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El gnomo, tenía un aspecto recio y vetusto, de contextura morruda y de estatura muy baja. El pequeñín llevaba unos harapos verdes, muy verde todo él. A la altura de su cintura regordeta ostentaba un diminuto saco el cual vigilaba celosamente.
Caminaba por la pradera floreada por rosas y amapolas, rodeados de pequeñas alimañas. Un escarabajo pegado en su hombro, y un grillo y un cuervo revoloteando frente a sus narices, como danzando bailes dantescos para generar aprobación.
El gnomo impaciente y malhumorado, refunfuñaba por tales osadías, lo molestaban tanto que de nervios tocia, se brotaba y las uñas se le ponían negras.
El grillo no paraba de chillar y de chasquear sus alas, el cuervo no dejaba de piar con su chocante voz y el escarabajo lo mordisqueaba continuamente. Atestado por tales agravios y semejante alboroto, el gnomo, comenzó a tratar de golpearlos para espantarlos, a medida de que su brote de pecas doradas se agrandaba por todo su cuerpo provocándole un escozor insoportable. El primero en ser lastimado fue el escarabajo que cayó al suelo sobre su caparazón y luego fue pisoteado. En ese instante las rosas y amapolas se marchitaron, el gnomo observo esto, pero se encogió de hombros y siguió con su frenética cacería de animalejos voladores. Recorrió toda la longitud de pastos de la pradera, los pisoteó tanto que los a los animales del lugar les quedaba poco para comer.
Vio un cúmulo de rocas pequeñas, recogió una y se la arrojó al grillo. Este cayó de inmediato, golpeando con algunas contorsiones contra un árbol y luego en el piso. Inmediatamente el pasto se enmoheció y el árbol perdió todas su hojas, se retorció tanto que su raíces salían de la tierra como cuerdas y se termino tumbando al lado del grillo muerto. El gnomo observó toda la escena pero movió sus hombros sin darle importancia y se concentró en el cuervo. Este se encontraba contemplando al grillo y al árbol caído, los miraba tristemente desde el borde de un tronco con musgos tornasolados. El gnomo se acercó a él agazapado y le acertó una violenta patada que lo tumbó de inmediato.
El cielo se puso negro azabache, sin estrellas y sin luna, no se escuchaba ni el respiro del gnomo. Este, asustado, empezó a correr para protegerse de los depredadores nocturnos. Atravesó el restó de la pradera y llegó a la comarca vecina. Vio un par de humanos de mediana edad y se les acercó para contarles los hechos sucedidos en la pradera contigua. Los hombres vieron al gnomo, escuchaban su tremendo chillido en una lengua desconocida, observaban como se les prendía de los pantalones y los sacudía gritando aún más. Los hombres intranquilos, comenzaron a tratar de quitárselo de encima con algunos puntapiés. El gnomo frenético no daba importancia y seguía explicando su increíble historia. Hasta que uno de los humanos le atinó un puñetazo rotundo que lo arrojó al piso. Se encogieron de hombros y se marcharon a sus hogares. Al llegar los hombres vieron como sus casas estaban consumidas por el fuego.

Texto agregado el 17-08-2010, y leído por 120 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-08-2010 imaginativo y muy bueno********** yo-soy-asi1
19-08-2010 muy imaginativo. Egon
17-08-2010 ¡Sálvese quién pueda! Buena imaginación y original conclusión. ¡Van mis cinco! simasima
 
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