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24 – Julio – 2003.


La Doctrina y el Libre Albedrío

¿Cuánto puede durar esto?

Ninguna persona actúa porque sí.
Aunque las reacciones ante acontecimientos semejantes, son diferentes, todos estamos gobernados por parámetros preestablecidos, grabados en nuestra mente por la educación y la experiencia, que constituyen una verdadera programación.
Un porcentaje elevado de los humanos, no es consciente de constituir un ser programado.
Podemos comenzar por los animales.
Ellos tienen un software original que viene con cada unidad: el Instinto.
El Instinto es un algoritmo, que el individuo debe seguir al pie de la letra, pues es la herramienta primordial que permite la supervivencia y la prosperidad en el medio superficial.
Toda desviación constituye error, y los errores tienen un precio.
El software apunta a evitar que las criaturas actúen a discreción, instalando una metodología apropiada para lograr la supervivencia y la conservación de la integridad física.
Solamente viviendo y en pleno uso de sus facultades, los seres pueden prosperar.
El Instinto es un programa que viene grabado en los bancos de datos de los genes.
Es la información primordial que le permite al ente, iniciar las funciones vitales, reconocer enemigos ancestrales, y adoptar acciones de defensa y evasión ante el ataque de depredadores.
El ser humano es un animal muy diferente.
Con motivo de haberse apartado tanto de la existencia natural, ha ido perdiendo por atrofia, los datos base del Instinto.
Ya no son necesarios, porque al habitar recintos exclusivos, sus depredadores naturales han desaparecido.
En lugar del Instinto, se le instala un software básico, que apenas le alcanza para su desempeño en sociedad.
El aumento de las poblaciones planetarias, modifica continuamente las características del programa, acortando prestaciones, achicando, frenando, bloqueando y modificando las reglas de continuo. El individuo afronta, cuando comienza a razonar, una encrucijada que marcará su futuro.
Debe elegir entre no innovar, lo que implica un regreso a la Caverna, o reconocer que el Instinto no le sirve para nada, adoptando la improvisación y el auto adoctrinamiento como metodología.
Esta elección es en última instancia, una opción entre el estancamiento y un intento de abordar la prosperidad.
Generalmente la opción es automática, pues significa la elección entre prosperar o perecer.
Para prosperar en estas sociedades modernas, hay que abandonar la mochila del Instinto, y tomar el maletín del Contrato Social.
Este contiene el bagaje de conocimientos básicos que le permiten al individuo desempeñarse e interactuar en el teatro social.
Es como un manual elemental para iniciados.
Sólo pautas y consejos para enfrentar situaciones simples, con pocos actores en escena.
Así equipado, se puede iniciar la vida en sociedad.
Estos conocimientos son adquiridos en el medio familiar, y ampliados en escuelas y colegios.
Años de descubrimiento, asombro y estupor, donde el Ser llega a la conclusión final de que su cuerpo es cohabitado por dos elementos diferentes: el Animal y la Bestia.
Aunque siempre se le dijo que pertenecía a la Especie Humana, seguramente nadie le habló de la Virtud como atributo primordial.
Lo que sí le dijeron es que eran Seres inteligentes y racionales, (cuando les conviene), aunque no le avisaron que pueden llegar a comportarse como fieras salvajes cuando les tocan sus intereses.
Le mintieron cuando le enseñaron que con la Verdad y la Honestidad, las personas pueden llegar muy lejos, ya que mentirosos y ladrones son quienes mandan en el mundo.
Aunque Padres, Maestros y Profesores, adornan sus diálogos y oratoria con palabras como Moral, Ética, Principios morales y Códigos de ética, no es posible obtener bibliografía referente a dichos principios y códigos, y jamás son citados por políticos y gobernantes.
En suma, el individuo social, al iniciar acciones y comportamientos, debe manejarse en base a supuestos y presunciones sacados de su propia conciencia.
La sociedad es una selva, plagada de trampas especialmente diseñadas para incautos e inocentes.
Los que recién salen al ruedo, caen en algunas por curiosidad y en otras por distracción.
El Libre Albedrío es una Gracia tan poderosa como peligrosa.
Los comportamientos sociales quedan librados a nuestro criterio, aunque no estemos capacitados para discernir entre la honestidad y la fechoría.
Máxime cuando somos inducidos por personas que no conocemos cabalmente.
Las trampas en algunos casos constituyen pruebas, y en otros verdaderos golpes que pueden traumatizar o aprisionar a la persona de por vida.
Por eso la experiencia sacada de la práctica, es muy dura, y transforma a muchos seres sin teoría, en verdaderos mercenarios sociales y potenciales delincuentes.
El cultivo de la mente, abre ventanas opcionales a un reconocimiento o vislumbramiento de la existencia o probable existencia de un nivel trascendente, más importante que nuestro efímero tránsito terreno.
Cuando la existencia de los animales en el medio agreste, ya sea por razones climáticas, de competencia, escasez de alimentos, se torna adversa o dramática, estos hacen lo único que pueden: continuar viviendo hasta perecer.
El humano racional se revela y culpa a la Divinidad por su suerte, asignándole las responsabilidades de los depredadores causantes de esta situación.
En la mayoría de los casos, hilando fino, llegaríamos a la conclusión de que el verdadero culpable de su situación, es el mismísimo infeliz, por no prepararse para la vida, no haber aprovechado las oportunidades propicias, o no saber elegir a sus líderes, entre otras causas.
La Divinidad no ayuda a incautos, necios, hipócritas y tozudos.
Peor suerte les aguarda a negadores y burladores del Creador.
Es difícil planificar el camino social que se va a seguir.
Éste se va delineando de acuerdo a la oferta y la demanda, condiciones propicias, oportunismo, golpes de suerte, y casi siempre empleando artimañas, engaños, mentiras, ocultamientos y golpes bajos.
El Libre Albedrío bien empleado, puede ser el arma más eficaz para enfrentar los peligros sociales.
Si arrancamos con la idea de que en la Sociedad no hay trampas ni riesgos, el camino será corto, hasta quedar empantanado y sin posibilidades de prosperar.
El anciano que mira hacia atrás, analizando el camino recorrido, seguramente encontrará muchos malos pasos, errores, desvíos y pérdida de oportunidades por desconocimiento, falta de experiencia o visión de futuro, que podrían haber cambiado el curso de su vida.
Pero en la vida no hay marcha atrás, y lo hecho, hecho está.
Tampoco hay posibilidades de corregir, porque los hechos cambian el curso de los acontecimientos humanos encadenados.
Todos vivimos consecuencialmente.
Nadie piensa que estamos viviendo las consecuencias de nuestros actos pretéritos, y que nuestra actuación de hoy, nos traerá consecuencias que afectarán nuestras acciones futuras.
Ni la Doctrina ni el Instinto obran en la Improvisación, y el Ser Humano es el Animal improvisador por excelencia.
La poderosa unidad humana impone respeto a los integrantes de todos los reinos.
Porque a pesar de ser el más desvalido, se las ingenia para someter o hacer sucumbir, a los mayores representantes de la biosfera planetaria.
Algo así como Ángeles en la Tierra, desobedientes, sin reconocer una Autoridad Superior, actuando en forma discrecional y displicente.
Si a estas alturas, con más de seis mil años de historia conocida en el planeta, el humano racional no ha comprendido su misión existencial, es porque directamente no le interesa el tema.
Es evidente que ya no la cumplirá, por lo que la Criatura está defraudando a su Creador.
El que fue creado con la misión de administrar los recursos planetarios, cuidando y ayudando a las criaturas de todos los reinos, terminó adueñándose de los escenarios naturales, y eliminando amplios ecosistemas planetarios, en sucesivas modificaciones y destrucciones de los teatros originales.
La Criatura sigue existiendo, sin cumplir su contrato primordial, por lo que su presencia a nivel superficial ha quedado sin justificación, huelga, y su desempeño constituye fechoría
El sabiondo ser humano, marcha por los dominios del Señor, son collar, sin cadena, y ya sin autorización.
¿Cuánto puede durar esto?.

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Texto agregado el 19-10-2010, y leído por 62 visitantes. (0 votos)


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