Se de la noche y el ruido que retumba
a los costados de mis pies descalzos
de los acordes sublimes de tu risa
y de la soledad de tu naufragio.

No temas a mis piernas asesinas
que fatalmente matan todo llanto
porque en mi cielo negro de malicia
no morderé la miel que hay en tus labios.

Se del terror que mancha las cortinas
de nuestra casa en ruinas y fracasos
de la sangre en tus ojos cada día
en los amaneceres de tus brazos.

Se que el anochecer caerá de prisa
y me derretiré sobre tus manos
para que bebas todas mis caricias
en la triste carencia de mi abrazo.