestas a lo que él deseaba dar; como si no les interesara el cariño que alguien les quiere brindar, o tal vez se encontraran encerrados en un mundo destructivo del cual no quisieran salir, por lo cual Addom se detenía a pensar… “El ser humano en su esencia forma parte de la naturaleza que nos brinda amor.” Pero no entendía, como unas personas mostraban diferentes formas de ser de acuerdo a las circunstancias, haciéndose difícil comprenderlas y piensa…la inteligencia del universo tal vez sepa descubrir aquello que es propio de esta parte de la naturaleza llamada… ¡hombre!
A pesar de todo, Addom no se cansaba de recorrer lugares, queriendo encontrar en otros seres humanos algo diferente, algo nuevo de lo ya visto, pero llegaba a la conclusión que en todas partes ¡los humanos, humanos son! como quien da la vuelta a una esfera, queriendo encontrar diferencia en su otro lado, pero se da cuenta que por todos sus lados la esfera, esfera es. Sin embargo, se queda pensando, ¿qué les habrá hecho falta a estas personas que no han encontrado alegría? Y dice… ¡quizá les hizo falta amor!
Addom tuvo varios llamados de atención cuando defendía a quienes eran recriminados por algo, sin aceptar sus explicaciones, él quería que fueran oídos, para saber el motivo que los llevaba a obrar así, pues pensaba que cuando se pretende dirigir a una persona para hacerla marchar como se quiere, se le está maltratando su libertad, esa libertad que da felicidad, sin ella la vida se siente como una obligación, pensando como otros piensan, haciendo lo que otros quieren, siempre al acomodo de alguien,… es entonces cuando vienen los ¡NO! que la persona lanza para decir ¡No soy un comodín!, ¡no quiero!, ¡no me gusta!, ¡no me obliguen!, dejando ver esa fuerza tan difícil de manejar.
Algunas veces Addom se detenía a pensar: como en la humanidad hay fuerzas que dominan sin que cuente el amor, el fuego del amor que debiera manifestar el hombre con los brazos extendidos para acoger al hermano que lo espera, brindándole un canto de alegría y evitando la fuerza de manos destructoras que acaban con la paz de las ciudades, de los campos, condados y familias, destruyendo el alma de los niños y matando el amor; haciendo que el ser humano se aleje un poco de su sentido original y en lugar de estar inmerso en el alma del universo, se aparte para dejarse arrastrar por ese vaivén de olas destructoras, que marcan con sellos de desagrado, muy difíciles de borrar. Por tal motivo Addom siente un gran compromiso como ser humano, al querer ayudar a quienes desean tener una oportunidad, una mano que los impulse y aunque a veces cree que las fuerzas le fallan, siempre hace un nuevo intento para ofrecer su ayuda y en compañía de algunos amigos, van a diferentes lugares, haciendo campañas de salud, de buen trato en los hogares, cuidados a niños desprotegidos y sin querer va dejando su huella.
Empiezan algunos cambios en la vida de Addom, pues ya es un adulto y como era el gran deseo de sus padres, se ha convertido en un profesional sobresaliente, que su familia y sus amistades admiran.
Debe Addom empezar nuevos trabajos y ya listo para emprender ese camino, tropieza con algunos obstáculos que a su paso encuentra, al no poder salir hacia el lugar deseado, pero habrá nuevas oportunidades dice; y es cuando el afán y el desespero no deben formar parte de nuestros sentimientos.
Addom aprovecha para tomar un descanso, se dirige a una cabaña situada al pie del rio que cruza bordeando la hacienda de sus padres, camina por la orilla, oye los ruidos de la naturaleza en el silencio de este lugar, admira el paisaje, luego se sienta al pie de un árbol al lado de la cabaña de donde divisa el firmamento, planea algunas actividades que desea llevar a cabo ahora que empieza una nueva etapa de su vida, ve que existen dudas e inquietudes acerca de los cambios que vendrán y piensa en esa voz interior que ha oído varias veces reprochando o aprobando sus actos, cierra los ojos para oírla y queriendo una respuesta, pregunta: ¿Cómo poder encontrar la felicidad ? queda largo rato en un silencio total pero no oye respuesta, luego experimenta una ansiedad que no entiende, quizá no tenía muy claro lo que preguntaba y en esa quietud fue encontrando una gran paz, empezó a sentir que se hallaba en un lugar donde todo era armonía, y observando con placer vio que alguien le sonreía como si le quisiera decir algo, Addom quería saber de qué se trataba pero esta visión se le acercó y le dijo: Addom… y Addom sorprendido le preguntó: ¿Quién eres? Hubo un suspenso… luego Addom oyó una voz que le decía: soy tu sentir, tu voz interior: algunas veces me has oído pero otras veces te encuentras tan ocupado con tus preocupaciones que no das campo para poderte hablar; si, dijo Addom, necesito paz en mi interior, pensó en el algo que había buscado, y fijando su pensamiento en lo que su visión percibía volvió a preguntar: ¿Cuál es el motivo de mi vivir y cómo avanzar para encontrar lo que me falta y sentir que lo tengo todo? Luego guardó silencio y oyó la voz que le decía: el motivo de tu vida está en la búsqueda de ese algo que encontrarás en el momento debido, no te afanes ni avances sin medida, solo vive tu vida… pero no olvides que lo más importante es el amor. Addom se mantuvo inmóvil en tanto que esta visión desaparecía para quedar como una luz en su interior. Addom sintió un gran descanso y dijo: ¡Estoy seguro de poder dar todo lo que la vida me pide, luego caminó por la hacienda, observando la naturaleza y sintiendo un gran amor por todo lo que en ella encontraba. Más tarde regresó a la casa.
Muy pronto, antes de lo pensado, Addom estaba alistando su viaje, sentía que debía dejar su hogar, ¡dulce hogar! donde según le decían sus padres había tenido todo, él sabía que así era, más nunca estuvo de acuerdo con la expresión ¡todo! Pues decía… ¡todo! Nunca tenemos todo, siempre habrá algo más que buscar.
Addom sentía que su espíritu quería volar, emprendió un largo viaje en busca de lo que él había escogido. Se estableció en una ciudad de Alemania, con un empleo donde encontró infinidad de máquinas, que en instantes hacían cosas maravillosas, Addom pensaba, ¡Qué tecnología! aún me falta mucho por aprender. Entró en el mundo de las máquinas que realizaban grandes operaciones con solo oprimir los botones siendo todo perfecto.
Ya se desempeñaba a cabalidad en ese mundo y lo fue haciendo suyo, podía navegar por diferentes espacios, conocer el universo, ver espectáculos, encontrar respuestas deseadas. Todo esto era maravilloso, pero él quería investigar más de lo que conocía, y con este pensamiento llegó a descubrir y a ampliar más de lo que ya con gran rapidez manejaba, se proponía tareas y se sentía muy bien, pues sabía que los adelantos formaban parte de las inquietudes del hombre.
Un día Addom recibió una llamada de su casa para felicitarlo por su cumpleaños y se dio cuenta que el tiempo había pasado, que eran varios años sin ir a visitar su tierra y los suyos. Aprovechando las vacaciones, emprendió un viaje de visita y al mirar otra vez lo que era suyo se dio cuenta que mucho había cambiado, a sus padres se les empezaba a notar el paso de los años, gente conocida se había ido para siempre, sin haberles dado el último adiós, Addom sintió tristeza, pero creía que todo esto con él o sin él, hubiera sido igual.
Al regresar de vacaciones quiso cambiar de destino para dedicarse a nuevos trabajos y ver otras cosas, pero los adelantos y las máquinas ya formaban parte de su mundo, así que decidió quedarse y aportar mucho más, sintiéndose a gusto, dando ideas, descubriendo cosas, comprobando resultados y así pasaba el tiempo trabajando sin parar.
Un día recibió una llamada avisándole que sus padres estaban un poco enfermos, así que él vio necesario hacerse cargo de ellos, tal vez necesitaría vivir en una ciudad más tranquila para cuidarlos. Viajó a Francia, encontró el lugar apropiado y allí se traslado con sus padres. Ya organizado en la nueva ciudad, con las comodidades deseadas, resuelve buscar otro trabajo, aprender en otros campos y a la vez aportar sus ideas. El nuevo empleo tenía que ver mucho con la gente, era algo que le llamaba la atención, debía visitar ciudades, llevar a cabo entrevistas, presentar proyectos y aunque no faltaba uno que otro contratiempo los resultados en general eran buenos.
En sus horas libres Addom salía a caminar, encontrando lo mismo que en otros lugares; gente alegre que prospera, como también al pobre, al débil, al que pide unos alivio para su grandes males y otros la luz de una sonrisa que bien ayude a suavizar su andar, Addom andaba con ellos, les hablaba, les sonreía con el deseo de encontrar armonía y en ésta búsqueda es sorprendido por el amor, sin saber ni pensar, tropieza con una mujer, que en sus mejores años de juventud, deja ver la gracia y el talento que él soñaba y aunque no había dedicado tiempo para buscarla, ahora que la encuentra no estaba dispuesto a dejarla ir, así que muy pronto esta mujer se convierte en su compañera inseparable. Muy felices comenzaron una vida juntos, en las buenas y en las malas, pero más en las buenas, porque para ellos las buenas se gozan y las malas se arreglan, siendo esta la forma de pensar de Addom.
Ya los dos en su hogar y con el deseo de encontrar la felicidad en ese andar, organizaron las labores de acuerdo a lo que cada uno deseaba, Addom en su trabajo, visitando ciudades, presentando proyectos, tenía que ver nuevamente con maquinas, aunque éstas muy diferentes a las que había manejado, pues ahora debía trasladarse en helicópteros, o avionetas, viéndose a veces en la obligación de aportar sus conocimientos y en el caso de no saber mucho sobre estos aparatos, debía acudir a maniobras para salir adelante cuando se presentaba algún percance. Así iba pasando el tiempo, en la armonía del trabajo, el calor y la tranquilidad de su hogar.
En uno de esos momentos solitarios en la paz del hogar, en medio del calor que encuentra en este tranquilo lugar, le llegan a Addom recuerdos del pasado y cruzan por su mente alegrías de trabajos realizados, de placeres vividos, satisfacción de obras entregadas, beneficios obtenidos en bien de la humanidad, imágenes de personas que dejaron su huella; huella que no se borra ni pasa al olvido, así Addom tranquilo y silencioso con el placer que le traen esos tiempos, exclama: ¡Qué lindos los recuerdos! y en medio de la alegría que lo acompaña también llegan recuerdos de sueños no cumplidos, deseos no alcanzados, dejando vacíos que no se llenan nunca, sin querer recordarlos, que mejor fuera olvidarlos, pero esto no es posible. Y en este desafío de sueños y de olvidos, salta Addom de su puesto al oír el timbre del teléfono para recordarle un compromiso, con el tiempo contado para llegar al lugar de la cita, se pone en marcha. Allí reunido con sus compañeros de trabajo acuerdan lo que deben hacer. Al día siguiente muy temprano salen a tomar el barco que los llevaría a Isla Verde, fue un viaje agradable en medio de armonía, risas y algarabía de este grupo de adultos que más parecían niños disfrutando un paseo.
Llegados al lugar, tuvieron que afrontar algunos inconvenientes; como dormir en hamacas a la intemperie y al amparo de mosquitos, entre lluvias y un calor sofocante, pero todo esto formaba parte de la gracia de conocer nuevas cosas.
El trabajo no era fácil quizá por falta de experiencia, aunque sabían muy bien la teoría les faltaba la práctica y adquirirla era el objetivo de este viaje; conocer, observar, probar y analizar la existencia de algunos productos en esta región, ver su calidad y la facilidad para comercializarlos.
Empezaron a ver productos no conocidos, varias clases de frutales, plantas medicinales con las cuales la gente de aquella isla preparaba medicinas, plantas de fibras resistentes con las que allí fabricaban implementos para el hogar, también otros cuantos productos comestibles, pero sobre todo, lo que más se veía era la producción de madera, tenían que averiguar sobre su utilidad, uso e importancia de todo esto para comercializarlos. Se sentían satisfechos viendo que había mucho que explotar, mas el trabajo era largo y pesado.
Addom tuvo algunos contratiempos, pues en una caída se golpeó el hombro izquierdo, el mismo que se había golpeado cuando niño, la vez que quiso saber que había al otro lado de la montaña; sintió un gran dolor, afortunadamente encontraron a un habitante de esta región llamado Etloy quien les ofreció su casa para que se hospedaran, mientras llevaban a cabo el trabajo.
Allí este hombre cuidó a Addom y lo alivió, diciéndole que entre ellos se curaban todas las molestias. Varios vecinos acudieron para prestar sus servicios, listos a colaborar en lo que fuera necesario. Con la ayuda y el calor humano de esta gente, cualquier percance podía ser superado.
La estadía donde Etloy era muy agradable, Addom y sus compañeros admiraba en estas personas su hospitalidad y cariño, lo que no aceptaban era que acá trabajaran arduamente, entregando sus fuerzas en labores tan pesadas y sin ninguna comodidad para que al final y con mucha dificultad, pudieran vender sus productos a precios muy bajos, sin justificarse su esfuerzo, sometidos a vivir en situaciones precarias faltándoles apoyo. Addom además del interés por averiguar sobre los productos, se preocupaba especialmente por quienes le brindaban su amistad, aunque sabían que su llegada era por poco tiempo, para ellos toda persona era bien recibida y a pesar de no tener mucho, ofrecían abnegadamente lo que podían, era gente buena y sumisa, llenos de bondad, tanto para los suyos como para con los que llegaban de visita.
También era admirable ver que en esta región humilde, se encontraban grandes conocimientos sobre plantas y animales, ante cualquier enfermedad, hallaban la cura con remedios sacados de su medio, estos conocimientos habían pasado de padres a hijos desde mucho tiempo atrás, todo aquello llamaba la atención y después de terminar su trabajo, pasaban largo rato hablando y conociendo parte de la ciencia que parecía increíble encontrar en esta tierra.
Un día presenciaron el momento en que una persona fue atacada por un animal salvaje, quedando bastante delicada, aunque Addom y sus compañeros siempre se habían considerado personas valientes, tuvieron que aceptar su miedo ante esta situación, pues lo único que hubieran deseado era desaparecer del lugar, pero bien sabían que debían sacar valor y confiar en la práctica de aquellas personas y efectivamente un hombre ya de edad avanzada, con la gran experiencia de un sabio, hizo lo conveniente aplicando el remedio apropiado, muy pronto el paciente estaba recuperado. ¡Esto era increíble! Decía Addom, analizando cómo personas con más facilidades se quejan sintiéndose incapaces, mientras que acá con tantas dificultades, aprendían a vivirlas y a sacarles su enseñanza, pareciera que cada dificultad fuera motivo para un aprendizaje; la naturaleza ofrece atributos que están hechos para el bien del hombre, Addom por momentos recordaba su vida de niño en el bosque.
Para este grupo de personas que viajaron a la isla, fueron muy agradables los dos meses que permanecieron en este lugar, ya que lograron más de lo que se habían propuesto, porque no solo conocieron los productos sino también la forma de transporte para sacarlos al mercado. Estaban satisfechos con todo lo logrado y los duros momentos fueron suavizados con la amabilidad y sabiduría de éstas personas, que se sentían agradadas con su compañía. Addom hubiera querido quedarse más tiempo, pero no negaba que también deseaba regresar, pensando en su querida Juana: como era el nombre del gran amor que lo esperaba en casa.
Llegó el momento de partir y no sin antes preguntar sobre muchos remedios para cada dolencia y llevando algunos recuerdos de esta tierra, salieron de allí sintiendo que dejaban una parte de su corazón en este rincón apartado, pero lleno de ciencia y sobre todo de gente que brindaba más de lo que se creía que pudieran dar. Muy temprano, cansados del trabajo, partieron en el barco llenos de nostalgia, pero también con deseos de regresar a sus hogares. Compartían en armonía nuevamente estos momentos en que no se veía más que cielo y mar.
Avanzaban tranquilos, cuando advirtieron que el motor del barco presentaba algunos problemas, se dispusieron a mirar cual era la causa, Addom creía saber mucho de máquinas y poder dar una pronta solución, pero era inútil, no encontraba cual era la falla, estaba desilusionado al ver que habiendo pasado tanto tiempo entre máquinas, parecía no saber lo suficiente, pero en fin esta era otra clase de máquina y tenía su propia ciencia.
Hubo un momento de pánico cuando creyeron que el agua estaba entrando al barco y fue cuando Addom salió a un lado y en la desesperación más grande lloró y lanzó un grito de: ¿será que no voy a volver a ver a mi Juana? A la vez los compañeros sentían lo mismo, pues cada uno de ellos deseaban regresar a salvo donde sus seres queridos. Por momentos parecía haberse perdido la esperanza, pero esto no era posible, tenían muchos motivos para no desfallecer.
Sin recordar el cansancio con el que habían subido al barco, sacaron más del valor necesario, subieron y bajaron varias veces recorriendo todas las partes del barco, miraban a lo lejos con la ilusión de ver venir alguna embarcación que los auxiliara, pero esto no sucedía, lo único que sabían era que debían encontrar solución.
Empezaba a anochecer, el barco estaba sin luces, ellos asustados y con los nervios destrozados, no querían imaginar cómo sería esa noche al amparo de un barco averiado en mitad del mar y a la luz de la luna. En un momento Addom dijo, esta máquina aunque es diferente a las que he manejado, debe tener algo en común, tanto creo conocer el mundo, saber, y ahora me doy cuenta que cada día que pasa, tengo un nuevo aprendizaje!, entre más aprendo, veo que hay mucho más que aprender!
Al amanecer y con los primeros rayos de luz, Addom movió unas palancas, ajustó otras y como por arte de magia, hizo unas cuantas maniobras y ¡qué sorpresa! el motor empezó a trabajar, creían haber recuperado la calma pero el corazón no quería quedarse en el pecho, pues fueron horas de tensión y aunque iban avanzando, solo pensaban en el momento de la llegada para acabar con esta pesadilla, al atardecer de ese día sintieron tranquilidad al poner los pies en el suelo. Ya habiendo desembarcado dieron gracias a Dios, se abrazaron y sin demorar un minuto más se encaminaron a sus hogares. Entró Addom a su casa con ansias de encontrar la paz de su hogar y muy feliz estrechó a Juana entre sus brazos y le contó todo lo sucedido, ella que bien sabía comprenderlo sintió angustia, pero a la vez felicidad porque ya estaban juntos.
La vida siguió dentro de lo normal, Addom en su trabajo con buenas perspectivas, pues todo lo hecho en la isla era un éxito, aunque demandaba bastante dedicación, tenían que estar en comunicación con gente de allá, más no olvidaban que en ese lugar se encontraba una parte de la sociedad formada por personas maravillosas, a quienes no iban a olvidar nunca.
Un día como todos dentro de la normalidad, Addom enfrenta una tristeza, algo que no hubiera querido que llegara, el día en que su madre murió, quedando solo su padre, quien también murió al poco tiempo. Addom sintió que una parte de él se había ido, pero la vida tenía que seguir; aunque eran momentos inexplicables… ¿Cómo puede ser tan grande la soledad que nos dejan esos seres cuando se van? Estos pensamientos envolvían a Addom produciéndole una gran tristeza.
A veces Addom se detiene a pensar en el por qué de todo… la vida es un conjunto indescifrable de alegrías y tristezas, pasatiempos, caídas, adelantos y muchas veces, cuando creo estar seguro de algo, tristemente me doy cuenta que no es así, por momentos siento la vida como un desafío, si organizo los pasos queriendo vivir a mi acomodo, las cosas se presentaban de otra forma, en fin, lo cierto es que vienen golpes inevitables, para los cuales no estoy preparado, pero al llegar, quiera o no, debo enfrentarlos y mostrar alegría, aunque el corazón duela.
Poco a poco, en compañía de Juana y con el paso del tiempo, se fue acostumbrando a estar sin ellos, que fueron parte de su vida, que lo ayudaron en los momentos difíciles y compartieron con alegría sus triunfos, sirviéndole de ejemplo y guía, y aunque estos recuerdos lo acompañaban, fueron haciéndose menos duras las horas de soledad, Addom ve que la vida sigue, el nuevo día amanece para empezar otra vez su labor.
Una tarde Addom fue sorprendido por una gran noticia: ¡La cigüeña ha prometido venir a visitarlos! Esto lo llenó de entusiasmo y de ilusiones, iluminando su vida que por un tiempo parecía haberse opacado, y con Juana en carreras y alegrías consiguieron todo lo necesario para que se llevara a cabo la feliz visita.
Pronto llegó la cigüeña y Addom participó la alegría a todos sus amigos diciendo ¡Ya tengo heredero! …Marcos: así es el nombre de mi hijo. Siguió la vida con el entusiasmo de este hijo y de llegar pronto a casa para acariciarlo, compartiendo al máximo con quien traía nuevas ilusiones y esperanzas a este hogar.
Addom se daba cuenta que su hijo tenía sus propios gustos y que era difícil dirigirlo, cuando a veces creía complacerlo para que estuviera alegre, encontraba como respuesta un llanto. ¡También acá tengo que aprender! Decía.
En esos días hizo Addom un viaje a su pueblo, al llegar a ese lugar que fue suyo, se sintió niño, recordando aquellas calles, los campos de juego, el que fue su colegio, los pasatiempos con sus amigos y otras cuantas cosas de su infancia. Entró a la casa con nostalgia, mirando en cada sitio el recuerdo de sus padres, su cuarto, el lugar donde tenía los juguetes, y ahogando algunas lágrimas, salió de allí a donde quizá no volvería, pues estas propiedades ya quedaban en poder de un nuevo dueño.
Addom piensa… como los años pasan, las ciudades cambian, la gente se va y todos también vamos en continuo transitar. Salió de su pueblo sin voltear atrás, porque no quería llevar el recuerdo de la última mirada y pronto se alejó. Cambió esta visión por la alegría de regresar al hogar donde lo esperan Juana y su hijo con ansiedad.
Nuevamente compartía con Juana y Marcos quien era un niño muy despierto, aprendía las enseñanzas de su padre, entrelazadas con los juegos y paseos, terminando en la noche cansado para entregarse al sueño y poder levantarse al otro día nuevamente con el ánimo de seguir jugando y aprendiendo.
Caminando Addom por la ciudad, encontró a Effrene, un amigo del colegio con quien había compartido mucho de su infancia y de su juventud, pues en aquel tiempo era su vecino, Addom sintió gran alegría al pensar que podía encontrar también allí parte de aquellos tiempos: ¡Tiempos aquellos! dijeron los dos, recordando el pasado, hablaron de la niñez, Effrene tampoco había vuelto a su pueblo, pues ya no tenía nada allá.
Recordaron viejos tiempos, contaron anécdotas y así sintieron los placeres que dejaron esos días, como aromas esparcidas en el aire, que por momentos llegan trayendo ese olor a tierra, de su pueblo lejano, los pasos quedados en el espacio, y murmullos cual voces ausentes que sólo la memoria las acoge.
Después de estos sentires y recuerdos, Effrene le contó que solo estaba en esta ciudad de paso y ya pronto se iba, pero Addom quedó invitado a pasar unas vacaciones en su casa, aunque era un poco lejos, ya que Effrene vivía en Tokio Japón. Addom le manifestó que sería muy grato ir de vacaciones a esos lugares.
La vida seguía, Marcos crecía, Addom y Juana compartían con él, aceptando que por momentos Marcos los dejaba para salir con sus amigos y llevar a cabo actividades de su agrado. Algunas veces Addom tuvo que llamarle la atención por comportamientos inadecuados y preocupantes, que estaban intranquilizando también a Juana, claro que Marcos siempre tenía una respuesta para justificarse, Juana hablaba seriamente con su hijo haciéndole entender el motivo de su preocupación, así entre llamadas de atención y diálogos, fueron consiguiendo que Marcos mejorara su comportamiento.
Pasaba el tiempo Addom dedicado a su trabajo y a su hogar, hasta que llegó el día en que Marcos se convirtió en un profesional y dejó a sus padres para emprender su propia vida.
La ida de Marcos marcó duramente la vida de Addom, se veía en su rostro la tristeza, como si el tiempo hubieran pasado más rápido.
Addom empezó a ver su pelo blanco, tenía la mirada lejana y una sonrisa desvanecida, miraba en cada rincón de la casa, el vacio que su hijo había dejado, el patio donde pasó tantos momentos en juegos, risas y gritos de alegría, estos recuerdos causaban en Addom una gran nostalgia. Addom siente la necesidad de una fuerza que lo ayude, que le de valor para aceptar que la vida sigue, ese algo que alimenta el alma para no quedar envuelto en sentimientos de tristeza, el algo que él sigue buscando, Juana aunque también siente tristeza abraza a Addom, lo consuela y le habla sobre la importancia de estar juntos, viendo la vida con alegría y con la esperanza de nuevas ilusiones.
Después de algún tiempo Addom se siente un poco cansado y se va de vacaciones con Juana a visitar a su amigo Effren a Tokio, allí los dos tuvieron mucho de qué hablar, en esa edad de los 50 se conoce bastante y se cree haber acumulado algunas experiencias, pasaron largo rato practicando deportes, aunque ya no con la misma agilidad de otros tiempos, cuando en esos campos de su pueblo, con triunfos o derrotas, salían jubilosos con el gusto de haber entregado toda su energía al deporte. Ahora este era solo un pasatiempo de descanso sin triunfos ni derrotas; trotaron, nadaron y practicaron otros cuantos juegos, terminando el día cansados.
Addom quiso aprender algo sobre los animales que su amigo criaba y se entretenían tanto en esta tarea que a veces se les olvidaba acercarse a la casa para la hora del almuerzo, eran épocas y pasatiempos diferentes. Así acabaron las vacaciones y viene nuevamente el regreso a casa.
Al llegar Addom al trabajo fue sorprendido cuando lo citaron para entregarle su nombramiento en un alto cargo que, por su eficiencia y valores era digno de ocupar. Lo pensó y analizó, pues en este momento lo que Addom quería era descansar un poco, pero con el entusiasmo y los deseos de agarrar algo de su juventud, se llenó de ánimo y aceptó el nuevo cargo. Juana entonces volvió a ver a Addom entusiasmado, con ese vigor que siempre lo caracterizaba y que sin darse cuenta estaba perdiendo en estos últimos tiempos.
Como siempre, Addom llegaba temprano a su trabajo, sintiendo que la vida todavía tenía mucho que darle. En este nuevo cargo tuvo que viajar más que antes, también compartía con los compañeros; fue tiempo de grandes proyectos y aunque su pelo seguía blanqueando, su rostro mostraba la juventud y la gracia que siempre lo habían distinguido.
Esperaba con ansiedad las visitas de su hijo, con quién platicaba con gran interés y se sentía aludido al oír las frases de elogio que este le decía y que lo hacían sentir como el mejor padre del mundo, todo esto llenaba su espíritu de ganas de vivir.
En una de las visitas de su hijo, éste le cuenta que ya pronto va a formar su propio hogar. Addom como el padre amoroso, le mostró su apoyo y en poco tiempo se llevó a cabo el matrimonio.
Addom y Juana visitaban con frecuencia a Marcos y a Rossi su esposa, les agradaba la ciudad donde vivían, sintiendo deseos de pasar allí unas temporadas, por tal motivo compraron una propiedad, pensando en sembrar frutales, organizar un jardín y otras actividades que luego les servirían de pasatiempo en su jubilación.
De regreso a su ciudad, le llega a Addom una invitación para la inauguración de la casa producto de la obra de beneficencia en la que él colaboraba desde mucho tiempo atrás. Le comentaron que con su ayuda y la de otras personas, se había llevado a cabo su construcción; y que albergaría a casi un centenar de niños. Allí estuvo Addom compartiendo con estos niños que sin entender la gracia de tales ayudas, disfrutaban las comodidades del lugar, que los estaba preparando para ver con esperanza un futuro más prospero.
Addom intercambiaba ideas con varias personas, pero no dejaba de observar a estos niños en sus juegos y risas, como si estuvieran completamente felices, tal vez esta era una gran ayuda, tal vez les faltaba mucho más, pero bueno hay tantas cosas que sentimos no tener al alcance de nuestras manos… Ojalá estos niños le descubrieran a la vida ese gran sentido, tan necesario para alcanzar nuestros sueños, como cuando fijamos la mirada en un punto lejano a donde queremos llegar con la ilusión de encontrar un día lo que buscamos. Así paso la tarde, se hizo noche y Addom regresó a su casa, complacido de ver el progreso de esta obra.
Estando Addom descansando un día en la mecedora recibe una llamada, encontrando al otro lado de la línea, la voz entrecortada de la esposa de su amigo Effrene, que desde Tokio llamaba para avisarle que en los últimos días Effrene había tenido una molestia, en un principio sin gravedad, pero que de una forma súbita había acabado con su vida. Addom casi sin respiración, avanzó unos pasos pensando, ¡Mi gran amigo! ¡Mi gran amigo! y se dejó caer nuevamente en la mecedora con una honda nostalgia y sin ganas de abrir los ojos pensó un largo rato: ¡La muerte prematura lo visita!, ¡La muerte prematura se lo lleva!, sumido en el dolor, mientras por su mente pasaba el mundo dando vueltas; Addom repetía… ¡nada se estanca!, el vibrar de las cosas siempre existe, ¡nada se detiene y así como un día llegamos a este mundo que creemos nuestro, con gente que nos cuida y que nos ama, la fuerza de una mano al sostenernos, para darnos firmeza, así también un día nos vamos, dejando en esta vuelta un mundo muy distinto al que encontramos y hoy se fue mi amigo: ¡qué dura realidad!.
Estando Addom sumido en estos pensamientos, siente los brazos de su hijo que llega con Rossi su esposa y al verlo triste lo consuelan. Ellos quieren compartir, con Addom y Juana, los últimos sucesos, Juana los mira y los escucha con agrado complacida por la bella familia que tiene.
En ese intercambio de ideas y novedades se oye una frase ¡Papá, estamos felices! ¡Ya viene una visita! ¡Ya viene la cigüeña! Addom se quedó por un momento extasiado, repitiendo en silencio: ¡Ya viene la cigüeña! ¡Ya viene la cigüeña! Era la tercera vez que esta silueta de largas alas, tenía mucho que ver en la vida de Addom: ¡Verdad que sí da vueltas el mundo! decía y en un sobresalto los abrazó, sintiendo lo mismo que sintió cuando esta visita llegó a su hogar y también así habría sido la alegría de sus padres cuando llegó Addom. En fin vuelve a repetirse ¡una vuelta más! trayendo la luz a mi vejez; quizá mis torpes pasos tropiecen con los saltos, las risas y las danzas, del que empieza la vida. Addom sintió deseos de irse a vivir a la propiedad que había comprado cerca a Marcos para cuidar el jardín y colocar más frutales, porque ya habría quien cogiera flores y comiera frutos.
Nuevamente Addom tuvo gusto por la vida, ganas de reír, aunque también trataba de ahogar las lágrimas porque la ida de su amigo le había dejado un hondo vacío, pero seguía pensando en el niño que venía en camino, el cual sería su compañía y apoyo, por quién tendría que inventar juegos con saltos y cometas lanzadas hacia el viento, maromas y piruetas con magias en el aire, esta era una gracia nueva, una gracia más que inundaba de placer el alma de Addom sintiendo deseos de salir a disfrutar el aire en sus mejillas, el canto de las aves, el murmullo del río ¡Oh! cuántas cosas le voy a enseñar a este niño. Addom volvió de sus sueños y los cuatro compartieron un delicioso almuerzo.
Al día siguiente en su trabajo, Addom programó un viaje de negocios con tres de sus compañeros por varias ciudades de Italia. Una vez allí al cabo varias entrevistas con algunos empresarios, para conocer la competencia y el campo de acción para planes ya previstos. Vieron la facilidad de ampliar redes de comunicación. Trabajaban con interés, conociendo dificultades y organizando proyectos. En una de estas ciudades hablaron con un empresario que podía ofrecer parte de lo que ellos buscaban, fue difícil, ya que este señor mostraba una forma de ser bastante autoritaria, queriendo imponer su punto de vista, cosa que incomodó a Addom, a quien no le gustaba acceder a algo en lo que no estaba de acuerdo pues siempre se había distinguido por su forma libre de pensar y hacer las cosas. Después de algunos desacuerdos no conciliados, Addom y sus compañeros dieron por terminada la entrevista y se retiraron sin insistir en posibles soluciones, pero este señor vio que el ofrecimiento que le hacían podía ser bueno y les dio una llamada a la cual contestó Addom, quien sin darse cuenta que el que llamaba era el empresario, confundió la voz con la de Marcos su hijo y empezó a contarle: mira Marcos, estoy un poco mal, pues los proyectos no se han podido llevar a cabo gracias a un malhumorado empresario con quien no se puede hablar y a quien no quiero volver a ver, tal vez a este señor le falta visión de las cosas, o se hace el que no entiende, cómo no se va a dar cuenta que lo que le planteamos es claro y conciso, pero en fin, no sé qué le pasa, ni me interesa saberlo, pero … verdad, lo único que deseo es ¡no volverlo a ver! ¡Qué hombre tan detestable! Addom se quedo un momento en silencio y al ver que no le contestaban, convencido que era con su hijo con quien hablaba, le dijo: ¿verdad?, ¿o crees que no tengo razón? Más no oía respuesta, Addom un poco intrigado volvió a preguntar: ¿qué pasa, por qué no me contestas Marcos? A lo cual el empresario contestó: como si prefiriera no hablar… pu--es, pu—es… Addom volvió a preguntar: ¡pues qué Marcos, ¡el empresario volvió a contestar: pues lo que pasa es que… y guardo silencio… Addom dijo: ¡ qué pasa, por favor!…el empresario resuelto a aclarar las cosas dijo: no sé quien será Marcos, porque yo no soy; Addom confundido, se dio cuenta de su equivocación y como queriendo encontrar explicación dijo: ¿perdón con quién hablo? el empresario contestó: hablas con una persona a la cual conoces muy bien … es alguien malhumorado, con quien no se puede hablar, a quien no quieres volver a ver, porque según tú; me falta visión de las cosas, además soy un hombre detestable; …bueno quizá tengas razón. Addom no salía de la confusión y contesto: vea señor… aclaremos esto; ¡dígame con quién hablo! el empresario con su seriedad característica le contesto: sí… sería bueno aclararlo; Addom contestó: bueno, dígame…el empresario dijo: estoy en el bar del hotel, donde te encuentras hospedado; precisamente tenía intenciones de tomar una copa tranquilamente y ojala en tu compañía, pero veo que no voy a poder, mas espero me contestes, si es posible que quieras volver a verme; Addom sin contestar más, se fue al bar con pasos gigantescos y entro con tremenda cara de asombro que el empresario caminando a su encuentro se quedó mirándolo y le dijo: ¡me alegra que me conozcas tan bien! ¡Addom no sabía que decir… pero el empresario le dijo: ya que aceptaste volver a verme, quiero decirte que el motivo de mi llamada era programar una cita donde pudiéramos hablar de tus proyectos, Addom le pidió excusas por lo sucedido y aceptó.
La reunión se llevo a cabo en el mismo bar, allí hablaron largamente, Addom, sus compañeros y el empresario, después de polémicas y contradicciones, parecían un poco alterados sobre todo Addom y el empresario, quienes no cedían el uno al otro, pero viendo que iban por buen camino los arreglos, por fin llegaron a un acuerdo. Todo cambió y ya con otras caras, los proyectos tomaron claridad, sonrieron como si fueran amigos, vencedores de dificultades y muy pronto triunfadores, pues esto significaba un campo explorado.
Ya tarde y con el triunfo casi en sus manos, compartían muy descansadamente. Entre copas y comentarios Addom oyó que el empresario autoritario y opuesto en un principio a sus ideas, hablaba de su pueblo, pero era el mismo pueblo de Addom, como si este hombre lo conociera muy bien, Addom lo interrumpió diciendo ¡ese es mi pueblo! queda muy lejos de acá, luego le preguntó sin esperar la sorpresa que iba a causarle la respuesta, ¿acaso conoces este pueblo? él hombre contestó: sí, ese también es mi pueblo; Addom lo miró fijamente, seguro de jamás haberlo visto allá, luego Addom le preguntó moviéndose con angustia como si no tuviera mucho tiempo para oír su respuesta: ¿Cuál es tu nombre? La respuesta dejó aún más confundido a Addom; yo soy Roger Colteshi, Addom quedó sin habla, parecía que hubiera perdido la voz, por fin haciendo un gran esfuerzo pudo pronunciar: ¿co. co. Cómo? ¿Ro. ro. Roger? Sí, Roger Colteshi contestó él; Addom sin salir del asombro, pero con alegría, una alegría traída a la fuerza; le dijo; Yo soy Addom Colteshi y mi padre Antonio Colteshi y sin esperar siguió Addom preguntando: ¿has oído hablar de Antonio mi padre? ahora la sorpresa fue para este hombre, para Roger, que apretando sus manos y experimentando un sudor frío que mojaba su frente, no pudo contestar, quedando en silencio. Los compañeros de Addom se retiraron a descansar, Addom volvió a preguntar a Roger: ¿Conociste a mi padre? ¿Sí, lo conociste?, ¡dime, dime!...Roger alzó la cara, lo miró fijamente y le dijo con una voz pausada, como si su mundo se redujera a una quietud profunda: Si, mi madre algunas veces me habló de él. Addom volvió a decirle: ¡pero explica!... Roger quedó en silencio bajando su mirada.
Addom no quiso preguntar más y agachó la cabeza entre sus manos recordando que hacía muchos años cuando era niño, su padre Antonio, hablaba de una niña de 15 años llamada Marie, que se había ido un día del pueblo con su hijo en brazos, ese niño es mi hijo decía mi padre y se llama Roger Colteshi. Addom siguió recordando: mi padre decía… no puedo olvidar cuando Marie atravesó la calle con el niño en brazos, para subir a ese carro que la llevaría al aeropuerto, de donde se iba tal vez, para siempre.
Addom seguía recordando… y mi madre que le oía atentamente su relato le preguntó: ¿El padre de Marie quería que ella se fuera? y mi padre contestó… sí, él consideró como un pecado que ella hubiera tenido un hijo sin la bendición del matrimonio y prefirió darle mucho dinero para que se fuera. El padre de Marie era un hacendado de alto prestigio y le interesó más el qué dirá la gente; que el amor a su hija. Addom recordaba que Antoni su padre decía: Yo era muy joven, solo tenía 16 años y no sabía si lo que sentía por Marie era amor, o era ese despertar que palpito en nuestro ser con impulsos desbocados, lo que me llevó a tener ese hijo con Marie, pero era mi hijo y nunca lo hubiera abandonado, hoy podía estar conmigo, si no hubiera sido porque el padre de Marie, con ese ardor de orgullo, creyó que era malo que hubiera tenido ese niño y sin pensar en nada, desahogó su rabia y me quitó a mi hijo, cuando mandó a Marie a no sé qué lugar, pero sucedió así y no hubo nada qué hacer. Tal vez mi hijo pensará que no me preocupé por él, quizá nunca llegará a saber cuánto lo quiero. Mi padre y mi madre se abrazaron y pasaron largo rato en silencio.
Yo recordaba Addom, después de oír la conversación de mis padres, pregunté sobre lo que había oído, ellos me explicaron, pero como aún era muy niño, lo fui olvidando; quedando este nombre dormido en el pasado, pero ahora que lo vuelvo a oír aparece en mi memoria. Después de recordar esto, Addom alzó la cabeza y miró a Roger que estaba con los ojos cerrados y la cabeza baja y observándolo fijamente pensaba… este hombre; más que ese empresario serio y autoritario, más que ese hombre que acabo de conocer, más que un amigo; ¡es mi hermano! Si… ¡mi hermano! El hijo de mi padre, que no disfrutó su amor, el mismo que, un día salió de mi pueblo, en brazos de su madre para no volver nunca.
Addom mirándolo detenidamente le sintió un gran cariño y pensaba: Es mi hermano que no tuve, pero ahora puedo decir: ¡Tengo un hermano! en este momento Roger levantó la cabeza, miró a Addom y sin pronunciar palabra se abrazaron como queriendo pedirle a la vida el tiempo para sentir cuán grande es el amor de hermanos.
Luego hablaron largo rato, Roger preguntó acerca de su familia y de su abuelo. Addom le contó que su abuelo había tenido un accidente hacía muchos años y a consecuencia de esto había muerto, luego la esposa y los hijos, después de vender todas las propiedades se fueron sin que se volviera a saber de ellos.
Roger le dijo: yo permanecí siempre con mi madre, ella trabajaba; aunque mi abuelo nos enviaba más de lo que necesitábamos, seguramente quiso recuperar con esto, el amor que no nos dio. A mi madre no le interesaba mucho la cantidad de dinero que mi abuelo nos mandaba, su pensamiento siempre estaba lejos de esto, pero me proporcionaba todo lo que yo necesitaba. Desde pequeño tuve que participar en el manejo de la parte económica, pues como ya te dije, mi madre no se interesaba mucho por esto y a veces yo notaba que su pensamiento estaba en otras cosas, siempre parecía ocultar su tristeza, pero se veía que le hacía falta su familia, decía que yo era lo único que tenía, yo también solo la tenía a ella.
Muchas veces hablaba conmigo, me contaba como era su pueblo, la vida de sus habitantes, las costumbres, la comida, parecía que yo hubiera conocido este lugar, por eso cuando tengo la oportunidad, hablo de mi pueblo, pues así también recuerdo a mi madre, ella hablaba de reuniones con amigas y amigos, claro que especialmente nombraba a mi padre… a tu padre… bueno… a nuestro padre y parecía feliz hablando de todo, ella hubiera querido volver, pero no se qué sentía, cuando pensaba en ir y terminaba diciendo…ahora no; más adelante vamos y así pasó el tiempo.
Addom lo interrumpió preguntándole: ¿y tu madre, que pasó? Roger quedó un momento en silencio con una mirada pérdida; y con tristeza dijo: mi madre murió muy joven, yo apenas contaba con 17 años, tuve que empezar a enfrentar todo solo, claro que como te dije, ya estaba acostumbrado a manejar la parte económica, no descuidé mis estudios, fue un tiempo difícil, sobre todo cuando sin pensar en mis capacidades y mi tiempo disponible, quise emprender un negocio y necesité ayuda, el padre de un amigo se ofreció muy amablemente a ayudar a manejarlo, pero cuando me di cuenta ya todo funcionaba a nombre de él, solo faltaba una firma mía, la que quiso conseguir con mucha cautela, al darme cuenta tuve que pedir ayuda, sacando valor de donde pude, desde ese tiempo me volví serio y autoritario cuando se trata de negocios, creo que tu primera impresión fue ver en mí a un hombre tal vez desagradable, Addom muy amablemente le dijo: no se preocupe, yo también doy esa impresión, ¡nos parecemos! ya tenemos mucho en común.
Ya era tarde, Addom y Roger estaban cansados, de manera que se fueron a dormir, no sin antes manifestar que recuperarían el tiempo perdido ¡serían los hermanos más unidos del mundo!
Al siguiente día despertaron con mucho ánimo, pensando en la sorpresa que la vida les tenía escondida, pasaron el día todos, hablaron de negocios, pues ahora había motivos fuertes para llevar todo a feliz término, al día siguiente salieron cada uno para su casa, con el propósito de que Roger iría muy pronto a visitar a Addom.
Addom al regreso encontró que la cigüeña acababa de pasar por donde su hijo, dejándole una nieta, Annie, pero también supo, que la cigüeña había tenido un percance y Annie estaba hospitalizada, pues tenía una leve afección al corazón y debía quedar en observación.
Addom al ver que su nieta no estaba bien de salud se sentía muy preocupado y este tiempo que Annie permaneció en el hospital fueron días de angustias y esperanzas. Al poco tiempo entregaron a Annie, advirtiendo que seguía en observación, pues hasta después de unos meses podrían ver si el problema era superado totalmente. Annie crecía muy saludable pero esto no era todo, había algo en espera. Addom estaba acostumbrado a mantenerse fuerte para enfrentar lo que la vida le traía, más esta vez era muy distinto, se trataba de su nieta, la ilusión de su vejez, quien lo iba a acompañar y a distraer con sus juegos en sus últimos años. El pensamiento de Addom volaba al jardín, donde veía a su nieta entre las flores, corriendo y danzando, después se consolaba diciendo: ¡Siempre hay esperanzas!. Luego llegó Roger con su esposa Laura. Laura y Juana se conocieron sintiendo gran alegría, pues irían a tener mucho qué compartir. Addom le contó a Roger sobre su nieta, dejando ver la angustia y la tristeza por la situación que estaba viviendo, Roger sintió el amor hacia su hermano, lo abrazó y lo tranquilizó manifestándole que veía a Annie muy saludable y que muy pronto estaría bien, Addom sintió en esas palabras una paz que cambió su angustia.
Addom y Roger hablaron sobre los planes que tenía Roger de ir a vivir allí, pues le gustaba este lugar y sobre todo la gracia de estar cerca a su hermano, a Laura le llamó la atención esta idea, así que Roger y Laura regresaron a su casa para organizar todo e irse a vivir cerca de Addom.
Annie fue sometida a nuevos exámenes, con los exitosos resultados de que el problema estaba totalmente superado.
Addom entrelazaba el trabajo con los pasatiempos de su nieta. Empezó a verla caminar por el jardín, donde fácilmente se confundía con las rosas, las violetas, los claveles, los lirios y otras cuantas flores más. Cuando se cansaba de jugar con Annie, Addom se quedaba entretenido pensando y se acordaba de su niñez, sus travesuras, juegos, amigos y también del algo que siempre había buscado y seguía buscando en la vida, pero muchas veces oía su voz interior y sabía que debía seguir su vida sin afán y que un día encontraría ese algo que buscaba; luego vino a su mente el día en que vio a Juana por primera vez, el día que nació su hijo, sus primeros pasos, las ilusiones forjadas en él, y su pensamiento seguía volando, avanzaba unos cuantos años más adelante y sonreía; pero luego cambiaba la expresión de su rostro, cuando imaginaba a su nieta y decía: ¡ojalá pueda estar cerca a Annie! …el ángel de mis sueños, por quien quiero vivir, y se quedaba en silencio, entretenido en el paso de los años. Después de un rato suspiró como queriendo darle una respuesta a sus pensamientos, pero volvió a fijar la mirada en su nieta que llegaba cerca a él para colocarle en su pecho un clavel rojo y decirle: ¡abuelo lo amo! Luego ve que se ha hecho tarde, alza a su nieta y entra a la casa.
Estando aún inmerso en la nostalgia de la tarde anterior Addom desea visitar a su hermano, siente que ese amor fraternal le hace falta y se va con Juana a pasar unos días con ellos. Roger le cuenta del tiempo solos con Laura, pues sus dos hijas viven en diferentes ciudades, también le cuenta que ya pronto va a vivir cerca a él. Addom y Juana se alegran y regresan a casa, esperando su llegada.
Finalmente luego de organizar la compra de una propiedad, Roger y Laura se trasladan cerca a Addom. Allí todo es agradable, comparten con armonía, y la alegría de uno es la alegría de todos y lo que haga falta a uno se vuelve búsqueda de todos; a esta familia la une el amor. Por este tiempo Addom y Roger han obtenido grandes ganancias en sus negocios y creen que es hora de descansar, para buscar otras cosas, pues irán a tener mucho en qué ocuparse, más resuelven esperar otro tiempo.
Annie es la niña que logra ganarse al aprecio de todos los que tienen que ver con ella, cumple con sus deberes sin olvidar que el abuelo ocupa un lugar muy importante y como siempre salen al jardín, él le dice; hay que recoger flores y comer frutas, Annie alza los brazos y recibe el viento que la envuelve, grita y salta, esto es lo que más alegría da a este abuelo alcahuete, que lo único que desea es complacer en sus juegos al ángel de sus sueños.
Al cabo de un tiempo Roger le manifestó a Addom el deseo de conocer su pueblo, no quería morir sin haber cumplido este sueño que había tenido desde niño y así fue que muy pronto organizaron la ida con Juana y Laura y fue así como después de un largo viaje llegaron al lugar deseado, y se hospedaron en un hotel, Addom era muy conocido por los lugareños. Salían todas las mañanas temprano a disfrutar del verano, visitaron las que habían sido propiedades del abuelo de Roger, todo lo que su madre hubiera deseado volver a ver. Roger preguntó varias cosas que le había oído comentar a su madre, como de actividades que se llevaban a cabo, de las personas que frecuentaban estos lugares, varias de ellas amigas de su madre, como le había contado. Consumieron algunos alimentos propios del medio, disfrutaron, Roger conoció viendo con sus propios ojos lo que tanto tiempo había guardado en su imaginación, admiró la gente, su hospitalidad y mirando a su alrededor exclamó, ¡Qué gran amor se encierra en mi pueblo! Addom mirándolo, con esa mirada que encerraba una gran verdad le contestó: ¡si…tan grande es el amor que existe en este pueblo! Pero mucho más grande era el amor que mi padre te tenía…hermano y murió pensando que tal vez tú nunca lo sabrías, Roger dejó ver unas lágrimas en sus ojos y dio por cumplido el sueño que su madre nunca pudo llevar a cabo.
Después de regresar a su casa de este largo viaje, entregaron otros años de vida a su trabajo, con grandes éxitos y habiendo almacenado una gran fortuna resolvieron jubilarse y ver en que iban a ocupar su tiempo, todavía se sentían con deseos de hacer algo, les llamaba la atención un club para pensionados, allí irían a tener gente de su edad para compartir ideas y experiencias, entonces decidieron Conseguir una casa grande donde se pudieran realizar varias actividades. Pronto estuvo organizado el CLUB BELLO RENACER; contando con bastantes socios, cada uno de los cuales tenía derecho a acciones, a la vez que querían sentirse útiles para algo, como en su tiempo de trabajo, para esto debían cumplir funciones, además Addom quería tener tiempo disponible para su nieta que siempre lo esperaba para jugar.
Marcos su hijo se sentía complacido al ver a su padre con tantas ilusiones, pues sabía que siempre le gustaba estar ocupado y cuando tenía oportunidad iba con Rossi a compartir con Addom y Juana.
Roger y Addom visitaban con frecuencia el club, sin perder el control de todas las actividades. El club fue tomando nombre y muy pronto era conocido en muchos lugares como el gran CLUB BELLO RENACER.
Un día llegó un hombre en busca de Addom, oyó hablar del club y le llamó la atención que uno de sus dueños fuera Addom Colteshi. Addom aunque alguna vez compartió con él, no lo recordaba muy bien, pues habían pasado varios años y tuvo que preguntarle quien era, el hombre le dijo a Addom si se acordaba de Isla Verde; la Isla a donde habían ido a investigar sobre unos productos de esa región para poder sacar al mercado, el hombre le dijo: yo soy Etloy el dueño de la casa donde se hospedaron; Addom inmediatamente recordó no solo a Etloy sino también el calor humano de aquella región, toda la ciencia que en este rincón se encontraba y le dijo… si claro cómo voy a olvidar esa parte de la humanidad donde dejé algo de mi ser, y de donde traje tantos conocimientos, es más, le dijo… aún tengo un árbol de una semilla que me traje de allá como recuerdo, Etloy le comentó que siempre había deseado volverlo a ver para darle las gracias por todo lo que habían hecho en aquel lugar, ya que por esto, él logró entrar a trabajar en todo lo referente a la comercialización y por tanto su vida había cambiado, ahora gozaba de muchas comodidades y para la isla significó un adelanto, eran conocidos sus productos, ahora llegaban turistas y la vida de sus habitantes era mejor, Addom sonrió mostrando alegría al recordar este lugar y manifestó los deseos de volver, claro que con Roger, ya que Juana y Laura podían reemplazarlos en todas las actividades del club.
Addom se acordó del barco y de la angustia sufrida al regreso, pero Etloy le comentó que ahora ya había aeropuerto y podían ir en avión, esto llamó la atención de Addom quien conociendo el lugar se comprometió a llevar a cabo la visita. Addom y Roger planean el día de la salida.
Volvieron a sentirse niños alistando la maleta para un paseo, empacaron más de lo necesario, pues era bueno aprovechar una larga temporada, ya que no tenían compromisos urgentes y podían darse un buen descanso, bueno ¡no descanso! Porque seguro allí irían a trabajar más, pero con gusto lo disfrutarían.
Etloy los estaba esperando en el aeropuerto y luego como ya Addom sabía…!maletas cargadas y a caminar!
Etloy les ayudó con algunas maletas, fue una travesía feliz, de vez en cuando una caída del uno o del otro que se convertía en risa…parecían tres niños en recreo. Vieron algunos animales, afrontaron peligros, pero con Etloy iban seguros.
Llegaron a la casa: ¡todo tan diferente!… pensaba Roger, él no estaba acostumbrado a nada de esto, claro que Addom tampoco, pero ya sabía cómo era allí, a pesar de todo Roger estaba muy feliz, pues sentirse niño a su edad no era nada común, pasar charcos, trepar piedras, atravesar ríos, huir de animales, era algo que nunca había imaginado, parecía una película de aventuras vuelta realidad, no sabía que pudiera existir tanto gusto en todo esto.
Al anochecer se reunían con varios amigos de Etloy a contar anécdotas de espantos, de ánimas, animales de dos cabezas y también de la llorona, así se divertían hasta tarde; otras veces hacían fogatas, se bañaban en el río, preparaban la comida, también comían frutos desconocidos y raíces que según Etloy tenían grandes propiedades.
Addom mirando aquella región, observó algunas carreteras, sobre todo para ir de un pueblo a otro, la finca de Etloy era lejos. También supo que en la ciudad habían hecho un hospital y centros de salud en diferentes partes.
Un día Addom tuvo una caída cuando atravesaba el río volviendo a sentir el dolor en el hombro, él se acordó que allí curaban cualquier malestar, Etloy quiso llevarlo a un centro de salud pero Addom prefirió que le proporcionaran una medicina ellos mismos, esto era posible y muy pronto un hombre llegó a curarlo. Addom le preguntó a Etloy acerca de este curandero, pues se acordó que ya no era la misma persona que había venido la vez anterior cuando el hombre había sido atacado por el animal, Etloy le contó que este señor de avanzada edad que había conocido esa vez ya había muerto, pero ahora estaba este otro señor que también poseía sabiduría y conocía perfectamente las plantas y qué medicinas se podían sacar de ellas.
Vieron curar otros malestares como dolores de muela, dolor de cabeza y muchos más, hasta aprendieron los rezos que el curandero hacía a los pacientes, para Addom y Roger era algo que les llamaba la atención.
Un día temprano salieron a caminar, de pronto Addom dio un salto y se quedó mirando hacia un sembrado de yuca, luego dijo: Roger, Roger, ¡Hoy tú vas a preparar el almuerzo… mira… mira… ahí va tu trabajo, eran unos conejos que al oír el ruido salieron corriendo. Roger miró y dijo: ¿No pensarás que voy a matar un conejo? Addom respondió: vamos a ver tus habilidades como cocinero, acá el que prepara el almuerzo también sabe conseguir la carne y nuestra carne hoy va a ser ese conejo, ¡Y bien gordito que sí está! Roger miró a Etloy y le preguntó ¿acaso está permitido matar un animal? Etloy dijo…si, nuestras leyes permiten la cacería como medio para conseguir nuestro alimento !claro! hay que saber que animales se pueden cazar y estos conejitos no están mal. Addom rio y dijo: ¡Hermano, a la acción! te voy a ver correr detrás de este conejo, Roger se sentó riendo y mirando a Etloy como diciendo: ¡ni piensen que voy a matar ese conejo! Sin embargo, pronto el conejo estuvo en sus manos y en la olla para preparar un delicioso almuerzo, ya que Paula la esposa de Etloy era experta en estas preparaciones. Después de disfrutar un delicioso almuerzo, Etloy sacó algunos instrumentos hechos allí, con cañas y otros materiales, se distrajeron mirando su manejo y cuando estaban aprendiendo varias melodías, vieron ahí cerca en la playa arribar un barco, se acercaron corriendo y ¡qué sorpresa! Era un barco de la empresa comercializadora, donde Addom había trabajado y lo había mandado a este lugar en aquel tiempo, el barco venía a traer materiales para la construcción de un centro de salud, los materiales fueron dejados en su destino, las personas del barco muy amables compartieron con ellos algunas bebidas hechas ahí y luego se fueron.
Addom se sintió muy feliz, pues pensaba que todos los adelantos en la isla, eran producto del trabajo que él y sus compañeros habían llevado a cabo aquella vez. Hablaron de esto con Etloy, recordaron esos tiempos y lo más importante, prometieron seguir su amistad, Addom y Roger querían regresarse al día siguiente, pero Etloy les dijo que no se fueran antes de visitar el pozo de la Buena Aventura, ya que este era el lugar más importante de la isla, además quedaba a unos pocos kilómetros y podían madrugar al otro día para ir a conocerlo.
Addom preguntó el porqué de la importancia de este lugar, Etloy les contó que según leyendas, se decía que en tiempos muy remotos esto era propiedad de un extraño personaje, con la creencia de que cada vez que se bañaba en este pozo, aumentaba su dominio sobre la isla y que también adquiría sabiduría cuando se sentaba en sus orillas a observar las aguas.
En un principio este personaje les había enseñado a cazar y a pescar, luego les había enseñado el cultivo de varios productos, ya que también poseía conocimientos sobre plantas y la forma de sacar medicina de ellas, por eso este ser, se consideraba bienaventurado y El pozo había sido bautizado de la Buena Aventura; así que tal personaje parecía un ser prodigioso. También decían que después de su muerte, nadie podía acercarse a este lugar porque aparecían fantasmas que los perseguían hasta llevárselos al pozo, sin que se volviera a saber de ellos, esto aterrorizaba a la gente pero era solo un miedo fundado sin razón, pues algunas veces iban personas hasta allá y nada les sucedía. Addom y Roger sintieron susto y no querían ir, pero Etloy insistió, además ellos confiaban en lo que decía Etloy y efectivamente al otro día salieron muy temprano.
Llegando cerca al lugar tuvieron que pasar por cuevas oscuras, donde se oían aleteos, seguro eran vampiros, Addom y Roger temblaban de la angustia queriendo devolverse, temían que algo les pudiera pasar, pero con el ánimo que Etloy les daba se fueron acercando, y empezaron a mirar ese horrendo pozo cubierto de neblina, creían ver fantasmas por todas partes, al fin se quedaron observándolo mientras Etloy seguía relatando cuentos de terror sobre esta leyenda. En medio de la angustia se miraban sin poder observar bien sus rostros por la tupida neblina; en éste momento oyeron un aparatoso estruendo que moviendo los matorrales parecía llegar encima de ellos, con tan terrible susto, salieron corriendo y gritando: ¡Los fantasmas! ¡Los fantasmas! sin mirar que avanzaban era hacia el pozo, habiendo podido caer en él, si no hubiera sido porque se agarraron del tronco de un árbol que había en su orilla, cayeron sentados medio privados del susto, voltearon a mirar a Etloy quien no podía contener la risa, diciéndoles que el estruendo había sido producido por unos caballos que corrían en tropel, por entre los matorrales, pues se habían asustado con la pólvora que oían en la casa vecina donde estaban en una fiesta, de esas que se llevan a cabo en estos lugares. Addom y Roger al ver a Etloy que no paraba de reír, se sintieron cobardes, y con la cabeza baja avanzaron cerca a él, sintiendo pena al dejar conocer su debilidad, ante algo tan sencillo como era un simple pozo cubierto de neblina. Luego en medio de risas y chistes regresaron a la casa, donde Paula les tenía preparado un suntuoso almuerzo, con el cual recuperaron las fuerzas.
Esa noche se reunieron con varios vecinos, hicieron fogatas, cantaron, bailaron y hablaron de lo sucedido en el pozo, mientras Addom decía… Me sentí como un pobre payaso, que en cualquier momento deja conocer su debilidad, claro que también fue motivo de distracción y digamos que de aprendizaje, pues muchas de las cosas que nos suceden no son tan fatales como las vemos, sobre todo cuando nos dejamos llevar del pánico. Addom siempre decía que cada nueva experiencia vivida le traía una enseñanza, y según él, acá había aprendido que para tener poder sobre algo debía primero conocerlo bien, afrontando dificultades si es necesario, sin mostrar miedo; como cuando él y Roger quisieron devolverse por temor al pozo, pues Etloy podía reír disfrutando estos momentos porque conocía muy bien la leyenda del pozo de la Buena Aventura.
En verdad que en este tiempo habían rejuvenecido unos cuantos años, hasta algunas marcas de su rostro desaparecieron, la verdad porque también habían subido de peso, ya que los animales que cazaban eran bien gorditos ¡pero qué platos tan deliciosos! decían. Al día siguiente salieron para el aeropuerto con el alma llena de júbilo. Llegaron esa tarde a casa con la satisfacción de haber compartido un buen tiempo con aquellas personas. Vieron que todo estaba bien, Juana y Laura los recibieron con una gran sonrisa de alegría, luego se dirigieron al Club donde les tenían preparada la bienvenida.
Addom volvió a jugar con su nieta, pensando que poco a poco iba creciendo y ya dejaría sus muñecas y sus juegos de niña angelical, pasaba largas horas jugando con ella en el jardín, Annie le contaba que en su ausencia ella salía, cogía flores, caminaba por entre las matas y aprovechaba para quitar las hojas secas, limpiando así el jardín, para cuando su abuelo llegara se pusiera feliz y sembrara aún mas flores.
En estos días llegaron las hijas de Roger a visitarlos, compartieron agradablemente, se sintieron felices de conocer a su tío Addom y al ver a su padre feliz y a su madre entretenida con todo lo que hacían con Juana, luego muy pronto se regresaron.
Addom y Roger seguían su vida en el club, participando e introduciendo nuevas actividades, en poco tiempo fue necesario ampliarlo, construyeron más salones, colocaron nuevos juegos, además el número de socios había aumentado y la idea de Addom era proporcionar toda la comodidad a cada uno de ellos de manera que pasaron un buen tiempo en estas labores.
Por estos días llegaron los quince años de Annie, cuya fiesta se realizó en el club. Toda la familia y amigos admiraron la gracia y simpatía de ésta niña que aunque tenía quince años, para Addom seguía siendo el ángel de sus sueños, veía en ella, la niña que lleva el impulso de la vida, pronto empezaría a adquirir nuevas experiencias y conocimientos, aunque siempre se veía en su rostro esa sonrisa que alegraba la vida del abuelo.
Addom y Roger hablaron con Juana y Laura sobre la intensión de ir a hacer un recorrido por la China, decían: Sería interesante conocer y disfrutar paisajes, costumbres, comidas, en fin todo lo que se pueda hacer en unos cuantos días. Por el club no nos preocupemos, ya que hay gente que puede mantener su buena organización. Además Addom decía: no es hora de apegarse a nada, en fin un día nos iremos y dejaremos todo, por ahora pensemos que debemos dejar nuestro andar al vaivén de los sueños, en esta paz que la vida nos ofrece, para abrazarnos y sentir el calor que nos abriga en el atardecer de la existencia, soltando nuestros pasos que se impulsan, mostrando la gracia del que vive, del que ríe al ver a su familia envuelta en esa llama de amor para decir: ¡los amo! Addom abrió los brazos y los estrechó diciendo: los amo.
Después de esta muestra de afecto se dispusieron a llevar a cabo la gira, recordando que en este paso por la vida lo más importante no es pensar de qué se vive sino cómo se vive.
Luego de varias horas de viaje llegaron a Pekin ciudad de China, visitaron el Palacio de Verano Yi He Yuán Jardín de la Salud y de la Armonia situado a unos 12 kilómetros del centro de Pekín, admiraron la belleza de estos lugares donde sus habitantes, los chinos son gente buena, hablaron con algunos chinos y después de visitar parques y disfrutar comidas exquisitas que se encuentran acá, pasaron por Hong Kong y ya cansados de estos recorridos se dispusieron a regresar a casa.
Roger decía: el tiempo ha pasado, ya he cumplido 70 años, quizá nos quede tiempo para forjar nuevos sueños…quizá no, pero estamos juntos y eso es lo más importante. Addom asintiendo con la cabeza lo que decía su hermano, también comenta: a esta hora de la vida nos damos cuenta que nuestra familia ha sido la fuerza que nos ha impulsado a andar y los brazos que nos han acogido al regresar, sabemos que tenemos quien nos ama, quién nos espera, nos poya y podemos ver el mundo con amor.
Todo este tiempo fue un continuo compartir, en el mayor disfrute, ya al llegar a casa, Annie y su familia los recibieron con una fiesta en el club como homenaje al gran descanso de sus abuelos, estuvieron toda la noche muy animados, en compañía de socios, contando las experiencias del paseo, despertando el deseo de unos cuantos pensionados, para darse su buen descanso.
Como el club contaba con muchas actividades, allí pasaban el tiempo muy agradable, nada era rutina. Addom como siempre el abuelo alcahuete y Roger que compartía la misma alcahuetería con la sobrina, disfrutaban organizando reuniones, que Annie llevaba a cabo con amigas y amigos, en las que los principales personajes eran como ya imaginamos el abuelo y el tío quienes amenizaban las fiestas con presentaciones, chistes y bailes que les salían como por encanto “cuando se está a gusto todo resulta, decían” Juana y Laura que no se quedaban atrás, desfilaban en idas y venidas, riendo y aplaudiendo, de tal manera que a todos se les pasaba el tiempo sin darse cuenta.
Etloy los sorprendió una mañana, cuando llegó con Paula su señora a pasar unos días. ¡Qué sorpresa! Dijeron Addom y Roger y salieron a su encuentro con abrazos y frases de felicidad Etloy les contó que se habían trasladado de la isla y ahora vivía en una ciudad cerca a ellos, también les contó que se había pensionado y por lo tanto tenía deseos de pertenecer al club. ¡Claro! ¡Si me admiten! Todos rieron y de hecho ya empezaba a contarse como nuevo socio del club.
Pasaron unos días en caminatas, Etloy conoció algunos sitios que le llamaron la atención, aunque acá no cazaban conejos ni visitaban pozos con fantasmas, dijo Roger, ‘todos rieron’
Las salidas eran frecuentes ya no eran cuatro, Addom, Juana, Roger y Laura, sino también Etloy y Paula, que aunque no vivían en la misma ciudad, iban con frecuencia para aprovechar los ratos agradables que con ellos pasaban. Addom siempre decía: ¡algo nos inventamos! y verdad que siempre encontraban a donde ir y que hacer, aparte de los chistes y la gracia que tenia Etloy para hacerlos reír.
En uno de esos pueblos vecinos, conocieron un lugar llamado El Alto de la Brisa, el motivo principal de subir allí, era divisar todos los pueblos vecinos, a la vez que disfrutaban de esa brisa con olor a frutas, que subía llevando el aliento de todo lo que a sus alrededores se cultivaba, pues era un lugar que se caracterizaba por la variedad de frutales, también podían saborear los productos que los vecinos del lugar ofrecían.
Estando entretenidos en estos agradables gustos, vieron hacia abajo una casa donde algo especial preparaban, Addom dijo: parece un viñedo, Laura contestó: vamos a pasar por cerca, algo veremos. Al ser vistos por los dueños del viñedo, fueron invitados a probar sus deliciosos vinos, dándose gusto hasta el atardecer. Estaban tan entretenidos que Juana y Laura no calcularon la cantidad que consumieron y en el momento de parase para despedirse, les temblaron las piernas y fueron a dar al suelo, todos se afanaron y corrieron a ayudarlas, mientras Etloy riendo exclamó: ¡menos mal que ni vergüenza sintieron! Tomando el hecho como motivo de diversión. Roger afanado decía: no será grave? Y Etloy que le ponía chiste a todo, no disimulaba la gracia que veía en esto, danto vueltas riendo sin parar.
Los dueños del viñedo viendo a Etloy no pudieron disimular la gracia que les causaba y entre risas y chistes volvieron todo una fiesta ¡la fiesta de las que toman para que otros disfruten el efecto del vino, decía Paula la señora de Etloy acompañándolo en su diversión.
En fin, no tenemos afán decía Addom, que siempre buscaba la tranquilidad en estos momentos. Luego hablaron de lo que allí se hacía, Addom se interesó por preguntar sobre lo que veía y decía: todo lo que uno aprenda le sirve! Luego salieron al hotel donde estaban hospedados. Al día siguiente regresaron a la casa, Etloy siguió para su ciudad dejando tristeza por ver terminados esos momentos agradables.
Fue entonces cuando Annie viajó a otra ciudad donde llevaría a cabo algunos estudios, Addom con tristeza decía: ya se aleja el ángel de mis sueños. Todo siguió normal aunque Addom estaba un poco afectado por la ida de su nieta.
Addom decía que el club los distraía y ahora compartir con Etloy les facilitaba la recreación, se podrían ampliar las actividades colocando nuevos juegos y deportes que bien Etloy podría dirigir, así pasó un largo tiempo de tranquilidad, en esos días Laura tuvo una molestia, siendo necesaria su hospitalización. La recuperación se prolongó un poco, pero aunque delicada, regresó a la casa, Juana la cuidaba con la esperanza de muy pronto volver al club. Etloy la visitaba con frecuencia, trayéndole reservas de algunos medicamentos que aún conservaba de la isla.
La enfermedad de Laura intranquilizó a Roger, su ánimo decayó, esto preocupó a Addom y a Etloy quienes no perdían la oportunidad para distraerlo y cuidar a Laura con el ánimo de verlos como antes, Marcos estaba muy pendiente acompañándolos y colaborando en las actividades del club. Luego de largos días de recuperación ya Laura pudo regresar al club, donde llevaba a cabo tareas que habían quedado pendientes desde antes de su enfermedad.
Annie los visitaba con frecuencia, inventaba distracciones para todos, con ayuda de sus padres, Marcos y Rossi, que siempre vivían pendientes organizaban bailes para que sus abuelos participaran, también reinados de belleza para abuelitas, donde hacían desfilar a todas las pensionadas, cuidando que Juana y Laura ocuparan un buen lugar y ganaran alguna corona… todo esto era solo distracción. Ya Annie había terminado sus estudios y tenía veintidós años, por lo tanto debía cumplir con su trabajo, así que pronto se fue.
Siguieron pasando los días, en idas y venidas al club, también cuando Etloy llegaba, armaban sus buenos ratos de distracción. Addom tenía momentos de decaimiento sobre todo cuando veía que algún socio del club se iba para siempre, por esto sintió la necesidad de agregar una nueva actividad entre los socios más jóvenes o mejor digamos ¡menos viejos! para que se encargaran de una dependencia especial, con el fin de atender urgencias que se pudieran presentar, pronto todo estuvo organizado con un médico contratado para estos servicios.
El club contaba con todo lo que se pudiera creer necesario, cada socio encontraba distracciones y servicios suficientes para sentirse bien, vuelve a oír Addom la misma frase de otros tiempos: ¡Acá existe todo, nada hace falta! y vuelve a repetir lo que dijo en ese tiempo… ¿Qué nada falta? ¡Eso no es verdad! Porque siempre habrá algo más que se pueda agregar.
Annie ya ha cumplido veinticinco años, habiendo avanzado en estudios y trabajos, también ha viajado por varios países, pero regresa a la casa en el preciso momento en que su tío Roger está cumpliendo 80 años. Una fiesta muy animada se llevaba a cabo con toda la familia y la mayoría de los socios del club. Se oía música por todas partes, la alegría se veía en todos los rostros. Roger se sentía feliz sobre todo de ver a Laura a su lado totalmente saludable. Etloy que poseía la gracia especial para reír, hacer chistes y bromas, colocó en el techo del salón una gran bomba que solo parecía de adorno, pero llegado el momento halaba un hilo amarrado a una aguja que al moverse hacia explotar la bomba, produciendo un espantoso estruendo, a la vez que salían luces y confites que llenaban de alegría el ambiente. En medio del susto de la gente; aparece Etloy corriendo por el salón vestido de payaso y gritando: ¡es solo una broma! ¡Es solo una broma! El susto se convirtió en risas y aplausos, mientras Etloy bailaba al ritmo de la música, invitando a bailar a todos los que encontraba a su paso.
Addom se sentía feliz, su hijo los abrazaba pronunciando frases de cariño y apoyo. Annie que no dejaba escapar detalle para alegrar a Roger y a Addom, les colocaba cintas y confites, como los reyes de la fiesta, los acariciaba y les decía que entre ese pelo blanco se vía una sonrisa de niños felices, luego los sacaba a bailar, haciendo piruetas y juegos como cuando niña jugaban en el jardín. Al día siguiente descansaron en sueños profundos como el que ha experimentado la alegría de estar en un paraíso.
Luego de unos días todos regresaron a sus labores, Laura y Juana al club con iniciativas y actividades, Addom y Roger en pasatiempos y caminatas, Etloy y Paula volvieron a su casa y Annie a sus labores y viajes.
Todo era paz, más los días iban pasando y Addom pensaba que a medida que pasara el tiempo el declinar avanzaba, sobre todo observaba a Roger, notaba que su andar era cada vez más lento, y con frecuencia se sentaba a descansar, Addom lo abrazaba y le decía: ¡hermano, cuanto te quiero!
Addom y Juana con Roger y Laura compartían largos ratos queriendo arrancarle a la vida los últimos fulgores. En cualquier momento llegaba Etloy con cuentos y chistes para distraerlos, sin dejar de traer algunas hojas y raíces diciendo: ¡tomen… esto cura todos los males! Ellos tomaban con gusto, en fin de algo serviría.
Annie pidió unas vacaciones, al ver que los abuelos entraban en esa etapa de decadencia, donde el peso de los años trae consigo dolencias, cansancio y quietud, siendo necesarias las visitas frecuentes al médico y las medicinas no faltaban. Esta nieta que sentía en los abuelos una parte de su vida, quería haber podido detener el tiempo y organizó una salida, con el fin de disfrutar la compañía de los abuelos, pudiéndose hacer cargo de ellos la salida era agradable, les iban a sobrar cuidados, ya que también iban Marcos y Rossi y como bien imaginamos Etloy y Paula.
Salieron a una ciudad que Annie conoció en una de sus visitas de trabajo y que le había llamado la atención, claro ya no eran las caminatas como en tiempos pasados, había que buscar actividades que no tuvieran mucho movimiento. Con la alegría del paseo disminuyeron algunos malestares, resolviendo disfrutar la suave primavera con la tranquilidad encontrada en esta ciudad y la amabilidad de su gente. Recorrieron varias calles y Etloy con la alegría que lo caracterizaba, no perdía oportunidad de encontrar distracción y viendo un circo dijo: este es el lugar preciso para pasar un rato, así fue que muy animados compraron las boletas y pronto estuvieron acomodados, hablaban tranquilos cuando Etloy por curioso se acercó a la jaula de las fieras para hacerles piruetas y sin saber como… se salió el león, que persiguiendo a Etloy lo hizo correr por todas partes, gritando…!me come este animal, me come este animal! pues ya se sentía cogido de la fiera, Addom y su hijo Marcos, corrieron a defenderlo, pero uno de los dueños del circo, los detuvo diciéndoles:… no se afanen, es un león disfrazado, o mejor, es un hombre que se ha colocado una piel de león, pues como no tenemos esa fiera, acudimos al disfraz; después de un rato de carreras y gritos de Etloy, el hombre se quitó la piel de león, abrazó a Etloy y le dijo: ¡Esta fue la mejor parte de la función! Etloy que no podía respirar se sentó al pie de los suyos quienes no disimulaban la risa y cuando Etloy se recuperó del susto dijo: yo parecía un loco corriendo, no pensé que sintiera tanto susto al verme cogido por una fiera, ellos le dijeron: ¿en la isla no existen estas fieras? y Etloy contestó: No, esta clase de fieras no. Después de disfrutar la tarde regresaron al hotel para descansar y madrugar al otro día de regreso a casa.
Annie al ver la gracia de poder cuidar a sus abuelos, pidió traslado a esta ciudad, veía que pronto iba a llegar el día en que los cuidados, las risas y chistes con los abuelos, serían solo un recuerdo y había que aprovechar el tiempo que quedaba.
Ya Annie en esta ciudad, dedicaba sus horas libres para cuidar y acompañar a los abuelos, llevarlos al médico, darles las medicinas, tomarlos de la mano e ir al club, organizar actividades propias para su edad, así pasaba el tiempo. Un día Roger tuvo una molestia al corazón, siendo necesaria su hospitalización, donde permaneció varios días. Luego regresó a casa un poco mejorado, pero su ánimo decayó y ya no quería ir al club. Con la compañía de Etloy que lograba por momentos sacarlo de su quietud y Addom que esperaba verlo distraído, pasaban ratos agradables, hablando con amigos de sus alegrías, pasatiempos y dolencias propias de la edad.
Un tiempo después, Roger tuvo otra recaída, teniendo que volver al hospital, estando allí cumplió Roger 90 años, más, días después ya estaba en la casa recibiendo visitas de amigos.
Juana y Laura no los abandonaban, aunque también por momentos iban al club. Marcos sacaba tiempo para compartir con los abuelos, llevándolos al médico y complaciendo todas sus dolencias. Empezó una nueva etapa en la vida de Addom y como siempre, decía: ¡el mundo sigue dando vueltas! pero en esta… nos está dejando caídos en nuestros malestares como si se hubiera olvidado de nosotros.
Addom y Roger hablaron de la necesidad de heredar a sus hijos sus propiedades y negocios, así en una visita de las hijas de Roger, llevaron a cabo estas diligencias.
“Ya todo está cumplido dijo Addom” su hijo no quería escuchar estas frases, sentía que su papá se estaba escapando y esto lo ponía muy triste.
Roger al poco tiempo sufrió un infarto que acabó con su vida. “Addom decía”…No voy a poder resistir esta pena.
Las hijas de Roger llegaron ante la noticia de la muerte de su padre, quedándose unos días, al regresar querían llevar a Juana su madre para cuidarla, pero ella manifestó que se sentía muy a gusto ahí, que era un lugar tranquilo y además tenía todos los cuidados y sobre todo la compañía de Juana. Así iban pasando los días, Juana y Laura pasaban todo el tiempo con Addom; Marcos se dedicó por completo al club y a los cuidados de sus padres. Juana veía que la vida de Addom se estaba extinguiendo y no quería separarse de él ni un momento. Addom se sentaba en su silla de descanso donde permanecía largas horas, allí Annie le llevaba sus medicinas. Addom abrazaba a su familia y les daba las gracias por todo lo que le habían dado y por lo que había sido su vida junto a ellos.
Un día como de costumbre, Addom compartió con toda su familia, con varios socios del club que no dejaban de ir a visitarlo, sintió alegría hablando de tiempos pasados, satisfacción por las obras realizadas y aunque la ida de su hermano le había dejado una honda nostalgia, pensaba en la gracia de haberlo encontrado y haber podido compartir momentos tan agradables. Juana vio a Addom entretenido en sus pensamientos y se alejó a ocuparse de algunos quehaceres, Addom al sentirse un momento solo, quedó sumido en su mundo interior, ese mundo que él tanto disfrutaba cuando pensaba en la sabiduría del universo, en la armonía que debía existir en cada una de sus criaturas, se acordaba cuando caminaba por entre la gente, hablando y observando el rostro de las personas, sintiendo a veces tristeza por los que sufrían, queriendo llevar alegría a cada uno de éstos seres, pensaba cuán importante es el amor, se preguntaba cuál sería la causa que originaba esa indiferencia entre las personas, llegando a la conclusión que la llama que alimenta la vida es el amor. Addom siempre luchó por encontrar una completa armonía, esa armonía que da felicidad; sentado en la silla, divisaba el horizonte y acordándose de Roger pensaba…me parece verlo: con esa paz que iluminó su rostro, reflejando una sonrisa de satisfacción como se veía después de su muerte, y se preguntaba: ¿acaso ha encontrado ese algo que yo tanto he buscado, ese algo que nos falta aún cuando creemos tenerlo todo? acaso si Roger pudiera venir ¿qué me contestaría? ahora que ya ha llegado a ese otro lado, donde está feliz y yo sigo en espera, como cuando subí ansioso a la montaña para ver qué había al otro lado de ella. Quizá mi pensamiento no alcanzó a vislumbrar esa parte del todo, esa parte que no he descubierto, más esta soledad dejada por mi hermano me impulsa al infinito, me empuja hacia lo eterno, siento mis pasos suaves, siento mi cuerpo erguido con fácil movimiento, mi cara de alegría con una gran sonrisa, siento que todo es bello como quién tiene todo, ese todo perfecto, quizá encontré ese algo que en la vida busqué, quizá ahora lo tengo y me siento feliz. Y expiró pensando: ¡Encontré el algo que siempre busqué…sí lo encontré ! ¡La gran felicidad!
En ese momento llegó Annie a darle la medicina y lo encontró erguido, recostado en la silla y vio que su abuelo se había ido. Su cara de satisfacción mostraba una gran sonrisa, Annie se recostó en su pecho diciendo… ¡gracias abuelo de mi alma! Su sonrisa me acompañará siempre, has dejado las huellas de tus pasos que serán imborrables dándome seguridad en mi andar, me mostraste el camino de la verdad, me guiaste con la mano de la sabiduría, me enseñaste a divisar el horizonte y a fijar la mirada en el infinito para ir en busca de mi propia felicidad.
Annie lo abrazó y así los encontró Juana y su familia unos momentos después. Tal vez Addom en ese más allá, oyó la despedida de Annie…el ángel de sus sueños.


FIN

Ana Arub, seudónimo de la escritora colombiana, Ana Agudelo Rubio, nacida en la accidentada topografía de la zona central del país, en épocas de diversas manifestaciones artísticas y literarias, “en gran parte gracias a las condiciones políticas y sociales difíciles, dentro de una Latinoamérica en conflicto desde su historia primera, y hasta el instante presente, presente, presente…”.
Ana Arub, quien desde sus primeros años, y a lo largo de su vida, ha manifestado su arte siempre latente dentro de su muy definido e inconfundible estilo.
Fredy Martínez,
Miami, junio 2010.

Correo para contactar a Ana Arub:
fredmartineza@hotmail.com





Texto agregado el 08-06-2010, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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