Únicos destellos enigmáticos que enmarcan alegrías, penas, confusiones, impotencias, desvaríos, desasosiegos, miedos, amores, pasiones, entre tantas otras emociones, y aún no comprendemos porque afloran en esos momentos donde el ser alcanza un nivel de incontrolable estallido de sus esencia misma. He allí el lugar donde se concentran las pasiones más íntimas e incomprensibles del ser y para el ser.

Son ellas como un río caudaloso en época de intensas lluvias que al desbordarse pierde su cause para liberar esas dolencias del espíritu y encontrarse con si mismo ¿Cómo pueden lograrlo? ¿Qué magia las envuelve? Sólo Dios lo sabe en vano es buscar la respuesta a ello puesto fue él quien las inventó, quien también las mostró al deceso de su primogénito turbando la inmensidad del imponente firmamento y reposándolas en el regazo de la gran madre.

Sensación indescriptible su presencia, es como sentir que las manos del altísimo se posaran en el rostro para aliviar el alma y en un susurro del viento auscultar que todo ha pasado y es momento de afrontar los vestigios que depara la vida.

Notables pares de sublimes prismas que enternecen al recorrer la faz cuando se encuentra ese amor perdido; y cuan implacables pueden ser que hasta el mas fiero de los seres se rinde ante ellas y desfallece a su caer.

Caprichosamente invaden aún rehusándose, conteniéndose y batallando en su contra, sin saber que sigilosa y sutilmente fluyen del centro de la existencia misma quedando atónitos con su ilógico bálsamo a la esencia de esta.