| Vive para él, le canta canciones al atardecer cuando la luz del sol se está apagando y nadie los mira; cuando el color del cielo se torna naranja, ella sabe que es su favorito.Inventa sonetos y rimas para hacerle feliz, para  observar su preciosa sonrisa que él llama sonrisa chueca, pues dentro de poco un diente de leche caerá.
 Hoy estuvo jugando todo el día. Estaba sucio y cansado y ha llorado cuando se le ordenó ir a la ducha, pero parece que ya lo olvidó. Salta y se acurruca entre sábanas gastadas  y como cada noche en esta olvidada morada pide a su madre con voz risueña:
 _Cuéntame un cuento antes de dormir.
 Ella sonríe y desobedece su petición; pues en vez de hablar le empieza a canturrear bajito, pensando que relato podría ser esta vez.
 Entonces recuerda, como entre nebuloso y lejano, una historia olvidada hace ya mucho, vivida por quién sabe que azar del destino...
 
 Te contaré el cuento de la niña
 que renunció a soñar
 mas no era niña, era una esencia
 como volátil espíritu
 que traspasaba los seres
 buscando sonrisas.
 
 Un día, su brillo apagó
 de no poder ver, más allá de estrellas
 ilusiones, canciones
 burbujeantes que salen
 de las almas.
 
 ¿Y dónde quedaron sus colores tan bellos?
 ¿Y dónde quedó su sonrisa de cielo?
 
 Su risa como tintineo alegre
 fue perdida en el eco
 de pasiones derruidas.
 
 Mira el ánfora, yace a tu lado
 ¿La ves, mi niño amado?
 No la toques, no la quiebres
 que su valía proviene
 del ánima que permanece
 en su interior.
 
 Es su secreto guardado
 son sus hermosos recuerdos
 cuando su alma era reflejo
 de luz de luna en agua clara
 y no era un espíritu invisible,
 intangible.
 
 Cuenta la leyenda
 que nació en el aire turbio,
 el aire amargo de la guerra
 que pesa, que hiere
 ¿Quién busca una sonrisa
 en rostros de dolor?
 
 Huyó, mas no encontró lo que buscaba
 en su escape solo estuvo ineludible
 el sordo clamor que ansiaba paz.
 
 Y entonces como era
 espíritu de alegría
 se dio, por entera
 para dar felicidad.
 Cayeron como gotas
 de hielo que sucumbe
 sus cantos, ilusiones,
 su forma de pensar.
 Su risa, sus colores
 su capacidad de soñar.
 
 Y fue naciendo en la gente triste
 la esperanza.
 Y en corazones de piedra,
 el amor y el perdón.
 
 Antes de que se fuera
 la última gota de su ser,
 su último sentimiento
 dijo adiós
 y su mano rozando paso
 el ánfora
 dejando con su último beso
 a la niñita que observó
 un regalo.
 
 _ De eso hace ya muchos años, la guerra terminó, naciste tú y yo lo había olvidado.
 _ ¿No lo viste? Mami, ¿Lo podemos ver?
 
 La leyenda del espíritu que buscaba sonrisas era conocida en el pueblo, paso de boca en boca, pues los relatos de espíritus, de alguna manera llegan a los hombres.
 Así llegó hasta ella, sin embargo ahora que era mujer lo había olvidado. No supo aquel día que era dueña de un tesoro pues, en su inocencia, solo corrió hacia su casa con su ánfora en sus manos y sus ojos llenos de ilusión. La recibieron con regaños pues ya casi oscurecía. Le dijeron que su hermano había muerto luchando. Le dijeron que la batalla era dura y fuera fuerte. Le pidieron que saliera a trabajar. El tiempo pasó y el polvo fue ocultando las margaritas dibujadas en el mágico jarrón, mas no fue capaz de borrar sus bendiciones.
 Hasta esa noche, contando un cuento, ella enlazó por la leyenda quién fue el espíritu de luz iridiscente, quien poco a poco desaparecía, que le lanzó un beso.
 Madre e hijo con el corazón expectante, tomaron la urna en sus manos y la abrieron. La pequeña habitación refulgió por un instante, eterno en sus memorias, y un calor que provenía de lo más profundo de su alma, los invadió y reconfortó.
 No fueron ricos, ni se libraron de ninguna de las adversidades que el camino les trajo, gracias a eso. Pero permaneció en su interior inalterable su alegría de vivir, sus sonrisas curaban tristezas y sus manos sabían dar amor.
 Cuando ocurrió aquel resplandor, colmando de bendiciones aquel pequeño hogar, el Padre Eterno sonrió complacido y a su lado brincó dichosa el alma alegre, pues su último regalo en la Tierra, lo último de ella se entregó y se agradeció.
 Y en ese momento Dios creó gozoso otra alma buena, otra que buscara sonrisas, para que poco a poco llenara de optimismo los senderos de aquellos quienes lo buscaran y vivieran dando, como el hada, su vida por amor.
 
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