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Como todas las mañanas, se levantó de su cama, corrió hasta la ventana, y vio el cielo. No tenía nada raro aquel cielo, no era mejor que el de ayer, ni distinto al de mañana, pero el todas los días decía, “el mejor cielo que vi en mi vida”. Y no es que hubiera visto muchos, ya que tenía unos cortos 10 años. Se llamaba Agustín, hijo según él, del Sol y la Luna en un eclipse de pasión. Según el orfanato, de un abandono en un basurero, en alguna parte de la ciudad.

Martín, era otro niño de aquella institución, de apenas 8 años. Este había adoptado a Agustín como hermano mayor, y él, lo tenía, como su protegido hermano menor. Martín y Agustín eran fuego y agua. Siempre que estaban juntos, discutían y peleaban, pero misteriosamente terminaban jugando y riendo juntos. Cuando estaban separados por algún motivo, sólo se escuchaban elogios del uno para el otro; y cuidado con hablar mal del que no estaba, ya que se defendían como hermanos. Bueno, lo eran. Quizá no de sangre, como en la mayoría de los casos, pero la vida los había hecho hermanos.

Por lo general Agustín estaba de muy buen humor, todo el humor que le faltaba a Martín, que andaba casi siempre meditabundo y cabizbajo. Martín tenía, para sus pocos años los pies muy bien plantados en la tierra, mientras Agustín se dejaba volar y soñaba con mil fantasía. El creía en los mundos que su hermano mayor le creaba y Agustín conocía la dureza, que Martín no olvidaba.
Siempre era igual; Agustín comenzaba a imaginarse un mundo nuevo, lleno de alegría y diversión; Se imaginaba... pero allí lo cortaba tajante Martín con alguna cruda verdad. Era así que comenzaban a discutir. Luego de varios minutos en que intercambiaban opiniones, puntos de vista, algunos insultos, y demás, terminaban unificando realidad y sueño, donde vislumbraban un mismo futuro, juntos y felices.
Al rato. Martín decía, sin que lo escuchara su hermano mayor, que él terminaba diciéndole que sí, a sus sueños para dejarlo feliz; y Agustín, comentaba sin que escuchara Martín, que él inventaba aquellas historias para alegrarlo a su hermano, para hacerlo pensar en que podría haber un mañana mejor.

Una mañana que comenzó como tantas otras, resultó ser distinta. Cuando Agustín comenzó a buscar a su protegido, no lo encontró. Lo buscó por los dormitorios, por los baños, en el comedor y el patio, recorrió todas las esquinas que conocía, y en ningún lado estaba Martín. Corriendo fue hasta las señoras que administraban el orfanato, y preguntó por Martín, luego de insistir varias veces, una de ellas, finalmente contestó. Lo habían adoptado.
Primero Agustín sintió tristeza, pero enseguida se dio cuenta que aquello sería lo mejor para Martín. Sería lo mejor para su hermanito. Al fin le habían encontrado una familia. Claro, “no es como tener al día y la noche de padres como tengo yo”, pensaba él, pero al menos, serán papás que lo quieran.

Para Agustín, nada fue igual desde aquella mañana. Tampoco para Martín, se extrañaban mutuamente.
Agustín, si bien seguía imaginado sus mundos de papel, ya no eran lo mismo, terminaba tirándolos abajo él mismo a falta de quien le cuestionara sus sueños. Ya no tenía con quien jugar, ni con quien conversar.
Martín pensaba que si bien estaba mejor, y sus nuevos papás eran muy buenos, el extrañaba a su hermano.

Martín, luego de unos meses de estar en su nueva familia, pidió a sus padres adoptivos, a ver si podían adoptar también a Agustín; pero ellos le explicaron que no era posible adoptarlo también, que no podrían mantener a los dos; pero que cuando lo deseara, podrían ir a visitarlo. Esto llenó de alegría a Martín, quien inmediatamente abrazó a sus padres feliz, porque podría volver a ver a su hermano mayor.

Al otro día, fueron al orfanato a visitar a Agustín. No lo podía creer, cuando lo vio todo su rostro se transformo en una sola sonrisa. Se dieron un largo y profundo abrazo, alguna lágrima asomaba delatando tanta emoción. Uno le contaba al otro, lo que había hecho sin él, y lo mucho que se extrañaban el uno al otro.
Agustín sonrió en un momento, y dijo, “Viste, Viste que mi mundo existe”, Martín lo miró con los ojos llenos de lágrimas, porque los sueños de Agustín se habían cumplido en él, y no en el verdadero autor.

Durante varias semanas Martín fue a visitar a Agustín al orfanato, y se pasaban las horas jugando y riendo. Martín vivía a muy pocas cuadras de allí, y cuando cumplió los 12 años, ya lo dejaron ir solo. Cruzaba la calle, y llegaba a la puerta donde ya lo esperaba Agustín. Por más que habían pasado los años, ellos seguían igual de unidos.
A Agustín ya le permitían esperar fuera de la institución a Martín, este cruzaba la calle, y entraban juntos al patio del orfanato a revivir todos los juegos que solos ellos conocían.

Una mañana, Martín llegaba muy entusiasmado con un regalo para su hermano. Lo vio del otro lado de la calle, esperando. Corrió y cruzó la calle. Agustín lo vio, y vio el auto que iba a dar justo contra él. Corrió, tanto como pudo, se escuchó un frenazo, un empujón , se levantó polvo, las señoras del orfanato gritaron horrorizadas y todo el ruido cesó quedando simplemente un llanto. Era Martín quien lloraba. Agustín había llegado a empujar a su hermano para que no lo atropellara el auto, pero éste en cambio le pegó a él.

Martín fue junto a su hermano y lo observo temeroso. Corría sangre. Agustín lo vio, sonrió y le dijo entre quejidos, “Viste, mis sueños, mis mejores deseos se cumplieron en ti, y soy muy feliz por eso, pero al final tenías razón, a mi nunca me van a adoptar, nunca me llegará aquel futuro”. Martín secó sus lágrimas y le respondió: “estás equivocado, tu siempre tuviste razón. Ahora vas a vivir con tus papás, con el Sol y la Luna. Vas a cumplir tus deseos”... Agustín miró hacia el cielo, luego a Martín y con un dejo de alegría replicó “es verdad hermano, al fin voy a cumplir mi sueño...”

La ambulancia llegó cuando Agustín ya se había muerto y nada pudo hacerse. Pero Martín sabía bien, que su hermano mayor, cumplió su sueño. Siempre había sido así y siempre lo sería... El lo había comprobado. El sabía que el mundo de Agustín existía...

Texto agregado el 06-07-2004, y leído por 180 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-07-2004 es un buen texto, armonioso y entretenido, pero creo que eliminando ciertas frases que son solo distractores, el texto tendria mas peso y mas valor, besitos. lorenap
06-07-2004 he leído el texto, lo encuentro: Fluido. Demasiado extenso. Sugeriría una poda selectiva para lograr el efecto buscado. Un abrazo, danielnavarro
 
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