Enmarañados como hiedra se adentran los mil pasillos.
Son del color del miedo, de la sangre, del olvido.

La luna observa en calma, ciclope caprichoso
que alimenta corazones. El condenado aguarda grotesco,
despreciado, temido. Una profecia le asegura libertad escarlata.
No lo sabe aun, pero algo le avisa en su corazon de hombre:
esta noche llega el destino con un hierro en la diestra y una promesa
en su alma de principe desterrado.

Sin poder articularlo, ya sabe que la muerte no es otro cúmulo de puertas
que van a ningun lado, que van al mismo sitio.

Libertad: ambos la vieron al mismo tiempo
en sus ojos de heroe asustado y de bestia.

El hierro hablo su idioma letal y el monstruo vio la mueca de la luna
antes de que su craneo rodara por el suelo anochecido.

Y Teseo, aun con miedo, solto un suspiro de alivio.