Róbalo todo.
Haz parecer la despensa un cadáver
y mis manos
desde donde te alimentas,
un andamiaje de fierro
sosteniendo suero prescindible.

Dejame aquí parado,
como un grifo al abandono,
como un aullido de lobo
semi muerto,
perdido en la densidad del tiempo
y de este neblinoso amanecer.

Deja nada. Huye pronto.
Aquí se escribió tu historia
y la nuestra,
así que bórrala de un plumazo.
Pero, insisto,
carga con estos pertrechos viejos:
cruces, andamios buscacielo,
tropiezos salvados,
mullidos días aburridos
y esos otros
de pasión desenfrenada.

Guarda silencio.
No te quejes.
La proposición fue tuya
y esto no tiene vuelta atrás.