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Sí, es verdad, me encuentro dentro del reloj de arena, rodeado de la fresca campiña del planeta Sueño. El pasto sigue creciendo, las lejanas colinas miran en silencio la escena, ocultando al sol aún. Cae la arena lentamente, cada grano una oración, un aburrido domingo, un solitario día. Desde mi encierro, noto al rocío brillar para el mundo, mas no para mí. Desde arriba la arena cae lentamente, sentenciándome a morir; pero en esta hora todos sueñan y nadie está aquí para salvarme.
Despunta el alba, y puedo ver a lo lejos aquello de lo que debo preocuparme. Son a la lejanía imágenes distorsionadas de alguien más, personas que no puedo identificar. Mis profesores, mis hermanos, mis padres, mis amigos. La arena cae, el tiempo pasa, y bueno, en este momento no me preocupa mucho. Drogadas briznas de hierba, adicta briza de la mañana. Seamos sinceros, nunca me ha inquietado nada. He sido un apático toda mi vida, pero, ¿no les parece muy extravagante tamaño castigo? Sé que ustedes no fueron mis jueces, pero sin embargo no estoy seguro quien me dejó aquí. Tal vez fui yo mismo. O tal vez ella.
Aún así, me siguen sin preocupar sus deberes. Yo sólo exploraba mi mundo, soñaba a mis anchas, ¿es muy malo aquello? La curiosidad me llevó hasta ella, a la única que puedo reconocer detrás del cristal del reloj, ella que me mira con desesperación, con miedo e impotencia, ella que aunque probablemente me encerró aquí y me hizo tanto daño, aún así sigue siendo la única que me preocupa de todos los que hay a mi alrededor. No me preocupa el pasto, no me preocupa el sol de mediodía, ni tampoco mis padres que seguramente me están observando, sus miradas deforman el campo, su egoísmo sólo produce agujeros negros a las oportunidades y al pasto.
Creo que por ahí hay un político que está gritando. No sé, un guardia o un sacerdote, podría ser un fantasma. Detrás del cristal todo parece algo deformado. Gritan sobre lo pobres, sobre la economía, que la delincuencia y algo de mis obscenidades. A mí no me preocupa, y no nos veamos la suerte entre simples mortales y egoístas, a ellos tampoco. Todos parecen deformados, menos ella. La arena me llega a las rodillas y apenas puedo moverme ¿Cuándo desperté aquí? ¿Qué hacía anoche? Creo que susurraba algunas canciones, un poco amargas, en el silencio. Era la única persona haciendo ruido. Y saben, me agradaba aquella sensación. La costumbre. Pero ahora todos están haciendo mucho ruido, me gritan cosas incomprensibles. Y como deben adivinar, todos excepto ella, a quien claramente entiendo “¡sal de ahí! ¡Vámonos juntos! ¡No te mueras! ¡Despierta!” mientras sus dedos resbalan por el cristal. Sí, sería genial, pero la arena sentencia las horas que me quedan, y el sol cae fatalmente sobre el horizonte del otro lado del planeta Sueño.
Creo que me quedé dormido cantando, y luego, antes del amanecer, miraba el rocío brillando hacia el mundo, pero no a mí. Después de todo no me importa que el rocío brille para mí o para otros, pero, ¿no podrían preocuparse algunos por mí? Todos me gritan, pero no hacen nada. Ni ella lo hace ¿me ama? Ni el conocimiento, ni la curiosidad tienen sentido ahora. La luz del sol empieza a transformar el aire claro en naranja airoso, el cielo se tiñe tranquilamente de rojo sangre, y la arena llega a mi torso.
Me voy a morir, estoy atrapado, oh por Dios, ¡Estoy atrapado! ¿Qué nadie planea sacarme de aquí de verdad? Golpeo el cristal, pido auxilio, pero nadie me oye. Ella golpea el cristal al mismo tiempo conmigo, nuestras manos no se tocan, pero se perciben a través de las cristalinas murallas. Nada me importa realmente, pero mi vida la aprecio, algo, creo. La quiero, ¡la amo! Tal vez ella no me ame tanto como yo a ella, pero no quiero que estemos separados, quiero preocuparme de su mundo, ¡aunque quiero que alguien se preocupe del mío! ¡Todos son unos egoístas, porque se preocupan de ellos mismos en vez de mí!
Pero, ¡soy un idiota!, si yo no me preocupo por los demás, ¿cómo puedo exigir que se preocupen por mí? Dios, la arena me llega a los hombros, ya no puedo mover mis brazos y se han quedado inmóviles apoyados en sus manos, las de ella, quien grita aterrada en mi largo suicidio de un día.
El rojo sangre sede a la noche. ¡No! ¡Quiero despertar! ¡Quiero encontrarte en alguna parte! No se si estoy soñando o no ¡pero quiero soñar, quiero vivir! ¡Quiero creer en algo! La noche se cierne sobre mí, la arena me tapa con el peso de miles de años, miles de hombres, su sangre impregnada en cada grano, en cada roca. Todos los huesos de los hombres de todas las eras podrían ser todas las montañas del mundo. Toda la sangre derramada podría llenar todas las cuencas de los océanos. Pesa, me aplasta. Te amo. Quiero despertar contigo.

¡Oye! ¿Estás dormido?
Ya no, soñé con un campo, soñé con un reloj de arena...
¿Y con qué más?
Moría, y estaban todos los demás... pero sólo tú estabas a mi lado.

Texto agregado el 28-02-2011, y leído por 96 visitantes. (0 votos)


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