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La Playa.


Mi madre ha insistido en prestarme esta vieja casa al borde de la playa, siendo sincero, estar aquí no es lo que más quisiera en este momento, pero siendo un pintor citadino, agradezco las vistas y el hecho de que se preocupase por mí. Entiendo que el principal motivo de este préstamo, ha sido que aclare mi mente y la pueda olvidar, no tengo duda que extrañare a Julieta toda la vida, es el lema con el que camino desde que no está a mi lado; pero ahora, solo quiero imaginar, que es lo que haría si estuviera aquí… conmigo. Camino a diario por el margen de la playa, tratando de pensar en algo diferente, por lo regular pasó más tiempo en la zona vieja de la costa, admirando las ruinas de las antiguas construcciones, hoy consumidas por el viento y por el mar, en donde alguna vez alguien estuvo y fue feliz.

He estado pensando toda la mañana si por fin hablarle a Graziella sobre Julieta, no hemos pasado tanto tiempo juntos, ya lo sé; pero me siento tan empujado a decirle. Es toda una desconsideración poética de mi parte, si vemos el hecho de que quizá estoy con ella sin estarlo. Nos conocimos hace tres días, en la noche después del festival del puerto, ella se paseaba por la playa y yo la mire. Entre alcohol, susurros y risas, supe de inmediato que sucedería, y estar con ella aquella noche confirmo mis sospechas. Sé que ha sido rápido, pero realmente la amo y tengo la firme creencia de que ella también a mí, le he prometido que no iríamos de aquí a mas tardar mañana. Me conmueve tanto mirar la mirada de Graziella por la tarde, me hace pensar que no quiere irse y lo noto por como mira el océano, sentada justo en frente de la ventana, como hipnotizada por el viento ó tal vez las cortinas ondear; quizá mis promesas de galerías de arte y vino tinto no sean oponentes al la belleza de las olas en el vasto océano. Algunas veces cuando me pasaba la tarde en la sala, junto con ella, en ciertos momentos cuando el sol cambiaba de lugar y le tocaba el rostro, me hizo llegar a la conclusión de que no habría destello que la sacase de sus pensamientos. No pude dejar de sentirme intrigado acerca de lo que sucedía en su mente, no quise preguntárselo… seguro pensaría que dudo de nuestro contrato sentimental; mas sin embargo, no dejo de imaginarlo, seguro pensaba en algún él, como yo suelo pensar siempre en ella.

Llegando a la casa, de mi caminata diaria a la vieja costa, descubrí que es verdad que Graziella sí que me quiere mucho, pero sin titubeo ama mucho más a él. Aunque no lo soporto y seguramente no me lo perdone, he tomado nervioso el pincel y sin deparo lo trace a su lado, el la mirara fijamente toda la eternidad, imaginando; pero ella aun mira el océano, hipnotizada, sabe que lo ama pero bien sabe que quiere a alguien más. He planeado dejarlos aquí, en esta casa aunque eso signifique romper mi promesa. Me gusta admirarlos mientras me sirvo un whisky, realmente lo lamento mucho… pero no tengo duda de que extrañare a Julieta toda la vida.

Texto agregado el 12-07-2010, y leído por 99 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-07-2010 Aún con otros intereses, yo también sentiría pocas ganas de dejar el mar y sus costas, porque son algo muy hermoso. A veces no es tan fácil cambiar al objeto de nuestro amor. Bien! simasima
 
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