Se esparció en mi como una enfermedad mortal, como un veneno. 
 
En mis pensamientos, mis sueños, mis deseos, mis virtudes, mis tormentos, mis miedos y defectos. En mi ropa y en mi cama. En mis libros, mi música, mi computadora, mi teléfono, mis fotos, los lugares adonde fui, a los que iría y a los que vuelvo siempre. En mis padres, mis hermanas, mis amigos y amigas, mis novias imaginarias. En mis silencios, mis diálogos, mis escritos, mis ideas, mis confesiones y revelaciones. En mi tristeza, mi dolor, mi desesperanza, mi angustia. En mi inacción, mi apatía, mi odio, mi violencia, mi egoísmo. En mi luz y mi oscuridad, mis sombras, mis amaneceres, mis despertares, mis desayunos, mis siestas, mis meriendas. En mi dieta, mi fútbol, mis estudios e investigaciones, en mi trabajo. En mi. 
 
Necesito una pócima, un brebaje, algún antídoto que me salvé la vida. Necesito tener fe en Dios, en el amor, en mi.  |