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AMOR LEJANO


Nunca en mi vida había visto unos ojos tan lindos. Grandes, negros y con un brillo que pareciese más fácil apagar al sol que al inmenso esplendor que emanaban.

El resto de ella no era tan hermoso. Su cuerpo mostraba haber vivido inmensas historias, tanto comunes como insólitas. Pero no todo lo que parece es realidad.

Ella era de talla pequeña, medía aproximadamente 1.50 y su cuerpo se veía tierno y alegre, pero a la vez daba una impresión de tristeza y soledad. Tal vez, ese efecto fuese producido por sus arrugas. Su pelo blanco, eran onduladas hebras de cabello que le hacían un magnífico acompañamiento a sus ojos. Estos, sumamente expresivos, pareciesen haberse quedado estancados en la niñez y mostrar la dulzura de la infancia.

Su casa era hermosísima y, al igual que ella, tenía un doble sentido. Era como si una mezcla aparentemente “homogénea” de sentimientos contrarios tales como tristeza y felicidad, miedo y tranquilidad, o el contrarío de soledad, de melancolía, de tristeza estuvieran reunidos en un solo lugar, pero cada uno ubicado en el espacio correcto del recinto y de la vida de aquella mujer.

Lo que me paralizaba de ella lo desconozco, pero su imagen producía en mi un efecto tan inquietante que me dejaba atónito aún en los momentos de extrema concentración. Y tal fascinación, pienso yo, pudiese darse por su historia y por lo que esta, aunque tal vez implícitamente, nos enseñó.

Ella nació en una fecha y un lugar que no conozco, pero esta parte de la historia es innecesaria para comprender su vida. Su familia era común y corriente, de esas en las que el padre se encarga de la parte económica y la madre de criar a la prole.

Mariela Pedraza, la protagonista de las historia, era una niña totalmente normal. Estudiaba y ayudaba en la casa. Como todas las otras niñas su obsesión era casarse y tener hijos; lo demostraba, cuando tomaba tiernamente a sus muñecas y, como si fuese una verdadera madre les daba todo lo que considerara necesario.

Al pasar del tiempo se fue convirtiendo de niña a mujer. Y su deseo creció proporcionalmente a la rapidez con la que su cuerpo cambió.

Durante años esperó fielmente por su príncipe azul con la esperanza de quien de escuda en el tener el omnipotente poder de la fe. Pero, para su desgracia, durante el paso del tiempo su Don Juan se veía cada vez más lejano y su esperanza aunque encendida, ya no tenia el mismo esplendor que al principio, que era igual al brillo de sus ojos.

Su vejez fue llegando y con ella la tristeza y la soledad. Reflejándose en las paredes de la casa en que vivía desde el momento en que se separó de sus padres. Por ello, la decoración del lugar era lúgubre, sobria y atemorizante. En ella se mostraba el desamor, la desolación y más que miedo, la resignación que tenía ante su destino.

Mariela, había envejecido prematuramente, pues pareciese tener unos treinta años más que su verdadera edad. Pero lucía como una niña al sentarse en un sillón color marrón, al frente de la ventana con la mirada perdida en el horizonte y consintiendo a una muñeca vieja.

La vida de esta señora fue un misterio. Hubo toda clase de historias sobre ella, algunas ridículas y otras creíbles. Solían decir que un amor la había dejado, que había abortado, que esperaba a que sus padres le devolvieran a su hijo y, hasta llegaron a decir que había tenido un hijo deforme y de rabia lo había matado. Decían también que olía a viejo, que hablaba con espantos o que la habían maldecido con la mala suerte.

Su historia sólo se conoció realmente después de su muerte.

Su vida, ya relatada, muestra decepción, tristeza, o resignación entre otros sentimientos. Pero fue al final de su vida, cuando su alma moría de pena y su cuerpo de vejez, que alcanzó su “clímax”, lo que siempre deseó por fin se le hizo realidad.

Joaquín Marín era un hombre de unos ochenta y cinco años de edad, pero su alma de 20 y su salud de 15, a pesar de los tremendos golpes que le dio la vida. Al igual que Mariela no tubo hijos, pero sí una mujer que le entregó todo, que era su cielo, su fortaleza, su vida. Parecía estar en el mundo perfecto y, ni el deseo inmenso que alguna vez sintió por tener hijos podría disminuir su inmensa felicidad. Pero en un súbito momento, “su cielo, su fortaleza y su vida”, sufrió un ataque al corazón y “la muerte” rondó a aquel hombre. “La muerte” no fue sólo por el fallecimiento de su esposa, sino por el estado al que llegó su vida al hallarse sin ella. Él no aceptaba la muerte de su amada, por ello deambulaba por las calles buscando una solución, ya fuera la forma de revivirla o la de olvidarla.

En su diario caminar, pasaba al frente de la casa de Doña Mariela Pedraza sin prestarle mucha atención. Pero con el paso del tiempo, nació un interés extraño hacia aquella dama.
Día tras día lo que sentía fue aumentando y su excitación al pasar por aquel lugar se incrementaba velozmente.

Días, semanas, meses, tuvieron que pasar para que el señor contemplase la idea de hablar con la mujer que le robaba su atención. Hasta que en un momento, al pasar por el vecindario de ella, no pudo más. Su casa era una especie de imán que lo llamaba, que le imploraba que llegara a ella. Y él, ni corto, ni perezoso fue allá y timbró. Los deseos desesperados de conocerla, de alcanzarla a como diera lugar lo estaban consumiendo; eso sólo duró un minutos mientras ella salió.

Al estar rostro con rostro, la esperanza creció, la ilusión renació, los corazones palpitaban, la sangre bombeaba, mariposas revoloteaban. La piel de ella se volvió lisa y suave, su pelo flotaba y sus ojos brillaban más que todas las estrellas reunidas.

El miedo desapareció, la resignación se convirtió en el más profundo amor. Ese amor lejano, aquel que esperó durante tanto tiempo y que al parecer nunca llegó. Pero estaba ahí, era él, su príncipe azul. Y era real a menos de que su mente le jugara de nuevo la sucia trampa de la alucinación, pero no. Ella lo abrazó, lo besó, en esos cinco minutos ella le entrego su vida, su suerte, sus miedos, su todo.

Pero tristemente su corazón ya era débil y no resistió tanta emoción. Con la rapidez con la que renació su amor, con esa misma, su vida se apagó.




Texto agregado el 27-04-2003, y leído por 1408 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-12-2012 ¡Pero eso sí que es estar signada por la malasuerte! Atrapante tu relato. 5* -preciosa-
 
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