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RETORNO FINAL


I

Ya estoy aquí, de regreso a mi pueblo, a la tierra que me vio nacer hace medio siglo. Vuelvo exactamente después de treinta años, y sobre todo, vuelvo triunfador. Pero lo malo es que acá casi nada ha cambiado, porque aún reside ese olor a pobredumbre que tanto detestaba. Desde este taxi veo que el lugar continúa con sus árboles descuidados, muchas calles sin asfaltar y la mayoría de las casas de barro se negaron a vestirse de cemento. Por eso me fui. Yo, Florentino Adamis, no nací para ser pobre, me aventuré yéndome a Italia, soñando con hacer mucho dinero para vivir como un rey, y lo logré. Aunque debo admitir que no sólo partí por buscar mejores rumbos, sino también por resentimiento, pues mis padres me botaron de la casa por llegar borracho una madrugada. A palos me echaron sin comprender que lo hice por mi decepción de que Maruja -mi entonces dulce y jovencita Maruja- no me aceptara como su pareja. Y es que mis padres eran de esos radicales creyentes de Dios, (no sé si hasta ahora lo serán), de esos fanáticos que se tiran al suelo y lo golpeaban como locos, gritando no sé qué cosas, y que así nomás no perdonaban algún pecadillo familiar como la tremenda borrachera que me dí entonces. Por suerte, me fue bien por la patria de Da Vinci. Después de trabajar por muchos años en oficios menores, (fui barrendero, estibador, albañil, jardinero, mensajero, electricista, etc) junté dinero y desde hace un lustro poseo una editora de libros en Milán, y pronto abriré una sucursal en Florencia. Esto me ha permitido darme algunas vanidades, como mejorar mi apariencia física, pues pagué a un cirujano plástico para que me enderezara mi fea nariz, exageradamente enconvada, mismo loro, y me levantara las cejas que las tenía demasiada fruncidas. Estoy casi irreconocible, aún más con esta exhuberante barba que tanto le gusta a mis novias italianas. Debo confesar que regreso feliz, pero con una espina enorme clavada en el pecho que espero sacármela en pocas horas. Vaya, al fin el taxista me deja en el hotel. Pero, ¿qué es ésto? Le pedí que me llevara al mejor y miren dónde me deja, en este hotelucho de media estrella. Pensándolo bien, ¿que más se le puede pedir a este pueblo alicaído?, así están las cosas por aquí. Pero bueno, preferí esta noche descansar en un hotel antes de ir a mi casa familiar. En fin, espero que haya agua caliente para darme un buen duchazo, luego leeré un buen libro hasta dormirme y mañana, mañana será el gran día…

II

No había otra alternativa, tuvimos que matarlo. El Creador sabrá perdonarnos, porque lo hicimos por Mamá. Necesitábamos urgentemente dinero para que le operaran de su riñón izquierdo. Ahora ella, que es toda nuestra felicidad, ya está salvada de la muerte. Desde que ví llegar a nuestro hotel a ese hombre tan elegante, sabía que cargaba llena la billetera. Lo atendió mi sobrina. Yo lo ví desde la sala de espera. Cuando fue a su cuarto y pasó por mi lado, ni me vio. Debía de ser de esos hombres que se creen tan importantes que con las justas miran su sombra. La cosa es que nos cayó como del cielo. Me costó persuadir a mi padre y a mis hermanos de mi plan macabro, pero al final se convencieron que no había otra salida. Pero aún me pregunto, ¿de dónde me conocía ese barbudo?, porque dijo mi nombre mientras lo apuñalaba, y la pura verdad, no recuerdo haberlo visto antes. El asunto fue que entramos a su cuarto mientras dormía. Mi padre y mis dos hermanos le sujetaron sus extremidades y yo, tapándole la boca con un trapo, empecé a clavarle el puñal en el pecho. El hombre despertó y al reconocerme, pudo zafarse del trapo para gritar horrorizado: ¡No, Apolinario…! El pobre iba a decir algo más, pero con una certera puñalada en el corazón lo callé para siempre. Luego, discutimos con mis hermanos para determinar qué haríamos con el cadáver. De la media docena de sugerencias que debatimos apresuradamente, prevaleció mi propuesta, era la mejor, porque no dejaríamos huellas que nos comprometieran. Como siempre, yo tomando las grandes decisiones de la familia, como la vez que compramos un terreno para construir este hotel hace diez años, (tan solicitado por enamorados y amantes), el que nos permite vivir con cierta comodidad. Nadie quería agarrar el hacha para empezar a seccionar al barbudo. Como no había tiempo que perder, yo solo lo hice papilla al difunto, aunque no fue fácil por ser mi primera vez y espero sea la última. Entonces, antes que amaneciera, subimos las bolsas negras con los restos sangrantes en mi camioneta y fuimos hacia un río alejado. Los quemamos y, suplicando al Todopoderoso el debido perdón por tan necesario y justificado operativo, arrojamos las cenizas a las aguas tranquilas. Felizmente ya transcurrió un mes, y nada ha pasado. Podemos respirar tranquilos. Nadie a denunciado la desaparición de ese hombre, quien, al parecer, no tendría familia en este mundo… Bueno, hace calor aquí en el hotel, voy a abrir una carta que llegó a nuestra casa que está a un kilómetro. La trajo mi sobrino Pepe. ¿Quién la enviará?... Veamos… viene de Italia, remitida por un tal Marciano…para...

III

Florentino, amigo, pero qué ingrato eres, ¿te olvidaste de mí? Vamos hombre, llámame o escribeme algo, hace un mes que te marchaste y no sé nada de ti. Estoy que te llamo a tu celular y no contestas nunca. Sobre todo, el personal de tu editorial está preocupado por su majestad. Adela, tu secretaria, como sabe de nuestra gran amistad, hace un rato me llamó y me preguntó si yo sabía algún otro teléfono tuyo que tengas allá para comunicarse contigo. Igual, ella está que llama a tu celu y nada. Hasta están pensando que algo malo te ha ocurrido. Dijo que si hasta mañana no saben nada de ti, indagarían a la policía de tu país por tu paradero. Ja,ja,ja, te dan por muerto, hombre. Pero mira cómo te quieren y tú te portas mal con ellos. Ni siquiera les diste la dirección de tu casa por si las moscas. Felizmente me la dejaste y ya se la dí a Adela. Bueno, yo estoy convencido que estás bien y supongo que el motivo de tu “desaparición”, es por lo que estarás divirtiéndote a lo grande con tu familia y tus amigos, quizás viajando por lugares de tu nación que no conocías, sobre todo al famoso Machu Picchu, tal como me dijiste que lo harías. Espero que tus padres hayan soportado la tremenda impresión de verte llegar sin previo aviso. Con un reencuentro así, a cualquiera le puede dar un infarto, hombre. Ya me imagino tus lágrimas de felicidad y las de tus padres, al abrazarse después de tantos años sin verse, ya me lo imagino. Y supongo que les habrás pedido perdón por nunca haberles llamado por teléfono, ni por escribirles una sola carta. Fuiste muy duro, Flore, se te pasó la mano, seguro ellos te creían muerto. Pero me alegro que finalmente tu viejo rencor lo hayas superado, y ahora, que te sacaste la espina, estés reconciliado para siempre con tu linda familia. Tengo una curiosidad, tú que tanto me contabas de tu Maruja, tu dulce y jovencita Maruja, ¿ya la viste? ¿sigue igual de hermosa, a pesar que ya debe de estar más viejita?, ja, ja, ¿está aún soltera como rogabas?, me muero por saberlo. Cuéntamelo pues hombre, quiero al detalle todo lo que te está pasando por allá. Quizás me inspires y haga una novela sobre tu vida, quién sabe. Bien, Florentino, me despido. Comunícate con la gente de tu editorial apenas leas esta misiva, ¿okey? Un abrazo, Flore, llámame o escribeme pronto, por favor…P.D: Aunque no tengo el placer de conocerlos, saluda de mi parte a tus papis Genaro y Manonga, y a tus hermanos… déjame recordar… Franco… Jesús… y si no me falla la memoria, a Apolinario, tu hermano favorito.



Texto agregado el 04-09-2010, y leído por 112 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-09-2010 Una narración excelente. Un gusto leerte.***** susana-del-rosal
 
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