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¡Y es que le juro Don Rodo, no sé como pasó! El día comenzó tranquilo y yo estaba con una resaca como de fiesta patronal, esas que pueden hacer que nos doblemos de dolor, usted sabe. Había estado toda la mañana pensando que no era posible que el Mariano se hubiera muerto así de golpe en el arenal y buscaba explicaciones. Usted recuerda, era sábado y el sol no calentaba mucho. Ese viernes lo enterramos al Mariano y yo me fui con los Sánchez a tomar unas cervecitas en nombre del difunto, nadie lo podía creer todavía a esa hora. Y los Sánchez que insistían con que esas eran cosas del demonio y que mejor nos hacemos una misita para protegernos de la mala suerte y los dolores. Y yo que no pensaba mucho en eso sino que no podía creer que el Mariano se hubiera muerto así en el arenal. Y nadie nos quiso decir cómo lo habían encontrado. Solo lo enterraron rapidito y se fueron los de la funeraria. Y de veras que a esa hora ya me parecía de lo más raro a mí todo el asunto.
Toda la noche estuvimos dale que dale a la cerveza y como a las cinco de la mañana me quedé dormido Don Rodo. También que estaba cansado porque justo se terminaron las faenas esa semana. Y los Sánchez que lloraban como niñitas que han visto al cuco, le digo que esos no son hombres ni nada.
Y bueno, esa mañana me dolía el estómago más que la cabeza pero podía caminar tranquilo nomás y tenía mi herramienta en el hombro porque me la estaba trayendo de las faenas, ya sabe usted que no le gusta quedarse solita en el invierno. Y en la calle la gente no hacía otra cosa que hablar de la muerte del Mariano y eso me ponía de mal humor por momentos Don.
Ese rato fue que el señor de la estancia, el Don Pérez ese se me vino a aparecer como un fantasma y se puso a gritar como desquiciado en medio de la calle que él lo había matado al Mariano y que por su mujer se lo había cargado. Y a mi me pareció que eran puros gritos de borracho, porque nos había afectado lo de la muerte en el arenal, pero no era para tanto de ponerse a gritar así en la calle. ¡Y menos un señor de estancia como el Pérez ese! Hasta sus gritos ya me daban pena porque se puso a llorar y se caía de borracho.
Yo seguía pensando que eran puras habladas de la ebriedad, porque estaba bien borracho eso sí. Y hasta ahí no había problema porque yo estaba cansado y veía todo medio borroso, pero luego nomás este señor me agarra de la camisa y me saca un cuchillote, bien lleno de sangre y me dice que con ese lo había matado al Mariano y que Dios lo perdone pero que primero era el honor de su mujer.
Y no fue por el Mariano, se lo juro Don Rodo, fue más porque ya me estaba agarrando muy fuerte del brazo y me decía “¡Mira indio, mira, yo lo he matado!” y que yo ya me quería ir a mi casa, y la borrachera usted sabe. Entonces vi todo rojo y así igualito borroso como antes y le di con la herramienta nomás. Las señoras estaban gritando me acuerdo. De un golpe se cayó al suelo y así le seguí pegando, hasta que ya no se movía Don. Y no me daba cuenta de que me lo estaba llevando al infierno, seguro con la borrachera de la semana y las faenas que este año no han sido buenas estaba medio confundido.
Espero Don Rodo que usted haga pues que no me tengan aquí dentro toda la vida, que uno tiene hijos y eso. Sí, sí, yo le espero aquí nomás. Por favor no se me pierda que a ratos siento como estar volviéndome loco. Y esta cama de paja me hace doler en la espalda y tengo un dolor bien fuerte por las faenas que es de no aguantar.

Texto agregado el 02-07-2004, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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