Imagínese una ciudad.

Visualice las manzanas, los edificios, las calles… Camine por la avenida principal… ¿Ve los comercios? Imagínelos…

Imagínelos uno al lado del otro. Camine observando las vidrieras. Visualice en la vereda de enfrente un gran bazar. Cruce. Pare frente al local y visualice los productos exhibidos. ¿Los ve? ¿Son lindos? Entre al comercio.

Una vez dentro camine entre las góndolas. Es un pasillo muy largo. Realmente muy largo. Después de unos minutos caminando entre las góndolas llega al final del pasillo. Hay una estantería.

Obsérvela detenidamente. Está llena de tarros. Grandes, medianos, pequeños. Rojos, morados, verdes, amarillos. A pintas, a rayas, lisos. Mire hacia arriba. ¿Ve el estante más alto?

Pónganse en de puntas de pie. ¿Logra verlo? Es muy alto. No llega. Empiece a bajar la mirada. Mantenga la vista a la altura de los ojos. Continúe bajando, recorra con la mirada semejante variedad de tarros. Siga bajando la mirada.

Agáchese frente a la góndola. Mire el último estante. Recuéstese boca abajo en el piso. Al fondo, debajo del estante, sobre el piso, hay más tarros. Córralos con las manos.

Cuando creyó que los saco todos: ¡Deténgase!

Observe bien.

En la unión de la pared con el suelo, justo en la esquina hay un tarro…
El más mínimo de todos los tarros. Está lleno de orejones.
Busque minuciosamente el último.

FELICITACIONES: ¡Me ha encontrado!

¡Soy el último orejón del último de todos los tarros!