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Inicio / Cuenteros Locales / soloman / Dime, ¿vas a hacérmelo?

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Siempre caminaba con gran alevosía, vestido negro corbata roja, zapatos de charol, peinado de medio lado (al estilo Gardel, con mucha gomina), ya era viejo, lo suficiente como para tener canas y mañas, siempre salía de casa llevando consigo dos cosas: un paraguas y un ceño fruncido, yo siempre creí que le faltaba sexo, (el sexo siempre lo mejora todo), siempre salía los domingos a misa de 11, luego iba a al supermercado a comprar lo necesario para la semana, y siempre estaba yo hay para ayudarle a llevar las bolsas a su casa, vivía en la afueras, y siempre las malditas bolsas estaban pesadas,(no valía el esfuerzo para lo que me daba, espero que ese dinero que se guarda lo gastara en algún chochal), y siempre lo hacía de la misma manera.
Nunca lo vi salir de su casa entre semana, (rezaba para que se no le pasara nada a su casa, estoy seguro que si se incendiaba o algo por el estilo y se moriría adentro, ¡SIN HABER IDO AL CHOCHAL!), nunca me atreví a decirle más que “buenos días” y “gracias”, había veces que me respondía y otras que no, (supongo que había días en que estaba de menos mal humor), nunca llegue a sentir más que miedo cuando estaba a su lado,(la gente así de rara es peligrosa, o por lo menos eso dicen las películas), nunca fue al banco, o a la notaria, o a la oficina de transito, o a la alcaldía, o a la biblioteca, o la droguería, o la peluquería, o la panadería, o al hospital, o al chochal (supongo que su casa debía ser un gran palacio, o era un cuerpo glorioso, yo creo que era más bien la segunda, [o porque razón nunca iba al chochal?]).
Un domingo de ramos, caminábamos a su casa, (por supuesto yo cargaba las bolsas), el pueblo estaba a reventar, toda la gente venía de las veredas a celebrar la llegada de nuestro salvador a Jerusalén, (y de paso a tomar guarapo hasta que no hubiera plata o ganas), se enredo en un campesino medio borracho y los dos cayeron al suelo, (yo estaba petrificado, no sabía cuál iba a ser su reacción), se levanto, se limpio el traje, y me dijo: -Muchacho, vamos a burlarnos de la miseria-, yo deje las bolsas tiradas, me dijo que lo siguiera, fuimos a la casa, yo espere afuera, salió con una bolsa, me la dio, caminamos hasta la plaza, llegamos a donde un lustra botas, él le pregunto si ya había almorzado, el lustrabotas dijo que no, así que metió la mano en la bolsa y saco un álbum de Jimmy Hendrix, “electric layland”, se lo dijo y le dijo que eso era alimento para el alma, seguimos caminado, seguimos avanzando, encontró a una niña que vendía churros le pregunto que a cómo eran, ella dijo que cada churro valía 700 pesos, él dijo que no podía comer azúcar, ya que era diabético, saco un libro de la bolsa, “Nadja”, se lo dio y le dijo que lo disfrutara, la niña lo miraba como diciendo “y este man que?”, el siguió avanzando y yo detrás con la bolsa, tropezamos con un drogadicto que le pidió limosna, el metió la mano en la bolsa, y saco una película, “sexo y asco en la vegas”, se la dio y le dijo que hay iba entender muchas, y antes de que el drogadicto pudiera reaccionar, seguimos caminado por el pueblo, llegamos, a la cárcel, me dijo que esperara afuera, entro, hablo con el guardia, estaba tratando de convencerlo de algo, por lo que pude leer en los labios, al final el guardia cedió, él me llamo, entramos al cuarto de visitas, llego calvo con cara de malo, le pregunto con acento paisa, ¿usted quién es?, él le dijo que no importaba que lo importante era que leyera este libro, y le entrego crimen y castigo, el matón le pregunto que quien era, pero él, solo se paro y se fue, yo lo seguí.
Era la primera vez en toda la vida que lo había visto feliz, o por lo menos alegre, de verdad disfrutaba regalando cosas a la gente, era un alma muy caritativa, ese tropiezo lo había cambiado en realidad, yo pensé que iba a matar al campesino que lo había hecho caer, pero ni lo voltio a mirar, en realidad estaba contento, caminaba con mucho afán, se detenía en cada esquina a mirar, alzaba la cabeza, aparentemente analizaba las opciones y decidía por cual camino ir, así anduvimos toda la tarde regalando libros, poesía, películas, fotografías, música. En realidad él era un alma muy caritativa, en verdad lo era.
De tanto dar vueltas terminamos en el hospital para niños huérfanos quemados, “Diomedes Dionisio Díaz Maestre”, él hablo con la madre superiora, ella lo dejo entrar a la sala de quemaduras de tercer grado, él se paro en un banquillo y dijo lo siguiente: -Buenos días, niños hoy vengo a distraer su realidad, hoy vengo con ánimos de que a ustedes les den ánimos, queridos niños, sé que han pasado por grandes dificultades, pero hoy las vamos a olvidar por un ratico-, en ese momento entro la madre superiora con un equipo de sonido, él bajo del banquillo y saco de la bolsa un disco que decía: “Mile Davis”, lo puso a sonar y dijo: - No hay necesidad de agradecerme lo hago con mucho cariño-, y antes de alguien colocaran cara de mico con violín, salió del hospital, yo por supuesto detrás de él.
Nos devolvíamos para la plaza, y encontramos una familia de desplazados, unos indígenas, niños pequeños, sucios, con hambre, lo usual, él se quedo un momento mirándolos, imagino que estaba pensando en su gran misericordia, en que regalo podía darles, cuando al fin se decidió, metió la mano en la bolsa y saco un libro que decía: “El lobo estepario”, me miro y me dijo: -esto es perfecto para esa gente, realmente es lo que más necesitan en este momento-, le estrego el libro al que parecía ser el papa, él le tomo la mano, lo miro a los ojos y dijo: -de nada-.
Ya se habían vaciado la bolsa así que entramos a una tienda rara, una especie de autoservicio, él tomo un carro y empezó a echar cosas, cuando termino de hacer las compras, hecho todo a la bolsa y dijo que teníamos que ir a la parte sur de la cuidad, (la maldita bolsa estaba muy pesada), luego de caminar un buen rato llegamos, él tenía cara de ponqué , fuimos al salón comunal, en el cual estaban haciendo un reunión, él pidió una mesa y la coloco a la salida, cuando acabo la reunión, empezó a gritar: -Soy un alma caritativa, por favor todos aquellos que quieran, vengan aquí-, se formo una fila larga, y empezamos a repartir, cuando yo empecé a sacar de la bolsa cosas frascos que decían cosas como: “pate de hígado de pollo”, “queso mozzarella”, “agua mineral de los Alpes suizos” , la gente muy agradecida, le daba la mano, lo bendecían, le ofrecían oraciones y cosas por el estilo, él simplemente decía que estaba allí para ayudar al prójimo, cuando se acabo la comida, nos devolvimos.
Ya empezaba a oscurecerse, la plaza estaba llena de borrachos y borrachas, atravesamos la plaza y llegamos a la casa de él, en la puerta se voltio y me dijo: -querido ignorante del dulce néctar del conocimiento, espero que este paseo allá sido algo más que una pérdida de tiempo para ti, lo que quiero decir es, ¿aprendiste la lección?

Texto agregado el 13-01-2011, y leído por 147 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-09-2011 buenas ideas pero un texto pesimo lugers
 
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