Resulta que estoy intentando escribir una obra de teatro, y hace ya varios cuentos, que luego oficinarán de piezas de un rompecabezas, espero que formidable, que doy vueltas sobre el mismo tema, sobre distintos personajes que hablan ofreciendo un discurso de bienvenida a sus hermanos.
En ésta oportunidad lo hace, con especial énfasis, unos de los hijos de Alvarado, pero dirigiendo el discurso a sus parientes directos, que ahora están presentes en una cena de conmemoración, y atentamente lo escuchan por ser un magnífico artista, como divagar bajo los efectos de la cerveza, pero previo a ofrecer un recital del genero poesía. Pero todo ello, como improvizando, referido a una situación específica, donde uno de los muchachos no desea manducar pues se encuentra a dieta.
-Come miserable, te quejas de la comida que hiso tu madre, de tanto tener amigos con los que juras perjurio, deberías morir de hambre, o por el contrario que la sed te haga caer venida de un aluvión. Te encuentras afectado al saberte una margarita, cuando siempre pensaste que mejor es ser fuerza maldita. Entonces te escondodes bajo la sombra de una planta que está tan frondosa que resulta una locura, y de hablar por hablar con la lengua suelta por el alcohol y la inocencia bendita.
Pero te cuento que, no existe sabor más amargo que la rica mierda, ni trago más horrendo, que ver morir a tu descendencia bajo las garras de lo permitido por el demonio.
Aunque sin embargo fuiste culpable por la inocencia que se terminó acomodando en la cucha del comisario.
Se que el amor es el dibujo perfecto para adornar los ojos de sana existencia, y que rezarle al cielo es en definitiva arrojarse de lleno en la barranca con carro hecho de miles de ruedas de acero. Pero como te anticipaba, cuando estábamos frescos, eres una flor que se marchita, a paso tan lento que le gana a lo antiguo y lo viejo queda fuera de concurso.
Ay, es ver llegar la marea de problemas, como para quedar presa del tiempo dominante, que nos hará latir los valiosos sentimientos al compás del invierno y la programada compañía, tan solo por una yapa, junto con el poder de la justicia de la razón y la crítica; arrojándote, a ti por porfiado y todos nosotros por mezquinos, al rio más tibio y profundo, para así nadar con la mente del vecino en vez de la nuestra propia, cual pasta rellena de mejillones al centro más salsa de camarones sin pelar.