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Media noche. La calle vacía estaba iluminada tenuemente por la luz de la luna llena que colgaba silenciosa en el negro cielo sin estrellas; el aire corría frío y solo el sonido de mis pasos rompía el lúgubre silencio nocturno. Nadie salió a mi encuentro, tal vez presentían mi naturaleza y decidieron esconderse; mejor para ellos, mejor para mi. Con rapidez cruce calles y callejones, esta noche mi presa no era el malvado, mi cacería no se llevaría a cabo en aquel callejón citadino, esta noche era “especial”.

A decir verdad aborrecía cambiar mi rutina pero… ¡ella me había rogado tanto! Además las palabras que me había dicho me habían intrigado demasiado. Así que decidí ceder a sus deseos. Me vestí mas formal que de costumbre, abandone mi territorio y me dirigí al suyo.

Tras un par de minutos de vagar por la desolada ciudad llegue a mi destino; frente a mi se alzaba luminoso y lleno de vida “le musique des vampires”, devorando el silencio nocturno con el amortiguado estruendo que escapaba de sus muros; Su marquesina neón parpadeante me envolvió con su suave resplandor rojizo y bajo su manto de obscena luz un nutrido grupo de jóvenes rogaba por entrar al edificio de concreto.

Gracioso, pensé mientras me acercaba al gentío. Todas estas almas pedían a gritos que las dejaran entrar a un lugar que bien podría ser su tumba; el club de moda de la ciudad, el lugar número uno de caza de la ciudad, que ironía; el dueño del lugar debía adorar el humor negro.

Conforme me acerque a la multitud, todos volvieron sus miradas hacia mi, era inevitable, parte de mi condición. Sin embargo esto me permitió deleitarme la mirada con aquellos cuerpos jóvenes bañados de rojiza luz. Las chicas esbeltas, sutiles, sensuales, de largos cabellos perfumados y de rostros maquillados para resaltar sus encantos naturales; sus voluptuosos atributos se veían remarcados por ajustados vestidos y pronunciados escotes. Los hombres, altos y de cuerpos esculpidos por el ejercicio, enfundados en brillantes camisas y entubados pantalones que remarcaban su masculinidad.

Todos y cada uno de ellos resultaban un manjar a mis sentidos. Cerré los ojos, no pude evitar llenarme de sus esencias, sus aromas, sus emociones, sus deseos; toda esa turba ansiosa me resultaba un festín sensorial demasiado tentador, demasiado deseable, demasiado erótico; estaba hambriento. Sin embargo no tuve más remedio que contener mis deseos ya que mi verdadero objetivo se encontraba dentro de aquel lugar.

Abrí de nuevo mis ojos, sus miradas seguían sobre mi, suspicaces, dudosas, encantadas. Una vez mas el resplandor rojizo baño la multitud de rostros, bendiciéndoles, advirtiéndoles: ¡Peligro! ¡Muerte!, Por supuesto nadie se daba cuenta. Me pregunte cuantos de ellos morirían esa noche.

Continué avanzando, nadie se interpuso, la única figura que intento cerrarme el paso fue el simiesco guardia que cuidaba la entrada; basto un mínimo esfuerzo de voluntad para lograr que me cediera el paso como si de un rey se tratase, era demasiado simple.

Con solo dar un paso dentro mis sentidos se vieron embotados por aquella orgía de sensaciones: los olores, la música, la visión, e incluso el sofocante calor se unieron para darme un momento glorioso. Tras refrenar mis ansias por aquel festín me dedique a observar el lugar con más calma. Aquí y allí se veían chicos como los de la entrada, bailando frenética y sensualmente siguiendo aquel primitivo y pulsante ritmo de tambores tribales modernizado con matices electrónicos y al cual ellos definen como “música moderna”. El ambiente estaba caldeado de sus efluvios, sus feromonas, el sabor de su carne salada, su sudor, su sangre.

Paladee su sabor, ansiaba devorar a todos y cada uno de ellos, mi autocontrol flaqueo una vez mas, y por un segundo casi cometo una locura. Pero fue entonces cuando sentí su presencia, ofuscado barrí el lugar con mi mirada. En una de las esquinas del lugar una pequeña muchedumbre llamo mi atención; varios chicos se exhibían como pavorreales dejando que el frenético ritmo guiara sus pasos y movimientos llevándolos al paroxismo, intentando llamar la atención de alguien, pero ¿de quién? Tras mirar al centro del apretado grupo encontré la respuesta a mi pregunta.

Allí en medio de la muchedumbre estaba ella, brillando como un diamante oscuro en medio del carbón, mi ángel de la noche, mariposa nocturna, oscura cazadora, bella depredadora: Lissette, bailando con soltura y sensualidad; haciendo gala de su belleza, de su desbordante lascivia. Cada movimiento de su grácil cuerpo estaba encaminado en provocar un éxtasis puro en todo aquel que la observara. Ni si quiera tenía que usar su don oscuro para atraer a la gente, bastaba su natural sensualidad para tener el mundo entero a sus pies.

Con un rápido movimiento giro en redondo, dejando que su negro y largo cabello adornara sus movimientos como si de una oscura y tangible aura se tratase; abrió sus ojos, esas dos amatistas brillantes, pozos de purpúreo deseo donde las almas se pierden logrando que los chicos que la miraban quedasen boquiabiertos.

Sin embargo su sensual danza ocultaba una intención mas terrible, los estaba eligiendo, mientras se movía eróticamente al ritmo de la música estaba seleccionando al que sería su presa, nuestra presa. Giro tras giro, paso tras paso calificaba las cualidades físicas de cada uno de sus admiradores. Casi podía escuchar lo que pensaba: “Demasiado viejo, demasiado femenino, demasiado pesado” Uno a uno elimino las opciones hasta que al fin lo encontró.

El chico se hallaba casi escondido por la multitud, sin duda era la presa ideal; mediría 1.80, blanco, con rostro inocente y encrespado cabello castaño; sus ojos eran de un azul intenso, brillante; llevaba las mangas recogidas de una manera informal; en su muñeca derecha un brazalete de piel con incrustaciones de hueso; su ropa casual y ligeramente holgada ocultaba un cuerpo proporcionado y atlético; Su camisa con los botones superiores abiertos mostraba su piel blanca y suave, adornada por una oscura mata de vello que acentuaba su masculinidad. Era simplemente perfecto, un chico de inocencia notable y masculinidad exuberante en perfecta armonía.

Lissette se acerco a el bailando lenta y sensualmente; el chico se mostro nervioso ante la atención de aquella belleza; mientras los demás lo miraban envidiosos. Sin decir una palabra Lissette rodeo al chido, prodigándole sus atenciones y mostrándole sus encantos, el por supuesto no se resistió y se entrego al candente ritmo que la mujer le marcaba.

Al ver que su oportunidad se esfumaba los demás hombres se retiraron decepcionados, tontos, habían salvado la vida y no se habían dado cuenta.

La música se volvió mas frenética al igual que el baile de Lissette con nuestra pequeña víctima. Mi hermosa cazadora puso todo su empeño en hacer de cada movimiento, de cada caricia, un dechado de sensualidad, erotizando al muchacho, guiándolo paso a paso a una trampa de la que probablemente no saldría vivo.

Sin dejar de bailar Lissette llevo sus brazos alrededor del cuello del chico y con un movimiento lleno de soltura sus labios hicieron lo mismo acariciando su piel a la altura del cuello. ¡Ah! El primer mordisco, inofensivo, pero absolutamente embriagador. El no pareció darse cuenta de nada, para el fue un intenso beso que lo mando al éxtasis, el muy inocente se dejo llevar y permitió que Lissette lo siguiera besando, lentamente acerco sus labios a los de él y el correspondió el beso, al cabo de un segundo su cuerpo se estremeció de placer.

¡Ah Lissette, Pequeña tramposa! Le había dado una pequeña probada de su sangre. La sangre de nuestra especie tiene un efecto afrodisiaco en los mortales, ese pequeño truco es excelente para doblegar a una víctima reticente, pero usarlo con una que ya está a tus pies… eso es crueldad, Lissette estaba jugando con el.

Ella fue la que termino el beso con fingido pero convincente pudor, el tardo en abrir los ojos, su éxtasis aun acicateaba su cuerpo, pero cuando lo hizo la miro, sonrió embobado e intento besarla de nuevo; ella juguetona, esquivo el beso y al hacerlo reanudo el baile

Mientras Lissette jugaba al gato y al ratón con nuestra victima me dirigió una mirada traviesa. Ella había notado mi presencia también, sabía que estaba ahí y había montado todo ese espectáculo para mi… oscura embustera, por eso la adoraba, había convertido mi eterno tedio en una función de teatro para monstruos, “solo algo así nos salva de la eternidad” solía decirme.

Ya no había necesidad de fingir, era mi turno de entrar a escena. Rápida y silenciosamente me acerque. Lissette, sonriente se separo del chico dejando una de sus manos en su pecho sobre su corazón en una sutil caricia; mientras que extendiendo el otro brazo acaricio mi rostro para después besarme en los labios.

Fue exquisito, su tibia lengua se introdujo en mi boca obsequiándome el sabor de su saliva, su sangre y la sangre del chico; en ese sabor oscuro venia mezclado todo su pasado, sus deseos, su nombre.

El chico, confuso y molesto por la falta de atención de Lissette. Dio media vuelta e intento irse. Mi mano, mas ágil y rápida que el, lo tomo por el brazo deteniéndolo.

-No te vayas Daniel, queremos que te quedes con nosotros.

Daniel me miro confundido con sus azules ojos, no lo deje replicar; me acerque a el y lo bese, sus labios de seda no se resistieron, mi lengua penetro su boca en una intima caricia que lo desarmo. Imitando a Lissette, me mordí la lengua y le di a probar mi sangre, el chico se estremeció entre mis brazos y se rindió ante mi, incluso creo que tuvo un orgasmo.

Con agilidad mis manos desabotonaron su camisa, acaricie su torso desnudo, caliente, sudoroso, húmedo; palpe su suave vello, arañe su tersa piel, delinee sus músculos con mis dedos, era hermoso.

Acerque mis labios a su cuello y también bebí un pequeño sorbo de su sangre; era un manjar exquisito: dulce, inocente, masculino, único. ¡Deseaba devorarlo, hacerlo mío de mil formas, beber su sangre, abusar de su cuerpo, deseaba meterlo en mi, devorar su alma!

Fue entonces que las palabras de Lissette cobraron sentido, las mismas palabras que me habían hecho ir allí esa noche, las mismas palabras que me había susurrado al oído mientras yacíamos en mi cama noches atrás “¿Sabías que químicamente, el semen y la sangre están compuestos de la misma manera?”

Lissette, aquella trasgresora revolucionaria, había encontrado la manera de prolongar el placer que obtenemos de nuestras victimas y me lo había obsequiado sin tapujos, como antes había hecho con su sangre, su cuerpo y su alma.

Daniel se separo de mi a regañadientes, estaba arrobado, el cuerpo le temblaba de placer; no entendía lo que pasaba, pero deseaba mas, haría lo que fuera por que Lissete le diera mas, por que yo le diera mas. ¡Maldita sea! ¡Ambos!, lo deseaba tanto, no importaba que su vida estuviera en juego. Lissette y yo percibimos ese deseo en la azul poza de sus ojos, no se lo negaríamos, la presa había caído en la trampa.

Lissette se acerco a el una vez mas y lo beso en el cuello sin beber de el; imitándome exploro su cuerpo y el hizo otro tanto con ella. Me uní a su juego besándolo en la boca, Daniel también me prodigo sus caricias y lo que hayo le agrado. Notamos que un prominente bulto se formo en la entrepierna de nuestro amigo, su prodigioso miembro se lleno de sangre, sus testículos de semen; su cuerpo entero fue invadido por el deseo, era el momento ya no había marcha atrás. Cada uno lo tomo de una mano y lo guiamos fuera del club, el nos siguió como un borrego que va al matadero.

Iríamos a algún hotel de paso, saciaríamos nuestras pasiones en el para después saciar nuestra sed; tal vez mañana encontrarían su cuerpo, seco de sangre, seco de semen, abusado, complacido, vacio. Tal vez, si tenía suerte y lograba entretenernos viviría, incluso podría que se convirtiera en uno de los nuestros… todo era posible

Y mientras caminábamos por la solitaria calle acompañados de Daniel, mire al cielo y vi las posibilidades infinitas en las estrellas… nunca fue tan cierto para alguien con toda la eternidad por delante.

Texto agregado el 01-11-2010, y leído por 149 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-11-2010 No suelo ser muy efusivo ni vehemente al comentar un escrito, a no ser que éste golpee y salte las barreras de mi asombro. Este cuento tuyo, tan bien narrado, tan elegantemente tramado es uno de esos. Felicitaciones. Aplausos y luces: las de las marquesinas. ZEPOL
 
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