El miedo
es la ciudad y el horizonte,
cadenas de tortura,
que intoxican los días,
violador incansable
que en las noches,
vuelve a poblar de sangre
las cortinas
y acribilla la ausencia
que delata,
la fiebre de la piel
envejecida.
Otra vez
he de volver a la agonía,
a este animal ahogado
en la rutina,
a saberme tan solo
que en las tardes,
el cuchillo
me invitará a una cita.
Otra vez el vacío,
las señales,
rellenando las noches
con letras repetidas,
árboles secos,
trozos de guirnaldas,
clavándose en mi estómago
con violencia asesina.
No pudo oler mi miedo,
mi ¿por qué?
la razón de mi vida…