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Pre-fijo

El señor Daniel ha estado ojeando a esa chica todo el día. Sí, todo el día. La llama: la chica de mis sueños (contando a la baja, ella habría aparecido en sus sueños por lo menos una docena de veces). Es camarera, trabaja en un pub de las afueras y mide 1,54. Tiene poco pecho (tal vez una 85) y un poco de cadera (una 64). Si el señor Daniel tuviera que calificarla mediante una escala, sin duda esa chica ocuparía el puesto…bueno en una escala del 1 a 50 siendo justos, podría ocupar el puesto 25 o el puesto 24, total los cuatros son números primos.

El señor Daniel no sabe cómo se llama la chica a la que mira continuamente, que sólo ve de día porque trabaja de noche. La chica, se dice, le parece interesante, tal vez bonita. Sí, ¿por qué no? Vive en el segundo A, se dice el señor Daniel, y yo en el cuarto B eso no puede ser una mera coincidencia.

Tal vez las coincidencias sólo ocurriesen en las escaleras o en el ascensor o en el soportal, piensa él. Esos lugares sin numerar que el señor Daniel usa con desdén, pues no tiene más remedio que atravesarlos si pretende salir a la calle. Sabemos que el señor Daniel es una buena persona pues si el señor Daniel fuera pedófilo se animaría a hablar un día con ella, porque ella tiene cara de chiquilla aún, de esas que devoran a chorros la nocilla mientras ven Songoku; y si el señor Daniel fuera un sádico se animaría a cortejarla hasta que ella le gritase un par de insultos, o tal vez un trío de insultos, pero en tono moderado. Porque el señor Daniel guarda las formas siempre y en todo momento y no habría excusas para perderlas por un momento álgido.

Hoy ella ha tendido la ropa en la galería bajo la atenta mirada del señor Daniel. Los cuadrados de tela, calculó, tendrían entre ellos un espacio de dos centímetros y medio. El señor Daniel chasqueó la lengua. La chica no era una mujer ahorradora, ni siquiera había medido el espacio entre las prendas. El espacio perdido. Mucho menos se había preocupado por el tiempo. La había visto atender el teléfono un par de veces e interrumpir por esta causa su labor.

Está bien, se dijo recopilando los datos de aquella presa en su mente. Creo que lo tengo todo, se vuelve a decir riéndose. De hoy no escapará, porque hoy es el día 1 del 1 del 2011. Es la 1:00 y ha llegado el momento, el espacio y la hora adecuada para encontrarme con ella de modo accidental.

Un momento, se dijo en el descansillo el hombre. Se llevó la mano a la frente, se le había olvidado por completo. Se maldijo por su mala suerte, sin pararse a pensar que él no creía en supersticiones tales como la suerte, el bien y el mal. Él buscaba una solución y por eso lo calculaba todo. Estaba seguro que la hallaría pero por ahora se daba cuenta de que debía despejar una incógnita.
No sé su número de calzado.

Texto agregado el 21-09-2010, y leído por 136 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-09-2010 Qué malas las obsesiones. Me ha gustado el relato pero el final no me llega a convencer del todo. Egon
23-09-2010 Es distinto,bueno,me gustó escofina
21-09-2010 Buen texto, piensa mucho el señor Daniel. gamalielvega
21-09-2010 ***** susana-del-rosal
21-09-2010 ¿Que parafilia cultiva el Sr. daniel?Buen cuento.***** logarritmo
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