(parte de V Actitudes Suicidas)

I
Me refresca la garganta. Un poco siento que el cerebro se me descarga de tantos pensamientos. Ya no quiero sentir más. La sensación del sentimiento recorriendome las entrañas me fastidia. Se me opacan los ojos. Esos días cortos pero tan eternos me suspenden. Me alejan, impiden que colapse. Un trago más que baja por mi garganta para olvidar. Mi alcoba es un plano cartesiano en tres dimensiones. Mi cuerpo una arista, horizontal, vertical, diagonal, curva. Veo el arriba, abajo y por debajo. Aparezco y desaparezco, cruzo paredes y traspaso puertas. Un poco de blanco se me cuela por las fosas. Olvidar nunca ha sido tan fácil ni tan revoltoso. Otro trago se me desliza por las venas. Un tum tum entre las sienes, me deriva, me hace naufragar. Navegar. Quiero navegar entre litros de alcohol, especialmente hundirme entre abrazos mezclados y pasajeros. Cerrar los ojos, abrazar el arrullo de otra piel en mi piel, palpar el sudor, sentirlo regarse sobre mí. Quiero oler la semilla profunda de otros sexos y amar la existencia misma. Quiero dejarme ir. Mañana despertaré nuevamente para darme cuenta cuán rezagado he quedado en el espacio de mi. Cuán alejado en el tiempo de todo lo que fui. Cuán olvidado el mundo me ha dejado a mí.

II
Chorreante y pastosa. Revuelta. Una mujer sin nombre se retuerce sobre mí. Las manos sobre el vientre, los brazos tratando de calentar su cintura. La tibieza de su trasero me reconforta. Aunque el pálido de su rostro me hace dudar que aún haya calor en algún lugar de su cuerpo. Un frío metálico nos recorre. La manta de lana no alcanza a impedir que el helado vaho que se levanta del piso nos cale las extremidades. Dolor. Eso siento en el sudor de su espalda. En el temblar de sus hombros. Un poco de soledad que sin embargo la reconforta. Sobre las mantas, bajo las mantas, siento como sus músculos se retraen, ella intenta retomar sus fuerzas. Quisiera levantar un poco las tablas. Cubrirla con una caricia. De todas maneras recapitula y al recordar se arrellana sobre mis férreos brazos. Revuelve la sábana, no deja de apretar su estómago, quiere quemarse las entrañas. Levanta los pies, los despega del gélido piso. Un poco de calor le hago colar por el dorso. En pocos minutos se despegará de mi y tomará camino. Alguien la llevará de brazo. En pocos minutos sobre mí descasará o retorcerá otra mujer sin nombre. Más vieja, tal vez joven. Morena, sonrosada. Arrepentida o conforme. Cálida o fría. Otra mujer con decisiones.