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Inicio / Cuenteros Locales / psicke2007 / Historiales de la vampira: Hijos de la noche (FINAL)

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Hijos de la noche [http://vampirasanta.blogspot.com

Un minuto antes la veía invulnerable, y ahora tenía que recoger su cuerpo del piso.
Lucas se arrodilló, afligido, sin recordar el peligro en que se hallaban, le pasó el brazo por debajo de su cabeza, que hizo un ruido de succión al despegarse del piso, y notando el movimiento de sus ojos tras sus párpados tensos, resopló.
-No lo puedo creer-; Sebastián se persignó, porque estaba viva, aunque al abrirle la camisa empapada de bordó Lucas había expuesto una maraña de carne y huesos bajo la piel rota entre sus senos.
-Qué rápido… -el doctor Massei también quedó fascinado, el tejido expuesto rezumaba gorgoritos blancos, y los pedazos se removieron; ya comenzaba el proceso de cerrarse la herida.
-Claro, el que le haya crecido el pelo hasta la cintura en un mes confirma que volvió a su dieta natural de sangre, seguramente humana. Si no le cortamos la cabeza o le arrancamos el corazón, puede regenerarse-explicó Vignac, sin dar muestras de estar impresionado. Pero hizo un gesto de asco al añadir-Esta no es una criatura cualquiera, es la descendiente de una raza pura de vampiros, extremadamente fuerte. No sé por que se habría querido debilitar tanto, al convivir entre Uds. por meses.
Apenas acabó la frase, ella abrió los ojos, arrellanada entre los brazos de Lucas, preguntándose por qué no habían venido a liquidarla. Formó un gesto de contrariedad al olisquear el aire y no percibir su rastro.
Entonces Vignac, quien apuntaba su rifle recién recargado hacia la puerta, esperando con ansia que asomara alguno para volarle la cabeza, tensó su cuerpo, y supieron que se trataba de Charles. En silencio lo rodeaban sus acólitos, y otros que catalogó como pacientes, porque lucían idos y llevaban lánguidas batas de algodón. Aunque algunos vampiros habían marchado hacia la noche luego de la interrupción de la ceremonia, el novio abandonado en el altar tenía preparada otra función para los que restaban.
-¡Nooo!
Hasta Charles se sorprendió al notar lo ridículo de la situación. Cris, la jovencita que yacía en el sillón, se había interpuesto entre él y Vignac, protegiéndolo con su cuerpo flaco y desmañado, los ojos desorbitados con una mirada extraviada.
-No, maestro -exhaló sollozando, y le ladró a Vignac-. Váyase, déjenos en paz.
Confuso, este trató de moverse a una mejor posición, a sabiendas de que el vampiro era capaz de destrozarla y saltarle encima en menos de lo que le tomaría parpadear. Charles aferró a Cris del pelo y se cubrió con su cuerpo.
-¿Qué te prometió, muchacha? -interpuso Lina, avanzando con pasos felinos de forma que adelantó a Vignac, tapando su ángulo de -. ¿Convertirte en uno de nosotros?
Cris no tenía que asentir; apretó los labios y se vio confundida. Lina sacudió la cabeza. La mancha oscura en la tela seguía pegoteada sobre su piel, pero la curva de su pecho se veía llena y tersa como antes de que él intentara aplastarle el corazón.
-Eso no es posible, es una leyenda, querida… Los humanos no pueden ser convertidos al ser mordidos ni por beber sangre de un vampiro como en las películas.
Detrás de ella, Lucas dejó escapar un gemido, previendo lo peor en el brillo malévolo y demente en ojos de Charles. No podía tener lo que deseaba, la sumisión de esta mujer, y un hombre en esa situación se volvía peligroso. Entonces sucedió: aunque no estaba preparada, Charles le tiró del cabello y la joven expuso su cuello, él lanzó una dentellada feroz que rechinó en el aire, las personas cercanas instintivamente trataron de huir y se estrellaron contra los cuerpos inamovibles de los vampiros.
Lina había arrancado a Cris de sus brazos en el último instante, y su visión periférica le había mostrado que unos rostros conocidos, gente del personal y pacientes que Charles había juntado en el rincón, la miraban horrorizados. Los mantenían vigilados, aunque por el miedo que olía debían tener los huesos hechos agua.
-Despreciaste mi regalo, Niobe. Me pregunto qué era eso sangriento que estaba en el freezer envuelto en el abrigo del cazador -comentó Charles, nada contrariado al parecer porque le hubieran sacado la presa de la boca, acercándose a acariciar el mentón tembloroso de una rubia. Débora, la jefa del turno de enfermeros, no podía parar de lloriquear-, y qué tan grande es tu traición. Dejas vivir a tu mayor enemigo y ahora lo traes como aliado.
-No es un aliado -susurró Lina sin alzar los ojos, como si no le preocupara el aire viciado de adrenalina y sed, la amenaza pendiente sobre ella y los otros.
Cargó a Cris, que se había desmayado, hasta la posición de Dasio junto al ventanal. Su decepcionado prometido dio un paso adelante, y para su desconcierto, el enfermero Carlos Spitta, a quien siempre le había caído bien Lina aunque fuera medio rara, se metió en su camino. Charles atrapó el brazo que quería golpearlo y lo retorció. Todos escucharon el crujido del hueso al romperse en varios fragmentos, antes de que el dolor llegara a su cabeza y Spitta gritara como poseso. Si hubiera sido un gato, Lina hubiera sentido que se le erizaban los pelos del lomo; en su lugar, giró como movida por un resorte, pero una tromba se le vino encima al tiempo que escuchaba un poco aturdida el aviso de Lucas y el estampido de un disparo.
Sus cuerpos chocaron antes de que lo pudiera esquivar, y Charles la dio vuelta para que viera la escena mientras la apretaba contra su abdomen y susurraba en su oído:
-Este era mi plan B, en caso de que no aceptaras ser mi esposa. Mira, mira bien -la incomprensión en los ojos de los enfermeros, que no podían aceptar la velocidad y la intención asesina de Charles, o que el jovencito que Vignac había herido seguía en pie, ni tampoco los ojos acechándolos excitados-. Todas las personas que hayas conocido, que te hayan hablado, que te hayan mirado… ¿no te sientes un poco mal de que tengan que morir por tu culpa?
Si se sentía culpable o desesperada, como esperaba, no se reflejó en su rostro inalterado, aunque su cuerpo forcejeaba silenciosamente contra su apretón.
-¿No tienes otro truco para librarnos de esto? -le susurró Dasio a Vignac, mientras los dos retrocedían hacia una pared, gastando los últimos cartuchos, sin acertar la mayoría por temor a herir a un inocente.
A espaldas de Charles, Lucas se hallaba aprisionado bajo el peso sutil y la fuerza enorme de una morocha, que atraída por su torso desnudo, trataba de aplicar su boca al mordisco que le había marcado Lina. Lo había tirado en el sofá, y él la dejó hacer, incapaz de sentir nada sugestivo por esta bestia femenina, cuya belleza no compensaba la repugnante expresión voraz y su lengua rasposa. Allí, entre los almohadones, había ocultado la pistola cuando lo forzaron a ir al sótano. De pronto, ella notó el cañón del arma pegado a su ojo, y no era tan tonta como para creer que una curación rápida la salvaría de una bala en el cerebro.
-Esto es una tontería, Charles -murmuró Lina, con voz grave y calma que se escuchaba a pesar de los gemidos y llantos a su alrededor-, y Uds. no pueden estar de acuerdo con este hombre que ha perdido la cordura y se cree impune. Su ansia por el poder de mi padre, el prestigio de los Tarant, lo ha llevado demasiado lejos… pone a nuestra casta en peligro.
Pudo percibir un leve movimiento de asentimiento entre los antiguos amigos de su padre, los más maduros, que veían a Charles y sus jóvenes seguidores como una banda de pendejos que les generaban más recelo que respeto. También quería hacer tiempo y hacerlo enojar con su serenidad; no le iba a dar el gusto de que supiera cuánto la enfadaba la artimaña de condenar a toda esa gente a una muerte lenta y dolorosa.
―Vete de mi clínica, monstruo.
El aviso decidido de Lucas lo sorprendió bastante. Pero antes de que pudiera voltear a ver qué le daba tanta seguridad, el doctor disparó dos veces sucesivas a su cabeza. A diferencia de los ataques de Dasio y Vignac, este tuvo el efecto de callar a la concurrencia, apartarlos de los que pensaban morder, y decidir a unos cuantos a dejar a Charles a su suerte y pasarse al lado de la hija de Tarant. Aunque una bala apenas le destrozó la oreja derecha, y la otra pasó silbando entre su cabello, la distracción le sirvió a Lina para apartarlo de un golpe y lanzarlo contra la pared más alejada. Los leales a Charles insinuaron atacarla, pero sus nuevos aliados los disuadieron.
-No se detengan. Acaben con ellos -ordenó su ex novio, aunque tuviera que forzar la sonrisa entre las manos de Lina que lo estrangulaban; la odiaba tanto que prefería hacerle daño a salvarse.
Como fanáticos que eran, hubieran puesto manos a la obra, pero los otros vampiros les hicieron frente. Además, quedaron paralizados al ver que ella alzaba a su líder del cuello, y lo dejaba caer en medio de la sala, para acto continuo echársele encima, tomando en pleno vuelo la daga que Sebastián le lanzó, y ensartarla en su corazón. Antes de que la asombrada audiencia tomara aire, le había rasgado la cara y el cuerpo con sus uñas, cortando su piel grisácea en franjas de las que manaban chorros de sangre oscura.
El revuelo de sus manos y el siseo furioso duró un instante. Lina recuperó la compostura, apoyó un pie sobre su torso para que no se moviera, y desafiante, contempló a los demás, que no osaban ni respirar. Al ver sus ojos serios, el vampiro más atrevido que todavía sujetaba a Débora del brazo, se alejó prevenido hasta el muro, pero también los traumatizados empleados se estremecieron. Petrificados, no podían quitarle la vista de encima, y alerta, concentrada en su odio, ella no podía hacer ningún gesto que los tranquilizara. Entonces, sintió que la rozaba una leve brisa. El doctor la había adelantado para examinarlos, ignorando sus expresiones de alarma, y se detuvo junto a Carlos quien se encogía lívido de dolor.
Alguien se aproximaba por el pasillo, pisando restos de vidrio sin cuidarse de no hacer ruido. Lucas se sorprendió al ver la cara impávida de Jano, quien asintió con la cabeza a guisa de saludo. Le fastidió este hombre que no se alteraba siquiera al tener su lugar de trabajo inundado de criaturas de leyenda. El sereno había ayudado a Vignac a salir del laberíntico sótano, y luego el inspector le indicó que esperase para guiar a la policía en cuanto llegaran. Pero otros habían aparecido antes.
Sin mediar palabra, Jano señaló a los recién llegados, Spec y su hija Alejandra.
-¿Qué hacemos con ellos, Niobe? -preguntó uno de los vampiros que se había pasado a su lado, Julian, un serbio de impresionantes músculos.
Lucas se estremeció. No sabía si se refería a lo que iban a hacer con los pacientes y empleados, o con los fieles a Charles; no se confiaba aunque ahora le mostraban respeto a Lina. ¿Cómo había podido pensar alguna vez que se trataba de un simple caso de fobia a la sangre? Bueno, también la había creído una ninfómana con doble personalidad. Y luego, una asesina a sangre fría que intentaba engañarlos con su acto de mujer desvalida. Después, sólo había creído en ella.
Ahora, no tenía nada de humana, era una predadora, como una bestia salvaje, era una diosa. Apartó sus ojos, obnubilado.
-¿Recuerdas? ¿Mis dudas acerca de lo que pasó? -en lugar de contestar, Lina se dirigió al amigo de su padre que esa tarde la acompañó al lugar donde Tarant había perecido-. Lo ha confesado ante todos… este desgraciado mató a mi hermano.
-¿Y qué vas a hacer? -replicó Spec, notando en los ojos inyectados y vindicativos de Charles que seguía vivo aún, y en la agitación de Lina, que estaba recordando todas las tretas a las que la había sometido antes y ahora.
-Primero esto -respondió, tomándole un brazo y haciendo palanca con su pie, tiró hasta que sus huesos saltaron de su lugar con múltiples chasquidos.
Charles se retorció y trató en vano de contener un alarido desentonado, el primero de muchos.

Epílogo de una larga noche

Solo había una persona simplemente feliz de haberse salvado, que no requería desesperadamente que le dieran explicaciones. Vignac la sacó de su escondite y Deirdre pasó del espanto al éxtasis en un segundo, apretando su cabellera roja contra su pecho amplio, sin importarle que olía a sudor, sangre y pólvora, recordatorios de los terribles eventos de la noche. Le bastaba con saber que ya todo había pasado, que sus abuelos estaban a salvo, que los vampiros se habían marchado -Spec se encargó de desalojar a todos, excepto a unos cuantos amigos de Charles que dejó de regalo a la policía bajo amenaza de no decir nada sobre su raza-, y ningún conocido había muerto. Carlos, el enfermero, la miró con reproche mientras recibía los primeros auxilios de sus colegas. Ella sabía de tales criaturas, y que una de ellos era paciente en su clínica, y en todas sus charlas nunca le había dado una pista.
Vignac estaba encantado de poder iluminarlos con su saber, a pesar de sus apretados vendajes y el mareo de los calmantes:
-Es que los vampiros se mezclan bien entre nosotros. Pueden salir al sol, aunque los debilita, y pueden comer nuestra comida, pero si no se alimentan de sangre se vuelven enfermizos. Normalmente, tienen gran fuerza, y velocidad, y sentidos más agudos que nosotros. Se curan tan rápido que parecen inmortales, y también envejecen lento, aunque tarde o temprano mueren -captó la preocupación en la cara de Débora-. No deben temer… si fueron heridos por uno de ellos. Eso de convertirse es un mito, un cuento, el único peligro es morir desangrado o de infección. La única forma de ser un vampiro es nacer de dos padres vampiros. Ni siquiera hay híbridos, porque vienen al mundo con males congénitos y no llegan a la mayoría de edad.
Llegados a este punto, dejaron de escucharlo, demasiado maravillados para una noche. Solo Lucas le prestaba atención, recostado contra la pared del fondo del dispensario, alejado porque reconocía el recelo en los ojos de los empleados, colegas y amigos, nerviosos por su extraña intimidad con todas estas circunstancias, y porque ella llevaba su camisa, esa mujer que no era una inocente paciente sino un monstruo peligroso. El doctor suspiró; intentaba preparar una historia coherente para el mundo, pero estaba muy cansado y molesto con otros pensamientos al repasar lo sucedido. Jano había ayudado a salir de su encierro a los caballeros, Dasio y Sebastián, por orden de Lina. También le contó que ella había dejado escapar a unos pacientes hacia el bosque, antes que los otros vampiros los hallaran en sus cuartos.
La noche oscura había dejado lugar a un amanecer malva, frío y húmedo. Vignac había partido unas horas antes con su sombría carga, al mismo tiempo que Spec se había desvanecido con sus acompañantes, y los caballeros de la Orden iban camino al hospital. Sebastián había insistido en permanecer allí para ayudar a curar a los heridos, pero su propio estado era tan grave que no pudo utilizar su don para nada.
-Parece que este lugar está maldito -murmuró un policía que estaba parado en la recepción junto al inspector Gómez, observando la partida de una ambulancia.
Aunque se trataba de una expresión de asombro por los sucesos de los últimos meses -la mala suerte que tenía ese lugar para atraer psicópatas homicidas y conspiradores-, Lucas escuchó sus palabras y se mordió la lengua para no gemir de impotencia y amargura.
Había un árbol solitario en medio del parque con amplias ramas que dejaban caer su follaje espeso y lánguido como cabellera sobre el césped. Desde su escondite para pensar, en el corredor del segundo piso, Lucas divisó un movimiento entre la bruma matinal y se fijó en la figura agazapada contra el tronco, un borrón blanco y negro. Era ella, una pierna blanca y torneada sobresalía del sobretodo negro que robó de un consultorio para cubrirse. Para cuando Lucas Massei alzó el brazo en un tímido gesto, la figura había desaparecido como una ilusión óptica.

Texto agregado el 14-06-2010, y leído por 83 visitantes. (0 votos)


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