Antes de huir de aquella escena propia de una película de muy bajo costo. Respiré pausado y di pasos cansinos alrededor de la misma, ella se encontraba justo ahí, todo a mí alrededor. Como miles de personas, o muy pocas, pero miles al fin.

El otoño desparramado en el suelo seguía en su habitual ruina; pienso que vengándose de mí, era evidente mi paranoia. Digo ¨ vengándose ¨ al observar que una brisa, las hojas secas y las que no tanto, descubrían un cuchillo o pedazo de metal oxidado y algunas gotas de sangre.

Me cuesta admitir mi obra.

Ahora estoy sentado sobre una montaña azul, y ya no me río de nada. Me pregunto mil veces si fui feliz o cómo es que crece la gente, a qué llaman madurez. Esto es madurez, la obra consumada y luego el fin, el silencio. De que sirve el fuego si no es para quemar. El filo y todas las metáforas posibles. El día posterior a que aquellos hombres fueran a matarme no hice más que salir a caminar por Palermo.

He deambulado quemado vivo por la ciudad, durante siglos viví en un camarín donde reconocí a todos y me olvidé de quien, en realidad, soy. Inconcientemente atravesamos un orden que jamás entendemos del todo. Simplemente lo atravesamos.

Si de algo estaba seguro es que no permitiría que me asustaran la prepotencia ni mucho menos el pasado.

Los encontré.